jueves, 29 de julio de 2010

EL SEÑOR, GEORGE BENSON.

El domingo 25 de julio, Jazz San Javier nos había preparado una de esas noches de auténtico "show bussines". ¿Y quiénes lo hacen mejor? Pues los norteamericanos, naturalmente. Así es que aprovechando que había nuevo disco en el mercado, la dirección del festival pensó que era una buena excusa (si es que hacen falta excusas) para introducir en esta XIII edición -e iban con ésta cuatro- al señor George Benson. Como un colega ha escrito en su medio, "todo un entertainer". Y estoy de acuerdo con él. Porque si algo es hoy por hoy George Benso es un artista, un animador de masas como dejó demostrado, una vez más, en esta su más reciente actuación en Jazz San Javier. Eso, a pesar de que "otros" opinan que "cogió poco la guitarra". Sin comentarios.

Personalmente opino que Benson no es ya un músico de jazz (círculo que abandonó hace años dejándose llevar por fórmulas más útiles para lograr éxito rápido y sustanciosos "royalties" por sus ventas masivas), pero aún así no es un músico que me desagrade. Y todavía hoy da gusto ver la agilidad con la que, con 67 años, sus dedos se mueven por el diapason de su guitarra que, por cierto, sí que tocó y no en un par de temas, sino en bastantes más. Lo que ocurre es que cuando uno acude a un espectáculo hay que saber a qué espectaculo va. Y el que George Benson viene ofreciéndonos desde hace unos 20 años está más cerca del "gran espectáculo americano", que de un concierto de jazz más ortodoxo como gran guitarrista que es, aunque éste último también resulte todo un espectáculo.
Pero a lo que vamos. El auditorio del Parque Almansa registró otro "completo". Ni tan siquiera un grillo tenía espacio para ubicarse y dejarnos su "canto veraniego". Y el público vio lo que esperaba, a un Benson que ofrece casi dos horas de espectáculo, con una banda que suena "al pistón" y un repertorio de sus mejores y más sonados éxitos, desde 1976 a nuestros días. Ese es el George Benson que el público quería ver y al que, en definitiva, vio.
Todo estaba sumamente cuidado. Su aparición en el escenario ya levantó "pasiones" y comenzó el concierto con "El mar", para continuar con "Collaboration", "Love for love", "Nothing's gonna change my love for you", "Beyond the sea" o "In your eyes". Como se puede observar, éxitos de un Benson que andaba "en vena" creadora y exitosa. Esas melodías, esos ritmos son los que el público de Jazz San Javier le pedían con un gesto. Y George se los dio. Como también dio piezas en las que su guitarra Gibson tomaba el protagonismo, con fraseos que todavía hoy suenan como entonces.
"Kisses in the moonlight", el bolero "La puerta", "Never Give up on a good thing", "Love ballad" o el rotundo "Gime me the night" completaron su oferta a un público que para ese momento ya se mostraba absolutamente "enloquecido" con su ídolo que abandonaba el escenario. En ese instante, su banda le hacía los honores. Porque el guitarrista, Michael O'Neil, se hizo con el micrófono y comenzó un pequeño "show", para ir presentando a cada uno de sus compañeros. David Garfiel, pianista y director musical del grupo. Tom Hall, teclados; Stanley Banks, bajo eléctrico; y el baterista, John Roberts. Cumplido ese "protocolo", O'Neil preguntó al auditorio si querían más música. Pero ¿cómo no iban a querer más, si les dejó con la miel en los labios? ¡Pues claro que querían más!

Y en ese momento, el director del festival y la alcaldesa de San Javier, Alberto Nieto y Pepa García respectivamente, aparecieron en escena para hacer entrega del Premio Anual del Festival a Toda una Carrera que, obviamente, en esta decimo tercera edición había recaído en George Benson, que reapareció en el escenario con camisa blanca y un abrazo de aplausos de las dos mil personas (o un poco más, tal vez) que completaban el aforo.
Muestras de cariño y agradecimiento del músico de Pittsburgh y, de nuevo, la música sonando. George que toma su guitarra y se escuchan las notas de "Living in high definition", para culminar con otro de sus iconos: "On Broadway". La locura fue absoluta y los piropos de la parte femenina del auditorio, le llegaban desde todas partes del mismo como si de claveles se tratara lanzados en su honor. George Benson regresó a San Javier y "reconquistó" a su público. Está alejado del jazz, pero su concepto del "soul, r&b, funky y pop" afianzan sus conciertos que son, sin ningún género de duda, todo un show muy profesional. Es el señor, George Benson. En estado puro, con 67 años a sus espaldas y más de 40 por esos escenarios del mundo. Ahí es nada.

domingo, 25 de julio de 2010

MISTICISMO SUFÍ Y "BOOGIE & BLUES" DAN COMO RESULTADO UN EXTASIADO FRENESÍ.

La novena jornada de Jazz San Javier estaba reservada para la apuesta más importante que su director, Alberto Nieto, ha llevado a cabo en esta edición número trece: Dhafer Youssef Quartet. Y la verdad es que le salió muy bien. No así lo "indeseable e inesperado" para todo festival: que se "fundan los plomos". Esto es, que aparezca en el momento más inoportuno, una avería eléctrica absolutamente ajena al festival. Y ocurrió el sábado 24 de julio, mientras sonaba el primero de los ocho temas que Youssef y sus músicos habían preparado para su primera visita a Jazz San Javier. Frente a este tropiezo, la profesionalidad del grupo que continuó hasta el final y, sobre todo, el "saber estar" de ese público que es quien al fin y al cabo hace GRANDE esta cita con el jazz y sus colaterales, en cada edición. Un 10 para ellos, por su reacción y comportamiento que refrendaron, cuando la pieza finalizó sin megafonía, con un fortísimo aplauso de reconocimiento a los músicos.

Una vez resuelto el percance, Nieto reiteró las disculpas y volvió a presentar al grupo que lidera Dhafer Youssef que como un Mu'adhdhin -persona que da el Adhân, que es el anuncio de que el tiempo de un Salât (una de las cinco oraciones diarias que se hacen en el Islam) en particular ha comenzado- pues, como digo, así se iniciaba este concierto para el misticismo sufí aliñado con diversas y variadas tendencias de la música cuyo resultado te deja extasiado y enganchado sin remedio.

“Hayartan dance” y “Suraj” fueron dos primeras muestras -ésta última con algunos pasajes aflamencados, que no debe extrañarnos ya que el flamenco y la música árabe están más cerca de lo que muchos piensan- de la concepción musical de este tunecino que emigró hacia Viena con 19 años, a la busca de su oportunidad en este mundo de las corcheas, negras o blancas sin conocer ese lenguaje de la música, aunque con un pensamiento casi exclusivo en ella. Dhafer Youssef realizó todos los trabajos que podía hasta lograr su oportunidad, que llegó desde el club "Porgy & Bess", en la capital vienesa, aportando un proyecto nuevo cada mes durante un año. Ello le posibilitó la grabación de su primer disco,"Malak", y la continuidad ascendente en la música. Tan es así, que viajó hasta Nueva York para afianzarse en su pretensión, pero los atentados de las Torres Gemelas le hicieron recapacitar y regresó a Paris. Después fue invitado a tocar con músicos noruegos y se adentró en la vanguardia del jazz europeo hecho en el Norte del continente. Tocar con esos músicos, dice Youssef, es una continua inspiración para sus nuevas creaciones.

De regreso a lo que se vio y escuchó en San Javier, recordar al lector que Dhafer Youssef utiliza sus condiciones vocales como un instrumento más al servicio de estas fusiones, además del “oud” (laúd árabe). Es una capacidad aprendida desde niño en las mezquitas, que sabe explotar de manera innovadora, como nos ilustró en “Odd elegy” o “Les ondes orientales”.

Su más reciente disco, "Abu Nawas Rhapsody" dedicado a ese poeta árabe de origen persa, ha significado un paso hacia adelante en la trayectoria de Dhafer Youssef apreciándose la incursión en esas tendencias jazzísticas de vanguardia, a las que me refería anteriormente.

Valga como demostración de mis afirmaciones estas composiciones, “Khamsa” u “Odd poetry”; en ésta última pieza, se puede comprobar una buena muestra de lo que son capaces esos músicos, como el pianista armenio, Trigran Hamasyan; el contrabajista, Chris Jennings; o el baterista, Mark Giuliana, todo un cronómetro. Con estos tres músicos ha llevado a cabo la grabación de su disco y con ellos, también desarrolló su concierto en Jazz San Javier, tras una hora y diez minutos de éxtasis musical que el auditorio supo premiar con insistencia para que Youssef y su grupo regresaran, una vez más, al escenario del Parque Almansa y regalase un bis. No se hicieron de rogar y volvieron para corresponder a tan enorme público, con un tema más: "Shatha". Grandioso.

Con un público que en esos momentos se encontraba absolutamente satisfecho, se cambió el decorado, las partituras y dio comienzo lo que resultó una fiesta divertida, entretenida, prodigiosa y desarrollada con talento. Era la segunda parte de un sábado en la noche para la música, con protagonismo del "boogie woogie" y el "blues". Sus artífices fueron el quinteto del pianista catalán, Lluis Coloma, quien invitó a su amigo de Chicago, Barrelhouse Chuck, para "armar una de no te menees" y dejarnos el cuerpo hecho puré con tanto y buen ritmo.

El concierto se inició en formato trío. Esto es, con Lluis al piano, Manolo Germán, contrabajo, y el baterista, Marc Ruiz, que arrancaron al personal con “Coloma’s boogie”. A su término, Coloma presentó al resto del grupo conformado por Baltasar Bordoy, guitarra; Dani Pérez, saxo tenor; y a su grandioso invitado, Barrelhouse Chuck. Una vez todos en posición, nos regalaron dos primeros temas de auténtico ritmo: “Betsy’s silent movie” y “Chicken shack”. A renglón seguido, otro “boogie”, “Pinetop’s boogie woogie”, y para ir abriendo “apetito” –si es que ello era necesario-, un primer “blues”: “Mother earth”. Bueno, la fiesta prometía.

Barrelhouse tocaba el piano, mientras que Lluis Coloma daba las réplicas desde el Hammond B3, como quedó patente en “Barrelhouse woman”, que cantó el propio pianista de Chicago con ese tono inequívocamente americano. Y de nuevo en formato de trío, Lluis Coloma explicó el tema "El vuelo del moscardón”, de Korsakof, que Coloma retomó de unas primeras adaptaciones al jazz y que ha titulado “Bumble boogie” dejando una magnífica sensación entre los asistentes. Le siguió una partitura que se ha colocado entre los iconos del jazz y de la música policiaca: “Harlem nocturno”, en la que destacó el solo del saxofonista, Dani Pérez, que la interpretó de manera "arrastrada", como si fuera un músico americano.

La actuación de este quinteto y su invitado continuó con “Longhair’s tribute” y un “Cromatic boogie”, con el que cada músico del quinteto tuvo su momento de gloria que arrancó el entusiasmo del auditorio al grito unánime de “bien” y bailando “boogie” en la sala. La cosa resultaba tan simpática y divertida, que hasta Dani Pérez se acercó hasta Coloma para secarle el sudor que “le producía” tanto derroche de maestría. El público ya no sabía qué hacer con este grupo que capitanea Lluis Coloma y que tocando, se lo pasa y lo hace pasar al auditorio “en grande”.

El pianista americano anunció un “blues” a la manera de Chicago que cantó acompañándose con el piano: “Leroy carr’s song”. Tras ello –y un mínimo descanso de la banda de Coloma-, todo el grupo regresó al escenario para, ahora sí, acompañar a Barrelhouse Chuck en “Call my Job”. A esas alturas del concierto las chaquetas hacía rato que habían desaparecido del vestuario inicial de los músicos, porque el calor ambiental apretaba y había que “remangarse” para estar más cómodo en esta fiesta del “boogie woogie” y el “blues”. Los temas continuaban impregnando la atmósfera festiva del Parque Almansa con “She’s got a thing goin’ on”, “Caldonia” y la que cerró el concierto, “I got my mojo workin’”. El auditorio (no olvidemos que corría la madrugada del domingo) pedía más y Coloma y Barrelhouse Chuck les dieron un poquito más, con “I keep on drinking”, que cantó el de Chicago acompañado por Coloma al piano. No podía existir mejor final de fiesta. ¡Vaya traca que liaron los chicos de Lluis Coloma y Barrelhouse Chuck! De las de “no te menees”, porque así quedamos todos, para el arrastre. Pero contentos. Otra noche de “frenesí” musical.

LAS DAMAS DEL BLUES PONEN BOCA ABAJO SAN JAVIER.

En Norteamérica, sus ciudadanos están deseosos de que llegue el fin de semana hasta tal punto que existe, entre otras muchas, una máxima que reza: "¡Por fin ya es viernes!". Esa frase encierra muchas cosas. Por ejemplo, que se acaba el trabajo y comienza el descanso hasta el lunes. O que muchos hacen planes para salir y divertirse, sin preocuparse del trabajo y otras cuestiones; tan sólo hay que divertirse. Pues bien. Esta acepción última nos vale para dibujar el resultado de la noche del viernes 23, en la doble jornada de Jazz San Javier. Una primera parte de verdadero "escándalo" musical y de dominio de los instrumentos protagonizada por el saxofonista, James Carte y su Quinteto.

James Carter salió al escenario mostrando una enorme alegría en su regreso a esta cita veraniega a orillas del Mar Menor, que fue correspondida por todo el auditorio con aplausos, risas y silbidos amables. Y como a lo que había venido era a ofrecernos un concierto, pues la música hizo su aparición con una creación del propio Carter titulada “Bossa J.C.”, creando la magia que ya en su primera visita logró Carter y su banda en el auditorio de Jazz San Javier. El saxofonista –que ya conoce a este público- quiso premiarles desde el primer instante y atacó, en solitario con su saxo, el tema de Django Reinhardt “Nuages”. ¡Qué versión más original de este clásico! A destacar, de manera especial, el trompetista Corey Wilkes (que sustituía al anunciado Dwight Adams), o el pianista Gerard Gibbs.

Con “Shadony sands”, el quinteto creó una atmósfera musical policíaca, como si estuviésemos viendo una peli de gansters y polis, con un duelo entre trompeta y soprano en el que el piano jugaba un papel arbitral que ponía las situaciones en su justa medida. La sordina de la trompeta acentuaba ese ambiente de gánsteres y detectives a los que aludíamos, con un sonido de conjunto que completaba el envoltorio para ser creíble.

Este quinteto del saxofonista James Carter está compuesto por el pianista, Gerard Gibbs; Corey Wilkes, como hemos indicado antes, a la trompeta; Ralph Armstrong, al contrabajo –por cierto, en esta pieza, con un dominio absoluto del arco-; y el simpático baterista, Leonard King.

“Is that so” fue una excusa para que Carter demostrara su técnica con el tenor sacándole sonidos más propios de un instrumento de percusión. Si escuchas con atención, te das cuenta, descubres avances en James Carter y su grupo, en relación a su anterior visita dos años atrás. Los aficionados apenas pestañeaban para no perder detalle, pero sabían premiar cada tema que el quinteto interpretaba para conformar su concierto en Jazz San Javier.

James Carter lo había anunciado previamente y las primeras notas del piano, nos lo confirmaba: “In a sentimental mood”, pieza clásica del añorado Duke Ellington, inundó la noche de verano que había amenazado tormenta. Balada muy conocida en la que brillaron el piano, con un Gerard Gibbs que dedicó una extensa parte de su solo a las notas altas del teclado con su mano derecha. Corey Wilkes reiteró su dominio con la trompeta y James Carter hizo lo propio con la flauta, otro de los instrumentos en los que se mueve con mucha agilidad y dominio. El final lo puso otra partitura del propio Carter titulada “J.C. on the set”, con la que el quinteto ponía el punto y final a su programa oficial. ¿Era todo? Todos queríamos pensar que no.

El público insistía en su regreso al escenario, lo que hizo para saludar e indicar que esperaban los músicos protagonistas de un gran concierto de blues y, saludando, se despidió reiterando las gracias. Pero el auditorio hacía valer su deseo de un bis musical. Tardó tres minutos en rendirse a lo evidente. Con el acompañamiento del contrabajista, Carter y su tenor interpretaron otra pieza más que además de grandiosa (fue una demostración en toda regla de su magisterio interpretativo) resultó graciosa, simpática e improvisada. Los aficionados, puestos en pié, aplaudían sin descanso premiando un concierto que también pasará a la historia del festival, como uno de los destacados de todas estas ediciones. Y es que James Carter y sus músicos han crecido tanto que tienen más cerca a los Dioses del Olimpo. Grandioso.


La segunda parte -esa que Carter insistía en que el auditorio se dispusiera a vivir- fue una auténtica fiesta en toda la amplia extensión de la palabra. En la pasada edición de Jazz San Javier, la Historia Viva del Blues de Chicago triunfó de tal manera, que para esta edición 2010 se ha repetido en cuanto a los músicos, pero no así en las voces. Nos llegaba “Women of Chicago Blues”. Y les puedo asegurar que el recibimiento fue apoteósico. Por dos razones. La primera es que el quinteto de James Carter ya había dejado al público muy animado. La segunda es que, lo reitero una vez más, el blues es un género muy bien acogido en este festival y con la magnífica experiencia del año anterior, el éxito estaba prácticamente asegurado.

La banda atacó las primeras notas de “Wet Match” y Graná Louise apareció simpática y grandiosa sobre el escenario, olvidándose de sus sandalias y liberando ese torrente vocal que atrapó al instante a todos los presentes. Sin mediar más palabras, Graná y el grupo de músicos integrado por el guitarra, Billy Flynn; Raphael Wressnig, piano y Hammond B3; Felton Crews, bajo eléctrico; y el baterista, Kenny Smith, abordaron “Smokestack lightning”. Pero uno de los momentos más grandiosos llegaría con la versión del inmortal “Summertime” (uno de los números musicales más populares de “Porgy & Bess”, de Gershwing), que arrancó los enfebrecidos aplausos de un auditorio entregado. La despedida de Graná Louise fue al compás de “Where you been” y sacando a bailar a algunos de los varios aficionados que se agolpaban al borde del escenario en el ya famoso foso del auditorio.


Pero ahí no acababa la fiesta. Porque Billy Flynn anunció a Deitra Farr, otra de estas tres Damas del Blues de Chicago, quien a los primeros acordes de “When they really love you” apareció en escena. La banda sonaba compacta, como en su anterior visita a Jazz San Javier, y las notas inundaban un auditorio que bailaba al compás de las mismas. Le siguió “Bad company” y “Anywhere but here”.


Deitra es una consumada cantante, además de una experta periodista -mantiene una columna titulada "Artist to Artist", en el Living Blues Magazine- , finalizó su intervención en esta fiesta blusera con “My turn, my time”. Los aficionados, para entonces, andaban flotando en una nube de absoluta felicidad y muchos de ellos rezaban para que aquello no acabara.

Y fue entonces cuando llegó el turno para Zora Young, que tras lanzar unos cuantos besos al respetable regalaba “Love of mine”. Tras indicar que hacía mucho calor, el blues lento apareció con “Toxic”, para hacer posible un pequeño descanso en tanto frenesí rítmico y para que pudiéramos apreciar las bases “gospel” en las que, sin ningún género de duda, Zora bebió en sus comienzos.


Pero de inmediato retomó la fiesta con “”Pity party” y acabó con “Daughter of a son of a gun”. El delirio se había logrado entre el público y entonces, el final de esta fiesta llegó con un clásico del “soul”, “Baby I love you”, en el que Zora Young era la solista y Graná Louise y Deitra Farr hacían los coros. Aquello sonaba a coro celestial y todos nosotros estábamos en el Paraíso. No se podía pedir más. O sí. Porque el auditorio no tenía ganas de marcharse a la cama. Era viernes noche y al día siguiente, muchos no tenían que madrugar. Así es que las palmas y los coros de “otra, otra” no se hicieron de rogar.

La banda comenzó “Queen bee” y las tres reinas aparecieron de nuevo en el escenario cantando esa pieza tan recordada, en la que el auditorio coreaba la canción, bailaba y se movía frenéticamente al compás de esa música. Parecía como si estuviésemos un domingo por la mañana, en los oficios de una iglesia evangélica y el coro entonaba un cántico que a todos nos contagiaba. Con un “os queremos”, se despedían de Jazz San Javier las Damas del Blues de Chicago. ¡Qué noche, madre. Qué noche!

jueves, 22 de julio de 2010

¡CÓMO GUSTA EL BLUES EN SAN JAVIER!

El otro día me refería al "blues", como una de las variantes que gustan en Jazz San Javier. Pero lo del domingo 18 de julio -lejos de pretender hacer reivindicación alguna de otros "tintes"- fue una noche completa. La cerveza corrió por todo el auditorio, se bailaba en el foso o en los pasillos, se coreaban estribillos y, en definitiva, la gente se lo pasó "en grande" con esta música. Porque no sé si lo saben pero en San Javier hay que ver cómo gusta el "blues". Los responsables de que todo saliera a pedir de boca fueron los murcianos de Los Bluesfalos y el dúo formado por el guitarrista Robben Ford y el saxofonista Bill Evans.

Anda que no la habíamos advertido. Vayan preparando el cuerpo y el alma para lo que se avecina el domingo, porque de lo contrario acabará mal. Siempre hay algún despistado en la sala al que, guitarra en ristre, se le espabila de inmediato. Y algo así fue lo ocurrido con el concierto que nos ofrecieron Los Bluesfalos; un grupo de Murcia creado en 1987 por su líder, Manolo Gómez, guitarrista, compositor y cantante, alias "Slim Gómez", que está considerado en el tiempo como uno de los primeros que se lanzaron a la piscina para componer "blues" en español.

Los Bluesfalos se conforman, en la actualidad y además de por Slim Gómez, por Carlos Turbina, en los saxos; Chico Moya, bajo eléctrico; Tote Cánovas, batería; y para esta actuación en Jazz San Javier, el regreso de Ramón Climent, piano y Hammond B3. Con estos músicos, los Bluesfalos aparecieron en el escenario interpretando su "Slim boogie", que puso a tono al personal. Después de dar las gracias y las buenas noches, Manolo Gómez atacó "Quédate sola", que produjo el que sus muchos seguidores ya intervinieran coreando el estribillo.


La fiesta del blues no había hecho más que comenzar. El auditorio ya abarrotaba el foso mientras que otros, se habían puesto en pié y calentaban sus piernas al ritmo que Bluesfalos marcaban con los temas de su amplio repertorio. Como la pieza que llegaría a continuación: "Rosa Mari".

“Mi guitarra y el blues” (título de su primer disco), “Perica en dulce” o “Ponme otro whisky” (tema que cuenta las “desgracias” por las que atraviesa el protagonista de la historia, que tiene la nevera vacía, el ascensor no funciona y su chica le ha dejado) eran conocidas por una mayoría de los asistentes.


“Slim Gómez” subió por todo el anfiteatro con su guitarra, con el fin de ser más cercano a quienes le conocen y a los aficionados que hasta esa noche, no habían tenido la ocasión de verles en directo. “Salgo a buscarte ahora”, “Si no estás tú” o “Blues… Cómo me gusta el blues”, crearon más ambiente, si cabe, en un auditorio que se había mostrado dispuesto a disfrutar la noche “a tope”. Manuel Gómez volvió a pasearse por toda la sala saludando a los amigos y los que no lo eran y “provocando” a algún que otro despistado que se mostraba un tanto impasible.

“La Magia”, título de su tercer disco” sirvió para la presentación de los componentes del grupo en los que el saxofonista, Carlos Turbina, se marchó por unos minutos hacia las notas de “Peter Gunn”. “Protuberancias calientes” completó la selección del concierto preparado para la XIII edición de Jazz San Javier por esta banda murciana, Los Bluesfalos, que no defraudaron y superaron las expectativas de quienes se acercaron a verlos por primera vez en directo.


Con un púclico ya "encendido", la banda que capitanean Robben Ford y Bill Evans aparecieron en el escenario del Parque Almansa con tal fuerza, que el público quedó aturdido por unos segundos. ¡Madre mía, qué sonido y qué banda! Es el proyecto que han conformado para este 2010 el guitarrista y el saxofonista, bajo el título de "Soulgrass Meets Blues". Fusiones "por un tubo" y buen rollo entre estos dos líderes musicales del "blues" y el "jazz", que se han adaptado a la perfección con un resultado que en directo es pura dinamita.

El grupo estaba completado por el virtuoso del banjo, Ryan Cavanaugh; Etienne N’Bappe, al bajo eléctrico (que tocó con unos guantes especiales), y el baterista, Toss Panos. Y salieron con una fuerza increíble, atacando “Lateral Climb”, una partitura de Ford cantada por él mismo, que levantó de inmediato al auditorio de sus butacas. Para que el “climax” fuera creciendo, continuaron con una pieza de Bill Evans, “Celtic junction”, en la que el banjo de Cavanaugh tuvo su primer momento de gloria (no sería el único).

El público se mostraba entusiasmado ante lo que se presumía un concierto de clase; de auténtica clase musical, como se iría confirmando a lo largo de las cerca de dos hora que duró. Y llegó el segundo tema cantado por Robben Ford, “Dont worry dont me”, que nos deleitaba dulcemente con su garganta. El ambiente se iba transformando en placentero. Así es que otra pieza de Ford, “Oasis”, terminó de colocar las cosas en su sitio, con duelo previo entre el banjo y el saxo tenor –acorde con el título de su gira 2010- que enferveció a los aficionados a rendir pleitesía a estos grandes músicos.



El bajista camerunés, Etienne N’Bappe, protagonizó el comienzo de “Sweet Tea”, una creación de Bill Evans, que toda la banda desarrolló a continuación con, insisto, una fuerza tremenda. El camino musical prosiguió por terrenos de esas dulces baladas de “blues”, con la pieza “Dont let the sun catch”, que Robben Ford interpretó como los ángeles. Como había que volver a la carga, Bill Evans presentó una de sus partituras más conocidas: “Cool Eddie”, para seguir con otro tema cantado por Ford: “Peace on my mind”.

Bill Evans –que una vez más hizo de maestro de ceremonias- avisó que estaban llegando al final. Primero, una creación de Willie Dixon, “Spoomful”, y otra del propio Evans titulada “Ode to the working man”. El público manifestaba su gratitud y satisfacción tras este derroche de calidad en todos los sentidos e insistieron en que se les regalara un bis. Y la banda que este año capitanean Ford y Evans regresaron con amplias sonrisas (tanto conocen esta sala y a este auditorio), para regalar una pieza más: “Jean Pierre”, de Miles Davis. Tras dar las gracias, Bill Evans –con su amplia sonrisa en la cara- sacó su cámara compacta e hizo una foto a la sala. “¡Éste es de los nuestros!”, pensaría más de uno. Y tienen razón. Lo es. Mientras se vaciaba el auditorio, muchos comentaban: "¡Cómo me gusta el "blues"! ¡Cómo me han gustado, esta hoche, Bluesfalos y Robben Ford con Bill Evans! ¡Qué pasada, tío. Qué pasada!


miércoles, 21 de julio de 2010

CONTRASTES EN LA APUESTA POR LOS NUEVOS VALORES

Varias son las características que definen al Festival de Jazz de San Javier, a lo largo de estos trece años. Una de ellas es, sin duda, las jornadas de contrastes de estilos que cada año incluye en su programación, como la que vivimos la noche del pasado día 17 de julio, con el guitarrista catalán, Javier Vaquero, y el trompetista de Nueva Orleans, Christian Scott. Contrastes de estilos y apuesta fuerte de Jazz San Javier, por dos valores emergentes.

La primera parte de esta sexta jornada de la XIII edición estuvo a cargo del guitarrista de Gavá (Barcelona), Javier Vaquero y su grupo conformado por el cantaor, Franc Atoche; Juan Guerra, bajo eléctrico; el baterista, Paco Escudero; y el pianista, Raúl Patiño. Todos ellos han estudiado en Cataluña, pero no solamente en esa autonomía. Su líder, Javier Vaquero, lo ha hecho también en el Racó Musical, con Eduardo de Negri o Albert Cudero. En cuanto a la guitarra flamenca, sus maestros han sido, entre otros, Manolo de Córdoba y Juan Cortés. Y no contento aún con la adquisición de estos conocimientos, Javier Vaquero se marchó a perfeccionar su "Combo Jazz" con Peter Delphich, se "empapó" de cómo tocar el banjo de cinco cuerdas, amén de otros conocimientos que poco tienen que ver con la música aunque sí con la puesta en escena.
Pues con todo ese baúl de conocimientos -que tiene completado con su larga experiencia como músico de acompañamiento-, Javier Vaquero ha decidido emprender vuelo en solitario e intentar hacerse con un puesto en los grandes circuitos musicales. Probablemente, ese impulso se lo haya proporcionado el ser ganador del certamen de Guitarra de Yamaha en 2009. Y así, su segundo disco, "Siete Soles, Siete Lunas", ha sido publicado y con él, Vaquero ha comenzado su periplo de conciertos por diversos escenarios para hacerse escuchar e intentar ese asalto al gran público.
Su concierto lo inició con una pieza muy mediterránea (como todo su repertorio de fusiones) titulada "Atardecer en el Garraf", al que siguió “Palmeros de Caldes” y una pieza en la que, según explicó a los asistentes, ha pretendido reflejar la tranquilidad y el enfurecimiento del “Mediterránea”.

Javier Vaquero nos fue regalando una fusión de sus amplios conocimientos musicales que mezcla de manera singular, con resultados que recorren el flamenco, la música latina, blues, jazz o esas tendencias tan marcadamente españolas de la costa Este, como demostró en “Recuerdos de lo andado” -un homenaje a un amigo desaparecido, Yuri-, o en una balada que trata de describirnos las preciosas “Tierras del Ebro” (“Terres de L’Ebre), en su desembocadura.

Javier Vaquero es una persona cercana y así lo demostró durante su actuación, dedicando una adaptación por “soleares” de la inmortal partitura de Mancini, “Días de vino y rosas”, al director del festival, Alberto Nieto, y a todos los que de alguna manera trabajan para que Jazz San Javier sea posible cada año. En esta pieza pudimos descubrir la magnitud y capacidad musical de Vaquero. Otra dedicatoria a su hijo mayor, Adrián, a través de “Dulce de leche” que se recoge en su primera grabación sacada al mercado bajo el título de “Mi Sol, mi Luna”.



Precisamente esa pieza sirvió como “regalo” a la esposa de Javier, en la noche de su décimo primer aniversario de unión que coincidía con su visita a Jazz San Javier. De vuelta a Henri Mancini, con su partitura “Moonriver”, que adaptó a “soleá” por “bulerías”. Y otra dedicatoria a su pequeña, a través de “Mi niña del alma”.

En las creaciones de Javier Vaquero, o en sus adaptaciones, se refleja su espíritu inquieto a la búsqueda de un sonido propio (creo que lo está logrando, a pesar de que una parte del auditorio pueda pensar que suena a conocido y es posible que así sea) que no es más que el resultado de largos años de trabajo. Un claro ejemplo de lo que afirmo, se puede comprobar en “Calle del olivo” (perteneciente a su primer disco) en el que predomina el aire flamenco, pero no solamente ello sino que se entremezclan estilos como los citados más arriba que, sin duda, le añaden una riqueza de matices cuyo resultado atrapa a quien lo escucha. Por ello, no les extrañe nada cuando les cuente que el auditorio del Parque Almansa estaba atentísimo, a gusto y disfrutando de esa riqueza musical que se había desplegado por la sala. Con “Erik”, de su más reciente disco, acababa esta hora y cuarto de un concierto muy original como corresponde a las apuestas –en ocasiones arriesgadas- que lleva a cabo Jazz San Javier. Aún tendría que regresar al escenario para regalarnos un bis: “Sobre ruedas”. La pieza con la que ganó en 2009 el premio Yamaha de Guitarra. Todo un lujo.

El protagonista de la segunda parte de esta jornada de sábado en Jazz San Javier, nos regaló un concierto que nada tenía que ver con el anterior. Bueno, exactamente nada no. Sí hubo un nexo de unión: las estructuras de jazz. Se trata del quinteto del trompetista de Nueva Orleans, Christian Scott. Un músico que utiliza una trompeta parecida a la del recordado, Dizzy Gillespie, aunque según cuentan fue un modelo exclusivo de la prestigiosa casa, Edward Instruments, con una forma especial (insisto en el parecido con la de Gillespie, como se aprecia en las fotos), que le ayuda a realizar su particular técnica de soplado. En su primer tema, “KK-PD” -que forma parte de su más reciente grabación en el mercado-, pudimos observar su tendencia al “cool y free jazz”, a músicos o iconos de otros tiempos como Miles Davis o el mismísimo Charles Mingus. La revista Bilboard le ha calificado como “el más destacado vanguardista que ha visto el género, desde hace una década”. Y como son muy dados a las etiquetas, la de Scott ya ha llegado: “Dios del jazz de estilo joven”. Desconozco si Scott sigue al pié de la letra lo que significó el "free" (esto es, como un instrumento más de apoyo político a los Panteras Negras que pienso ya debe estar superado -hoy tienen un Presidente de EE.UU- y su guitarra es blanco), pero tanto él como los músicos que le acompañan son todos jóvenes y es una condición necesaria, para mostrar el ímpetu del que hace gala Christian Scott.


Lo cierto es que en su segunda pieza, “Eye of the hurricane”, el “bop” hizo su aparición y el panorama se transformó en una audición más “asequible” para un auditorio que receló un poquito en el comienzo. Christian Scott presentó al quinteto integrado por Milton Fletcher, al piano; Mathew Stevens, guitarra; Kristopher Funn, en el contrabajo, y el baterista, Jamire Williams. Una joven banda, como su líder que cuenta con 27 años, en la que se observa un recorrido de sobresaltos musicales que lo mismo te “enredan” en lo más “free”, que te transportan hacia el “bop” o te hacen descansar en la paz de las baladas. En ésta últimas, Scott se mueve muy bien como demostró en ”American’t”. Ciertamente, los cauces (muy variopintos, por cierto) por los que las figuras surgidas de Nueva Orleans han transcurrido en la historia, no parecen ser los mismos para Christian Scott. No en su concepción para la composición. Lo que sí demostró es que sus enseñanzas de los “maestros” han dejado su poso y, en consecuencia, resulta un magnífico trompetista y más asequible y cercano cuando el repertorio es, digamos, menos agresivo.

Muestra de ello fue el cambio que se produjo a mitad de concierto, con piezas en las que tanto Scott como su pianista, Milton Fletcher (la exquisitez interpretando), demostraron con “Eraser” o “Katrina eyes”; ésta última dedicada a los desastres que ese huracán produjo en su ciudad natal. Con “Litany against fear”, llegaba al término de su poco más de 60 minutos de concierto, que tuvo dos partes bien diferenciadas. Sin decir adiós, los músicos acabaron la última nota y abandonaron el escenario sin más. Pero el auditorio –que había apreciado el giro que Scott dio al repertorio inicial, así como su calidad musical- le insistió para que les regalara un bis. El trompetista de Louisiana aceptó y junto a sus compañeros de escenario interpretó “Isadora”, con la que volvió a presentar a la banda y, ahora sí, se despidió dando las gracias.

En definitiva, que la noche del sábado nos dejó una jornada de apuestas por algunos de los valores musicales, en la que los contrastes de estilos retomaron el protagonismo en Jazz San Javier. Y el calor de toda la semana, que seguía apretando.

Las fotografías que vienen ilustrando estos comentarios siguen siendo de Marta Pinilla Aldaraví.


TRÍO DE ASES EN SAN JAVIER

En ocasiones, uno desea que las cosas salgan bien y eso, precisamente, es lo que ocurrió el pasado día 16 de julio, con la quinta jornada del XIII Festival de Jazz de San Javier. Que todo salió no bien, sino a la perfección. ¡Madre mía, que dos conciertos! Para mí, esa noche pasará a la historia del festival, como una de las mejores de las celebradas. Y les cuento.

La primera parte corría a cargo del cuarteto que lideran dos "monstruos" del género: Bobby Hutcherson, vibrafonista, y el pianista, Cedar Walton. Ambos han unido sus magisterios para desarrollar noches únicas e irrepetibles. Porque ninguna noche tocarán de la misma manera. Ningún concierto se parecerá al anterior. Y los que acudimos a Jazz San Javier tuvimos la inmensa fortuna de poder presenciar uno de ellos en directo. El cuarteto se completaba con el contrabajista, David Williams, y Eddie Marshall, a la batería. Abrieron su concierto con “Teddy” (una pieza de Hutcherson) para, a renglón seguido, dejar sonar una versión absolutamente elegante del conocido “Sunflower” que determinó una entrega sin condiciones por parte del auditorio.

Cuando una actuación se inicia con el buen pié con el que comenzó ésta, lo demás suele venir "rodado". Vamos, que los que estamos enfrente hacemos llegar a los músicos nuestras "buenas vibraciones", para que los intérpretes las sientan y se cree esa magia que se da en un magno recital. El cuarteto que lideran estas dos leyendas del jazz atacó “Wise One”, desplegando un halo de misterio, magia y fuerza al mismo tiempo como gesticuló el mismísimo Bobby Hutcherson con sus brazos, antes de iniciar su intervención en el tema. El público disfrutaba con estos músicos y su repertorio, que continuó con una partitura de Cedar Walton titulada “Bolivia”.

Las palabras que acaso podían dejar escapar de sus gargantas hacia el público, se transformaban en las notas de cada tema y así, las de una preciosa balada titulada “Too easily” trajeron unos minutos de sosiego y relajación que los aficionados agradecieron con un largo aplauso.
Ver tocar a estos cuatro músicos es todo un espectáculo. Hutcherson deja caer con suavidad sus mazas sobre las láminas del vibráfono , pero sin olvidar la contundencia cuando es preciso, y todo ello con un dominio absoluto del vibrato. Cedar Walton, por su parte, acaricia las teclas del Steinway & Sons que la organización de Jazz San Javier pone a disposición de los músicos. El contrabajista, David Williams, ejecuta igualmente con suavidad las cuerdas de su instrumento y el baterista, Eddie Marshall, basa los ritmos y tempos, fundamentalmente, en sus platos utilizando la caja y timbales como adornos en cada una de las piezas. En suma, que es una delicia verles, además de escucharles.

Otras partituras como “Little B’s Poem” o “Dear Lord” completaban una actuación que tan sólo contenía las pausas que rellenaban los aplausos de los presentes entre cada interpretación, cual si de una audición de un disco se tratara. Con “Wonderful” finalizaba el concierto de este cuarteto liderado por Hutcherson y Walton cuyo final aprovechó el vibrafonista, para presentar a sus integrantes antes de retirarse.
El público insistía con sus palmas y silbidos para que regresaran al escenario y lo hicieron. Se mostraban satisfechos por su concierto y agradecidos por la acogida del auditorio y, en consecuencia, regalaron un bis que el público supo premiar.

Pero si este concierto nos había dejado "extasiados", lo que se iba a producir minutos despuñés sobre las tablas del escenario en el Parque Almansa iba a ser "de locura". Porque poder ver en directo a Dianne Reeves es una experiencia que recomiendo a todos.
Los primeros en salir fueron los componentes de su cuarteto integrado por el pianista, Peter Martin; el guitarrista brasileño, Romero Lubambu; Reginal Veal, bajo eléctrico y contrabajo; y el baterista, Tereon Gully. La perfección de este cuarteto, así como la de Dianne Reeves es tal, que los músicos hicieron una pieza instrumental de diez minutos hasta que el sonido había quedado como querían. Y tras lograr ese objetivo, la Dama del Jazz de estos tiempos apareció en escena interpretando las primeras notas de “Twelfth of never”. Se la veía radiante y su imagen (tanto en el vestir como en el corte del cabello) nos recordaba a Sarah Vaughan.

Aquello no fue más que el principio porque desde ahí hasta el final, Dianne Reeves ofreció un extenso abanico de temas a través de los cuales demostró su amplio registro vocal. Partituras como “Tristeza” desató el frenesí del auditorio, que se entregaba a una de las mejores voces del jazz actual. Con ese ambiente, Dianne Reeves continuó con una pieza que interpretó en “scat”, “She doesn’t know”, emulando también una de las especialidades de la recordada Ella Fitzgerald. Tanto Vaughan como Fitzgerald han sido iconos a seguir por Dianne Reeves, que aprendió de ellas éstos y otros matices vocales de las dos grandes divas desaparecidas. Y en esa línea interpretativa, Reeves se movía con facilidad haciendo gala de esos amplios registros vocales a los que aludíamos, como en “I’m in love again”, “One for my baby” o “The windmills of your mind”.

El auditorio vibraba con pasión y se rendía ante tales muestras de magisterio musical. “Social call” fue otra demostración de ello, con un público que se convertía en colaborador necesario en esta impartición de talento. Como también lo hicieron en “Our love is here to stay”. La despedida fue original. Cada uno de los músicos, tras Reeves, fue dejando de tocar el tema “When you know”, desapareciendo del escenario uno a uno, mientras el auditorio coreaba y palmeaba el estribillo. Cuando todos se habían marchado, la insistencia fue tan al unísono que Dianne Reeves y su grupo regresaron al escenario, ante el clamor de todo un auditorio absolutamente integrado en la banda como el coro. Un bis que comenzó como había acabado el concierto (como si hubieramos insertado un "fader" en sus dos fases), con "When You Know", que fusionó con uno de los temas más exitosos de Michael Jackson, "Black or White", dedicado a su recuerdo, conformó el excelente concierto de Dianne Reeves que, en absoluto, decepcionó las expectativas. Todo lo contrario, las superó y con creces.

En suma, noche de verano y jazz a cargo de tres de sus “ases”: Bobby Hutcherson, Cedar Walton y Dianne Reeves. Los aficionados al género que cada jornada acudimos a la llamada de San Javier guardaremos el recuerdo de esta noche, como “oro en paño”.


Marta Pinilla Aldaraví continúa siendo la autora de las fotos.


martes, 20 de julio de 2010

SAN JAVIER: LA CASA DEL BLUES

El "blues" es una variante de la música que gusta mucho en el Festival de Jazz de San Javier. Se demostró, una vez más, durante la noche del pasado miércoles 14 de julio, que estuvo protagonizada por dos grupos bien diferenciados: Canned Heat y el que acompaña al gran pianista Dr. John.

Los "chicos" de Canned Heat -aquel grupo californiano de la contracultura hippye nacido en 1965- visitaban por primera vez Jazz San Javier. Son todos los componentes de la banda que quedan con vida (Harvey Mandel, guitarra; Larry Taylor, bajo; y Adolfo "Fito" de la Parra, batería y mantenedor del grupo desde finales de los 70). El músico que se unió más recientemente es el guitarrista, cantante y armonicista, Dale Spalding. Estos son los actuales Canned Heat. Ese grupo que viene practicando desde mitad de la década de los 60 del pasado siglo, una especie de mezcla entre el "blues, boogie y el rock" que dio como resultado uno de los sonidos de la Costa Oeste: el de Canned Heat.

Pues estos "chicos" que sobrepasan los 60 tacos, nos dieron una lección de pundonor y amor por su trabajo. Suenan como entonces (salvando un poco las distancias vocales, porque la gargante de De la Parra no estaba para muchos "trotes" por una disfonía), pero lo que es el "sonido Canned Heat" estaba intacto,. La verdad es que los tres primeros temas, nos devolvieron a finales de los 60 con títulos como "Bullfrog", "On the road again" y "Time was". Sólo con esos temas, la locura apareció y el foso del auditorio del Parque Almansa se llenó, de inmediato, de "viejos y nuevos" seguidores de una banda que es Historia de la Música norteamericana de los últimos 45 años. Era como en el cine: comienzas a ver una historia por el final, para introducirte en el pasado y conocerla toda entera. Un "flashback" musical en comprimido, que nos devolvió hacia aquellos años en los que muchos de nosotros eramos adolescentes y seguidores de éste y otros muchos grupos, que estaban escribiendo esa historia.

La verdad es que la noche, en lo climatológico, acompañaba y la música de Canned Heat nos daba el impulso necesario para rejuvenecer. Lo hacíamos canción tras canción, con piezas como "Midnight sun", "Sugar bee",o "Goin'up the country". Otra tema muy conocido del "blues", "Cristo Redentor" sirvió para patentar, una vez más, el magnífico armonicista que es Dale Spalding, quien consiguió dar ese toque misterioso y tranquilo a la vez, para una partitura que cada vez que la escuchas estás cercano a "derretirte" de gusto, mientras los solos del guitarra Harvey Mandel, daban la rotundidad que necesitaba este "blues" lento pero grandioso.
El éxtasis era absoluto. Los grandes vasos de plástico repletos de cerveza corrían entre los asistentes, porque es "lo propio" en un concierto de esta índole, mientras que todos los asistentes disfrutaban "al límite" del momento.

Y entonces llegó uno de los éxitos más sonados de Canned Heat en Europa: "Let's work together". Con esta pieza finalizaban su concierto en Jazz San Javier. Pero ya se sabe que cuando un auditorio como éste anda "tan caliente" como en aquella ocasión, las peticiones de que se continúe son insistentes y Canned Heat, no se hicieron de rogar. Saltaron de nuevo al escenario y atacaron un "boogie" para que cada uno de los componentes de la banda tuviera su momento de gloria. Todo transcurría de maravilla, hasta que le llegó el turno a Larry Taylor. Qué entusiamo no pondría, que "fundió" literalmente su guitarra de bajo. De inmediato, Fito de la Parra estuvo al "quite" (como los grandes toreros) y enlazó su solo de batería, mientras Taylor cogía otro bajo que tenía preparado por si ocurría algún contratiempo. Al término de la pieza, un final grandioso, como corresponde a una banda más que legendaria de la música americana de los 60. Aún así, aquello no había hecho más que empezar porque poco después, un torbellino de ritmo nos arrolló a todos.



Porque lo que apareció en el escenario del Parque Almansa fue un torbellino blusero, capitaneado por uno de los pianistas más singulares que ha dado Nueva Orleans: Dr. John. Su entrada la hizo apoyándose en su bastón plagado de colgantes -cual si de un Patriarca gitano se tratara-, paso lento pero seguro y un collar tipo santero que completaba su habitual atuendo del sombrero y la coleta de su cabello que se ha convertido ya en una imagen de marca. “Save our wetlands” recolocó a los aficionados que llenaban el foso del auditorio que se dejaron sentir desde los primeros acordes, para que Dr. John y su nueva banda supieran que tenían su apoyo. Tanto es así, que los músicos captaron al instante esas “buenas vibraciones” de los asistentes y la fiesta que ya había calentado muy bien Canned Heat, los de Dr. John supieron ponerle la guinda.




Dr. John Creaux (cuyo nombre real es Malcom John Rebennack Jr.) alternaba el piano con el Hammond como hizo en “Perdido”, pieza en la que la banda realizó una recreación musical de este inmortal tema. Este nuevo grupo del pianista de Nueva Orleans está integrado por John Fohl, a la guitarra; David Barard, al bajo eléctrico, y el baterista, Herman Ernest III. Una formación que sabe crear el ambiente justo, como demostraron a renglón seguido con “Mama Roux”.

Tanto en la cabecera del Hammond como en la del piano (al que volvió al instante), se podían ver sendas calaberas -la del piano con gorra, tal y como se puede apreciar en la foto precedente-, amén de otros cachibaches del "voodoo" al que tanta creencia le tiene Dr. John y del que en su ciudad natal existen muchos seguidores. En consecuencia, sonaron las notas de “Hoodoo”; tema con el que el grupo del pianista se adentraba en terrenos que uno no sabría bien cómo definir pero que, sin duda, sí ha escuchado en numerosos músicos nacidos o hechos en Nueva Orleans. Es el sonido de esa ciudad del Mississippi surgido del gran crisol de culturas que la fundaron. Con esas bases continuaron piezas como “Rite place”, “Feel good music” o “Let the good times”, en la que cambió las teclas por las cuerdas de la guitarra.

Y luego, la magia de otras partituras como “Feel good music”, “Balck gold” o “Such a nite”. La nueva visita de Dr. John a Jazz San Javier se enmarca también en el homenaje que en esta decimo tercera edición se tributa al desaparecido Willy DeVille, con quien Dr. John realizó una gira en 1977 colaborando, además, en varios de sus discos.

El público bailaba y disfrutaba con los temas que conformaban el concierto de Dr. John. Un público que estaba cercano a completar el aforo total del auditorio, lo que es todo un éxito si tenemos en cuenta que era miércoles. Con “Dr. Blues”, “Only in America”, en la que se daban fusiones musicales de primer orden, y “When I’m right” finalizaba el concierto del pianista de Nueva Orleans, al que el auditorio pidió un poco más.
Dr. John –que cumplirá 70 años el próximo 21 de noviembre- mantiene intactas sus facultades musicales. Es más, me atrevería a indicar que las ha llevado a límites de soberanía ya que su concierto en San Javier ha sido un auténtico lujo y más rico, si cabe, que el ofrecido en su anterior visita. Así que lejos de bajar el clímax rítmico que había mantenido hasta ese momento, Dr. John y los suyos se arrancaron con “Ooh poo pa doo” colocando, así, esa guinda que citábamos antes a una noche de autenticidades, blues y mucho, mucho ritmo y pasión. ¡Qué delicia, Dios mío!

Las fotos continúan siendo de Marta Pinilla Aldaraví.



domingo, 11 de julio de 2010

JAZZ Y FUSIONES PARA UNA NOCHE DE VERANO


El desaparecido trompetista, Dizzy Gillespie, declaró hace ahora unos 33 años en Cuba y durante una visita para tomar contacto con los músicos de la isla, que en el futuro "toda la música sería una fusión". Cuando escuché entonces aquella afirmación les puedo asegurar que me la creí a pié juntillas. Porque era algo que se estaba viendo venir y, sobre todo, en la música de jazz.
Esta cita (que guardo como un tesoro entre mi videoteca) me sirve para presentar la crónica de la primera jornada doble de la XIII edición de Jazz San Javier, celebrada el pasado viernes, día 9 de julio, con dos cuartetos que entiende este género de diferentes maneras y no por ello, una peor que otra; tan sólo diferentes. Nos referimos, en primer lugar, al que lidera el joven saxofonista, Marcus Strickland, y en segundo lugar, al contrabajista israelí, Avishai Cohen.
El saxofonista, Marcus Strickland, está considerado como uno de los mejores y más sólidos valores de las nuevas hornadas de músicos de jazz. A pesar de su juventud (cuenta con tan sólo 31 años), Strickland posee una dilatada trayectoria en el género de la que cabría resaltar que hasta hace poco tiempo formaba parte del grupo que acompaña a una leyenda viva del género: el baterista, Roy Haynes. Pero no es ese todo su equipaje. También ha estado nominado en dos ocasiones a los Grammy; quedó tercero, en el certamen Internacional de Nuevos Talentos del Saxofón "Thelonious Monk", en su edición de 2002, amén de haber sido nombrado "Estrella del saxo soprano", en la encuesta de 2008 realizado por la Crítica del Downbeat Magazine, entre otras distinciones. Aunque natural de Florida reside en Nueva York, desde donde parten sus creaciones musicales y su sello discográfico, con el que ha editado su más reciente disco titulado "Idiosincrasias".
Marcus planteó un concierto que para una parte del público asistente resultó algo frío y estereotipado. Para los que estamos más adentrados en las diversas corrientes que esta música nos ha ido ofreciendo con el paso de los años, les diré que resultó un excelente concierto de auténtico jazz ejecutado por un cuarteto que aunque joven todavía, se puede vislumbrar un futuro muy prometedor. Marcus Strickland deja fluir las maneras de aquellos maestros en cuyas fuentes ha bebido, como puedan ser John Coltrane, Sonny Rollins o el mismísimo Wayne Shorter. Escuchándole, no te puedes sustraer al recuerdo de esos y otros maestros del saxo pero al tiempo, no tienes por menos que reconocer que él mismo comienza a tener ya maneras de “maestro”. Tras presentar a su habitual cuarteto integrado por su hermano, E.J. Strickland, a la batería; el contrabajista, Ben Williams, y el pianista, David Bryant, Marcus interpretó su primera pieza: “Surreal”. Un tema con mucho “swing” y protagonismo del soprano como voz-guía, para que todos desarrollaran sus conocimientos musicales. A continuación, otra pieza rítmica en la que destacó el baterista E.J. Strickland, dejándonos una primera muestra de sus finas habilidades para con la percusión.

Con el saxo tenor, Marcus nos deleitó con una primera balada, “A Memory’s Morn”, que cierra su precioso disco dedicado a esa especialidad titulado “Of Song”. De nuevo, a destacar el claro dominio de E.J. con los platos de su batería, con los que fue introduciendo ricos matices. A ella le siguieron dos piezas con mucho “swing” como “Arnold found” o “Prince”, antes de regresar a otra balada, “Dann”, con nuevo protagonismo para el saxo soprano.

Y dos “obuses” rítmicos para llegar al final de un concierto grande. El primero, “Set free”, en el que cada uno de los músicos del cuarteto tuvo su momento de gloria. Y tras ello, “Prince of darkness” (composición de Wayne Shorter), en la que todos brillaron de manera definitiva con un E.J. Strickland introduciendo ricos matices con los platos, mientras su “finura interpretativa”, al menos a mí, me atrapaba sin remedio. ¡Esto es jazz. Sí señor! El público les alagó con un largo aplauso de 5 minutos, que los músicos agradecieron con su presencia y varias reverencias. Un concierto que muchos de nosotros no olvidaremos, por su alta calidad. Es cuestión de opiniones.



Un descanso de 15 minutos para dar tiempo a cambiar instrumentos y se nos anuncia el segundo concierto, a cargo del cuarteto que lidera el contrabajista, Avishai Cohen, que apareció en el escenario con su pianista, Shai Maestro, y el percursionista, Itamar Doari, con quienes atacó su primera pieza: “Leolam”. Ésta y todas las que compusieron su programa oficial para Jazz San Javier pertenecen a su reciente disco "Aurora"; un compendio de encuentros de las propias raíces de Cohen, junto con otras vivencias musicales y personales por todo el mundo en las que el contrabajista se ha curtido.



Cohen –que nació en 1970 y se inclinó, al principio, por el piano hasta que escuchó a Jaco Pastorius- atrapó de inmediato al auditorio del Parque Almansa. A renglón seguido, otra pieza, “Shenei Shoshanim”, que nos situaba en cualquier punto de Oriente Medio sin remedio, con la participación en la voz de Karen Maika, quien también aportaba matices percusivos al tema. Y continuidad, a modo de una especie de “suite”, con comienzos aflamencados tras gritar Cohen “España ganadora” -refiriéndose a la final del Mundial de Fútbol, que el auditorio al unísono agradeció y aplaudió-, esta segunda pieza fue una fusión descarada de estilos entre el flamenco, los ritmos caribeños y el jazz fruto, todo ello, de su ya dilatada trayectoria musical por Norteamérica y el haber tocado con músicos como Danilo Pérez, Bobby McFerrin o el mismísimo Chick Corea, con cuya banda Cohen participó en la tercera edición de este Jazz San Javier. El contrabajista israelí realizó una demostración de cómo sacar un magnífico partido a su instrumento, complementándose espléndidamente con el percusionista Doari y completando todo ello con las voces de Karen, la suya propia y los toques del piano que introducía Maestro. Avishai interpretaba en hebreo, inglés o ladino. Son los resultados de un cruce de culturas, en cuyas creaciones Cohen y sus compañeros de viaje musical cuentan historias como la de los beduinos del desierto, de la libertad, la juventud o el amor.

La música que hoy por hoy está experimentando Avishai Cohen está en otras fronteras antes exploradas por otros músicos que, tal vez sin tanta fortuna por las cláusulas que los sellos discográficos han venido imponiendo en las producciones, Cohen ha resuelto de manera satisfactoria –al menos de momento-, con la creación de su propio sello denominado Razdaz Recordz, en 2003, en el que durante siete años ha ido cultivando estas culturas que hoy dan su fruto.

Con “Aurora”, continuó “embobando” a un auditorio que permanecía atentísimo a las ejecuciones de esta formación en cuarteto que lidera el contrabajista israelí.
Karen Maika abandonó momentáneamente el escenario para que el trío inicial desarrollara una larga creación de Cohen –como todas las de este concierto- titulada “Alon Basela”, en la que el pianista, Shai Maestro, dejó constancia clara de su férrea formación clásica en la introducción de la partitura.

Cohen continuaba “jugando” con el contrabajo sacándole sonidos desde las cuerdas hasta la caja y haciendo “guiños”, una vez más, a temas de siempre del repertorio latino, como “Bongosero”. Las fusiones siempre han sido bienvenidas en San Javier y este concierto de “ricas fusiones musicales” del contrabajista judío no iba a ser menos. Hasta me atrevería a indicar que más novedosas que otras anteriores, aunque no desconocidas para el selecto aficionado que acude cada noche al Parque Almansa.
Así acabó su concierto tras algo más de hora y quince minutos.

Tal fue el entusiasmo y ganas que el auditorio le echó a las palmas y silbidos, que Avishai Cohen retornó al escenario para con solamente el acompañamiento de su contrabajo, regalarnos una original versión de la inmortal canción de Violeta Parra, "Alfonsina y el Mar". Cohen hizo salir al resto de la banda, para atacar otro tema del Caribe: “Vámonos p’al monte”. Fue definitivo para que todo el auditorio se arrancara por palmas y bailaran al son de la pieza. Tal vez si el contrabajista hubiera interpretado estas partituras antes, el concierto hubiera resultado de otra manera; no menos brillante, pero sí más festiva que hasta ese momento. El pianista recordaba, en su forma de tocar, a otro querido gran músico: Michel Camilo. La fiesta del fin de semana estaba servida y el Parque Almansa era el recinto en el que todos, al compás, acompañaban al combo con sus palmas y coros. Y dos bises más, para culminar un final delicioso de un concierto singular.

EL ANECDOTARIO

Hoy les voy a trasladar una queja de los fotógrafos porque, además, es muy graciosa. Desde que comenzó este año el Jazz San Javier, no sólo están los fotógrafos, sino también los cámaras de 7 Región de Murcia, que graban cada concierto para su posterior emisión. Pues bien. De todos ellos, los que se convierten cada noche en "protagonistas" de la mayoría de las fotos que hacen los gráficos para Prensa son ¡ ESOS CÁMARAS ! Especialmente, el que queda hacia la izquierda del escenario si nos colocamos frente al mismo. Me han comentado tres fotógrafos que el citado cámara "no debe saber, o lo ha olvidado", que existe un botón que acciona el zoom, para acercar o alejar cada plano según convenga al realizador. Este compañero de la televisión, por contra, hace él mismo de zoom, acercando o alejando su cuerpo cámara al hombro. ¡ Es divertidísimo el contemplarlo ! La verdad es que en el lugar que me ubico puedo verlo con mayor claridad pero, hasta que me lo contaron los fotógrafos, NO ME HABÍA FIJADO. Bueno. Espero que algun alma caritativa se lo indicará y, cómo no, reinará la armonía entre todos los que "curramos" durante el Jazz San Javier. No puede ni debe ser de otra manera.

En suma, que esta tercera jornada de Jazz San Javier 2010 nos posibilitó una noche de absoluto disfrute musical, con dos estilos bien diferenciados aunque sin perder de vista el jazz, como nexo de unión entre ambos. Una sesión para los “pata negra” del género en la que, además de la ortodoxia, también hubo ricas fusiones.


La autora de las fotografías es Marta Pinilla Aldaraví.


FIESTA DE JAZZ EN EL CARIBE


Cuba siempre es noticia. Estos días, además, ha vuelto a ser foco de atención en el plano político debido a las mediaciones que se estaban realizando entre Iglesia y el régimen castrista -y en las que el gobierno de España iba a ayudar-, para que se liberara al mayor número de presos políticos; sobre todo, aquellos que se encontraban en unas condiciones de salud delicadas o graves. Y como hemos podido conocer, las conversaciones han tenido éxito y se ha liberado algo más de la cincuentena de esos presos con el añadido de que Fariñas (que mantenía una huelga de hambre como protesta y que se encontraba ya en una situación más que de límite, en cuanto a su salud), tras conocerse esa decisión, abandonaba su actitud.

¿Y dónde encaja todo esto, en relación a lo queremos contar en cuanto a la música? Pues que los protagonistas de nuestra historia musical son cubanos y que, además, todo ha ocurrido estos días en los que se encuentran de gira por España. Se trata del pianista, Chucho Valdés, y su nueva banda a la que llama los Mensajeros Afrocubanos. Están regalándonos un adelanto del nuevo disco del pianista titulado "Chucho's Steps ("Las pisadas de Chucho")", que verá la luz el próximo mes de agosto. Hasta ese momento, aquellos que hayan tenido el olfato o el acierto de comprar una entrada para alguno de los conciertos que está dando por España, como el ofrecido en Jazz San Javier, pues está de enhorabuena ya que ha disfrutado de ese adelanto. Pero contemos qué ocurrió en San Javier (Murcia).

No diré nada nuevo, si afirmo que Chucho Valdés es uno de los exponentes máximos de la música cubana, además de uno de los pilares del denominado "jazz latino". Tampoco descubriré aspectos nuevos de su cátedra, pero intentaré describir al lector qué significó su concierto en el XIII Festival de Jazz de San Javier, al que regresaba tras participar en su edición número nueve.
Aquello fue una auténtica fiesta. Porque Chucho y sus muchachos llegaron dispuestos a que el público disfrutara en todos los sentidos: el musical y el festivo. Y, como no podía ser de otra manera, lo lograron una vez más.

"Misa negra" (el mítico tema de Chucho estrenado por primera vez con el grupo IRAKERE) fue la presentación musical de un concierto que en estas primeras notas, nos situaba en la Cuba más tradicional. Esa Cuba que muchos de nosotros conocemos más por el cine, que por haber tenido la posibilidad de haber estado en ella. Es esa isla del Caribe que huele a ron y mojito; la que suena a boleros y cha, cha, chás. La Cuba del "Tropicana", en cuyo escenario han tocado generaciones de excelentes músicos como el padre de los Valdés: Bebo.

Pues bien. Una vez ya situados, los Mensajeros Afrocubanos tomaron un pasaje de "Un americano en París"; unos compases de música clásica; ritmos caribeños y africanos; un último toque de estructuras de jazz, lo batieron todo perfectamente y el resultado fue "Danzón", una de las piezas que podremos encontrar en ese nuevo disco de Chucho Valdés. Y como la cosa ya comenzaba a calentarse, pues había que echar más leña al fuego. Y para ello, nadie mejor que Mayra Caridad Valdés, hermana de Chucho, que cuenta con un prodigio de voz y de presencia escénica como para adentrarnos en la tradición "yoruba" cantándole a "Obatalá" que en la santería se sincretiza con la Virgen de las Mercedes.

Su canto fue definitivo, para que todo el auditorio del Parque Almansa se entregara sumiso a estos placeres. Pero antes de ello, Chucho y sus Mensajeros Afrocubanos nos habían deleitado con un homenaje a la familia Marsalis, a través de "Nueva Orleans", en la que Valdés recoge una amplia muestra de los estilos que conforman el sonido de esa ciudad del Mississippi. Otra partitura que nos devuelve a los ritmos afrocubanos, "Yansá", antes de que Chucho Valdés nos presentara su readaptación o visión sobre el clásico de Cole Porter, "Begin the beguine", y que para su nuevo disco ha titulado "Begin to be good". Lo destacó el pianista cubano pero, para mí, no sólo fue así si no que además, me trajo el recuerdo del desaparecido Dizzy Gillespie por su forma de tocar y cómo inflaba los músculos bucinadores de la cara para tocar la trompeta: se trata del magnífico músico cubano, Reinaldo Malián, a quien podemos ver en la siguiete foto de Marta Pinilla, en un momento en el que interpretaba con la corneta.

Hay más homenajes en "Chucho's steps", como el que tributa al también desaparecido teclista, Joe Zawinul, en "Zawinul mambo". Todo un derroche de imaginación musical el que nos presenta Valdés que respeta los sonidos del teclista pero, al tiempo, los adapta a su terreno caribeño del que no puede ni quiere renunciar.

Para rematar la noche, Chucho y sus Mensajeros Afrocubanos dejaron aún piezas definitivas, como “Los Pasos” o “Los caminos”. Aquello resultó contundente para que todo el mundo rindiera pleitesía a estos grandes músicos, que transmitían su alegría a los presentes y les hacían sus cómplices. A pesar de que era la noche del jueves, el auditorio pedía más y el catedrático Valdés lo concedió.

Había que animar aún más esa fiesta y Chucho solicitó a todos que bailaran. El parque Almansa se transformó en una pista de baile, a los sones de “San José”, con una Mayra Caridad que animaba al respetable, les levantaba de sus asientos (si es que quedaba alguno en esa posición) y bailaba con ellos desde el púlpito de apenas metro y medio sobre la primera fila de butacas. La locura se apoderó de todos los presentes y el foso se quedó pequeño. Tan animados estaban que el grupo no tuvo más remedio que volver a salir, pero esta vez lo hizo hasta el más reciente vástago de Chucho, Julián, de cuatro años de edad, que sentado al piano junto a su padre también animaba a los presentes, con una pieza en la que los ”güiros” se convirtieron en protagonistas y con la que finalizaba, definitivamente, el concierto. De nuevo, toda la banda agradecía la asistencia, mientras Chucho lanzaba un pronóstico para el domingo, día 11, en la final futbolística entre Holanda y España: “España 2, Holanda 0”. Dios le oiga, señor Valdés.


Todas la fotos están hechas por Marta Pinilla Aldaraví.