domingo, 25 de julio de 2010

LAS DAMAS DEL BLUES PONEN BOCA ABAJO SAN JAVIER.

En Norteamérica, sus ciudadanos están deseosos de que llegue el fin de semana hasta tal punto que existe, entre otras muchas, una máxima que reza: "¡Por fin ya es viernes!". Esa frase encierra muchas cosas. Por ejemplo, que se acaba el trabajo y comienza el descanso hasta el lunes. O que muchos hacen planes para salir y divertirse, sin preocuparse del trabajo y otras cuestiones; tan sólo hay que divertirse. Pues bien. Esta acepción última nos vale para dibujar el resultado de la noche del viernes 23, en la doble jornada de Jazz San Javier. Una primera parte de verdadero "escándalo" musical y de dominio de los instrumentos protagonizada por el saxofonista, James Carte y su Quinteto.

James Carter salió al escenario mostrando una enorme alegría en su regreso a esta cita veraniega a orillas del Mar Menor, que fue correspondida por todo el auditorio con aplausos, risas y silbidos amables. Y como a lo que había venido era a ofrecernos un concierto, pues la música hizo su aparición con una creación del propio Carter titulada “Bossa J.C.”, creando la magia que ya en su primera visita logró Carter y su banda en el auditorio de Jazz San Javier. El saxofonista –que ya conoce a este público- quiso premiarles desde el primer instante y atacó, en solitario con su saxo, el tema de Django Reinhardt “Nuages”. ¡Qué versión más original de este clásico! A destacar, de manera especial, el trompetista Corey Wilkes (que sustituía al anunciado Dwight Adams), o el pianista Gerard Gibbs.

Con “Shadony sands”, el quinteto creó una atmósfera musical policíaca, como si estuviésemos viendo una peli de gansters y polis, con un duelo entre trompeta y soprano en el que el piano jugaba un papel arbitral que ponía las situaciones en su justa medida. La sordina de la trompeta acentuaba ese ambiente de gánsteres y detectives a los que aludíamos, con un sonido de conjunto que completaba el envoltorio para ser creíble.

Este quinteto del saxofonista James Carter está compuesto por el pianista, Gerard Gibbs; Corey Wilkes, como hemos indicado antes, a la trompeta; Ralph Armstrong, al contrabajo –por cierto, en esta pieza, con un dominio absoluto del arco-; y el simpático baterista, Leonard King.

“Is that so” fue una excusa para que Carter demostrara su técnica con el tenor sacándole sonidos más propios de un instrumento de percusión. Si escuchas con atención, te das cuenta, descubres avances en James Carter y su grupo, en relación a su anterior visita dos años atrás. Los aficionados apenas pestañeaban para no perder detalle, pero sabían premiar cada tema que el quinteto interpretaba para conformar su concierto en Jazz San Javier.

James Carter lo había anunciado previamente y las primeras notas del piano, nos lo confirmaba: “In a sentimental mood”, pieza clásica del añorado Duke Ellington, inundó la noche de verano que había amenazado tormenta. Balada muy conocida en la que brillaron el piano, con un Gerard Gibbs que dedicó una extensa parte de su solo a las notas altas del teclado con su mano derecha. Corey Wilkes reiteró su dominio con la trompeta y James Carter hizo lo propio con la flauta, otro de los instrumentos en los que se mueve con mucha agilidad y dominio. El final lo puso otra partitura del propio Carter titulada “J.C. on the set”, con la que el quinteto ponía el punto y final a su programa oficial. ¿Era todo? Todos queríamos pensar que no.

El público insistía en su regreso al escenario, lo que hizo para saludar e indicar que esperaban los músicos protagonistas de un gran concierto de blues y, saludando, se despidió reiterando las gracias. Pero el auditorio hacía valer su deseo de un bis musical. Tardó tres minutos en rendirse a lo evidente. Con el acompañamiento del contrabajista, Carter y su tenor interpretaron otra pieza más que además de grandiosa (fue una demostración en toda regla de su magisterio interpretativo) resultó graciosa, simpática e improvisada. Los aficionados, puestos en pié, aplaudían sin descanso premiando un concierto que también pasará a la historia del festival, como uno de los destacados de todas estas ediciones. Y es que James Carter y sus músicos han crecido tanto que tienen más cerca a los Dioses del Olimpo. Grandioso.


La segunda parte -esa que Carter insistía en que el auditorio se dispusiera a vivir- fue una auténtica fiesta en toda la amplia extensión de la palabra. En la pasada edición de Jazz San Javier, la Historia Viva del Blues de Chicago triunfó de tal manera, que para esta edición 2010 se ha repetido en cuanto a los músicos, pero no así en las voces. Nos llegaba “Women of Chicago Blues”. Y les puedo asegurar que el recibimiento fue apoteósico. Por dos razones. La primera es que el quinteto de James Carter ya había dejado al público muy animado. La segunda es que, lo reitero una vez más, el blues es un género muy bien acogido en este festival y con la magnífica experiencia del año anterior, el éxito estaba prácticamente asegurado.

La banda atacó las primeras notas de “Wet Match” y Graná Louise apareció simpática y grandiosa sobre el escenario, olvidándose de sus sandalias y liberando ese torrente vocal que atrapó al instante a todos los presentes. Sin mediar más palabras, Graná y el grupo de músicos integrado por el guitarra, Billy Flynn; Raphael Wressnig, piano y Hammond B3; Felton Crews, bajo eléctrico; y el baterista, Kenny Smith, abordaron “Smokestack lightning”. Pero uno de los momentos más grandiosos llegaría con la versión del inmortal “Summertime” (uno de los números musicales más populares de “Porgy & Bess”, de Gershwing), que arrancó los enfebrecidos aplausos de un auditorio entregado. La despedida de Graná Louise fue al compás de “Where you been” y sacando a bailar a algunos de los varios aficionados que se agolpaban al borde del escenario en el ya famoso foso del auditorio.


Pero ahí no acababa la fiesta. Porque Billy Flynn anunció a Deitra Farr, otra de estas tres Damas del Blues de Chicago, quien a los primeros acordes de “When they really love you” apareció en escena. La banda sonaba compacta, como en su anterior visita a Jazz San Javier, y las notas inundaban un auditorio que bailaba al compás de las mismas. Le siguió “Bad company” y “Anywhere but here”.


Deitra es una consumada cantante, además de una experta periodista -mantiene una columna titulada "Artist to Artist", en el Living Blues Magazine- , finalizó su intervención en esta fiesta blusera con “My turn, my time”. Los aficionados, para entonces, andaban flotando en una nube de absoluta felicidad y muchos de ellos rezaban para que aquello no acabara.

Y fue entonces cuando llegó el turno para Zora Young, que tras lanzar unos cuantos besos al respetable regalaba “Love of mine”. Tras indicar que hacía mucho calor, el blues lento apareció con “Toxic”, para hacer posible un pequeño descanso en tanto frenesí rítmico y para que pudiéramos apreciar las bases “gospel” en las que, sin ningún género de duda, Zora bebió en sus comienzos.


Pero de inmediato retomó la fiesta con “”Pity party” y acabó con “Daughter of a son of a gun”. El delirio se había logrado entre el público y entonces, el final de esta fiesta llegó con un clásico del “soul”, “Baby I love you”, en el que Zora Young era la solista y Graná Louise y Deitra Farr hacían los coros. Aquello sonaba a coro celestial y todos nosotros estábamos en el Paraíso. No se podía pedir más. O sí. Porque el auditorio no tenía ganas de marcharse a la cama. Era viernes noche y al día siguiente, muchos no tenían que madrugar. Así es que las palmas y los coros de “otra, otra” no se hicieron de rogar.

La banda comenzó “Queen bee” y las tres reinas aparecieron de nuevo en el escenario cantando esa pieza tan recordada, en la que el auditorio coreaba la canción, bailaba y se movía frenéticamente al compás de esa música. Parecía como si estuviésemos un domingo por la mañana, en los oficios de una iglesia evangélica y el coro entonaba un cántico que a todos nos contagiaba. Con un “os queremos”, se despedían de Jazz San Javier las Damas del Blues de Chicago. ¡Qué noche, madre. Qué noche!

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