martes, 26 de julio de 2011

EL TRASBORDADOR HIROMI Y LA CONTAGIOSA ALEGRÍA DE LOS PETERSON

Hiromi transmite su vitalidad al auditorio
La penúltima jornada de Jazz San Javier en su XIV edición, nos ha dado la oportunidad de volver a disfrutar y, sobre todo, comprobar la evolución de la pianista japonesa, Hiromi, que presentaba su nuevo disco en el mercado titulado “Voice”. Después, como suele ocurrir en cada doble jornada, decorado totalmente diferente y, si cabe, más festivo, para acoger a otro guitarrista que regresa a esta cita veraniega en San Javier: Lucky Peterson. Dos grandes, cada uno en su parcela, para otra noche de sábado en el auditorio del Parque Almansa sede de Jazz San Javier, en la que los aficionados fueron transportados en un transbordador al espacio para, más tarde, regresar a la tierra del blues.

Hiromi es una pianista que en San Javier se ha hecho de querer y respetar. Cada una de sus visitas a este escenario ha sido un descubrimiento y, como indicaba anteriormente, los aficionados y la crítica hemos podido comprobar sus evoluciones musicales que cada vez más, nos han mostrado a una Hiromi grandiosa en sus concepciones, en sus creaciones y en sus ejecuciones. Nunca, en sus visitas, ha repetido grupo aunque siempre mantiene el formato de trío. En esta ocasión, le acompañan el gran bajista neoyorkino, Anthony Jackson, y el baterista londinense (forma parte del grupo Toto), Simon Phillips. Y apareció en el escenario, como en las ocasiones anteriores, de manera modosa. Se sentó sobre el piano, respiró, se frotó las manos suavemente y atacó el tema que da título a su nuevo disco: “Voice”. Fue la primera gran ovación de la noche de un auditorio que le es, insisto en ello, muy fiel.

Anthony Jackson
Con su también acostumbrada y sencilla manera de dirigirse a este público, Hiromi expresó sentirse muy feliz de regresar a San Javier para poder regalar su música. A continuación, nos presentaba a su nuevo trío con el que continuó el concierto a través de “Now or never” (“Ahora o nunca”), que provocó nuevos aplausos en los solos de cada uno de estos grandes músicos. Hiromi sabe combinar las piezas de un concierto y así, después de dos temas rítmicos, nos dejó otro algo más relajado titulado “Delusion”, con el que el público reiteró su entrega (en los solos y al final de la pieza) con otro largo aplauso.

La delicadeza y sensibilidad también son características de la pianista japonesa
Prácticamente todo el concierto que nos ofreció Hiromi estuvo formado por las creaciones de su nuevo disco, como “Flashback”. La pianista japonesa es un verdadero torbellino musical. Lo demuestra de manera natural constantemente y así la han calificado algunos de sus profesores en la Bercklee, como el bajista Richard Evans o Ahmad Jamal. Su formación clásica transpira en cada composición de Hiromi, pero no solamente ésta; también fluyen otras corrientes musicales en las que la pianista ha ido desarrollando su trayectoria. Según ella misma ha indicado, el componer es lo que le apasiona y cada lugar de los que visita le sugiere una música.
Una pieza tan clásica como la “Sonata para piano” de Beethoven, Hiromi la convierte en una balada de jazz de las que podemos escuchar en cualquier club del mundo. Un disfrute en toda la extensión de la palabra, pero es que Hiromi se escapa de toda lógica colocándose a años luz de lo razonablemente normal. Verla interpretar es contagiarse de su alegría, de su actitud vital. Y el auditorio del Parque Almansa lo ha hecho en cada ocasión que Hiromi ha pisado su escenario. Para corroborar lo que les cuento, la pianista japonesa interpretó un solo que dejó al respetable ensimismado.

Simon Phillips demostró su capacidad creativa durante casi diez minutos
Hiromi y Anthony Jackson atentos a las evoluciones de Phillips
El final a este concierto del trío de Hiromi lo puso “Dancando no paraíso”, tema de su primer disco y con el que la intérprete y compositora japonesa culminaba otro concierto pletórico y sorprendente para propios y extraños. Y más sorprendidos quedamos todos cuando creyendo que el concierto había terminado, el baterista Simon Phillips inició un solo por espacio de nueve minutos y medio, que puso al público en pie; incluso se escucharon aclamaciones para Phillips como “¡Máquina!”, que el respetable avaló con sus aplausos. Con el retome de la pieza a ritmo de salsa, la actuación finalizó con todo el auditorio puesto en pie, aplaudiendo  y reconociendo la inmensa categoría de estos tres músicos y pidiendo, insistentemente, su regreso inmediato al escenario para continuar disfrutando de esa maravilla de la naturaleza. No tuvo que hacerse de rogar demasiado, porque interpretar es energía para esta pianista nacida en 1979 en Shizuoka, Japón. Regresó al escenario haciendo unas fotos con su máquina compacta al auditorio, sonriendo y haciendo gestos con los dedos de “sois los mejores”, que el público acogió con la misma simpatía con la que Hiromi hacía sus fotos. Y una vez cumplido su deseo, el piano volvió a sonar con el acompañamiento de Anthony Jackson al bajo eléctrico de seis cuerdas, y la batería de Simon Phillips. La pieza escogida fue “Summer rain”, con la que la pianista japonesa colocaba un broche espectacular a un concierto que se confundía con el firmamento. Demasiado para una noche en la que todavía no había parado el frenesí.

Anthony Jackson, Hiromi y Simon Phillips
Porque la segunda parte de esta penúltima jornada de Jazz San Javier volvió a los terrenos del blues con el también regreso, por tercera vez en San Javier, del que denominan el “Príncipe” del género: Lucky Peterson. Con unos pocos años más y bastantes kilos ganados en ese tiempo, Lucky Peterson ya puso al personal sobre el foso nada más pulsar las primeras teclas del Hammond B3. La fiesta estaba, pues, asegurada y no digamos el espectáculo puro y duro que este guitarrista, organista y cantante proporciona en cada uno de sus conciertos. Si además el auditorio está predispuesto de antemano, pues el resultado final casi está asegurado.

Lucky Peterson animando al auditorio de San Javier
Esas primeras notas y preguntas sobre “Are you ready?” de Peterson ya predispusieron al personal para entrar en materia. Así es que comenzó a sonar “Lost the right”, que arrancó los primeros pasos de baile y las palmas de acompañamiento. Sin apenas respirar, Lucky Peterson atacó “Darling forever” desde el Hammod B3 sacándole esos sonidos que tan sólo este tipo de instrumento proporciona, para crear un “clímax” singular y único en el mundo. El ambiente ya estaba caliente y en ese instante, Lucky Peterson se decidió por la guitarra y arrancó de sus cuerdas excitantes notas de blues, que enervó más si cabe al auditorio. Tanto entusiasmo se vio premiado con un paseo de Peterson por las gradas, haciendo parada en una de las localidades que habían quedado vacías al agolparse muchos aficionados en el famoso foso. Desde allí, Lucky Peterson cantaba sin micrófono al público que seguía animándolo y participando con él de su espectáculo. Y fue en ese instante cuando su esposa, Tamara Peterson, apareció en el escenario contestando a las “plegarias” musicales de Lucky. Se pueden imaginar cómo fue el recibimiento que este auditorio de Jazz San Javier dispensó a Tamara.

Tamara Peterson aclamada por el público
Ya en el escenario ambos, el show podía desarrollarse con todos sus protagonistas en escena para continuar con más blues a través de “Trouble”, “Dust my broom”, “I’m back again” y, en fin, la locura colectiva en plena efervescencia. El repertorio se iba confeccionando sobre la marcha, en función de cómo respondiera el público. Pero ya se sabe que en San Javier todo es posible, en cuanto a lo positivo. Esto es, que a este público “no se le puede tocar las palmas”, porque se arranca y de qué manera. Y viendo los resultados obtenidos hasta ese momento, los Peterson y los chicos de su banda -el baterista Raúl Valdés, y el bajista Mike Nunno- decidieron continuar con un pequeño homenaje a Stevie Wonder, a través de “Signed, sealed, delievere I’m yours” y “Sir Duke”.

Lucky Peterson entre el público dirigiendo el concierto
La locura. ¡Y sábado en la noche! El personal no tenía prisa alguna. Así es que sonaron otras piezas, hasta llegar al final apoteósico con otro recuerdo para un dúo musical que marcó un punto y aparte: Ike & Tina Turner. El tema no podía ser otro que “Proud Mary”. Lucky y Tamara hacían el dúo principal y el público los coros, desde el lugar del auditorio en el que se encontraran. Fue una comunión solidaria entre músicos y público. “Os queremos. Gracias. Adiós” dijeron por sus micrófonos. Pero lo he destacado unas líneas atrás: era sábado en la noche y sobraba el tiempo. Allí nadie se movía y sí se aplaudía y silbaba con insistencia, para que regresaran al escenario a seguir esta fiesta del blues, de la música que nos estaban regalando Lucky y Tamara Peterson con su grupo.

Raúl Valdés y Mike Nunno son la sección rítmica
Y vaya si volvieron. Porque los Peterson han sido muy generosos en sus dos anteriores visitas a Jazz San Javier. En consecuencia, ¿por qué no lo iban a ser en esta tercera ocasión? Pues como era de esperar, su vuelta se realizó con las notas de “Smokestack libation” y, para culminar, homenaje también a Michael Jackson.

La sensual Tamara Peterson
En resumen, una noche sensacional en la que los aficionados tuvieron dos partes diferentes pero de fuertes emociones y mayor altura musical. Primero con la pianista nipona Hiromi, que volvió a “entregarse” literalmente a este público de Jazz San Javier con un concierto sorprendente (personalmente creo que es de lo mejor que ha pasado en esta XIV edición del festival), en el que ha reiterado su progresión constante en la composición y ejecución de su música. Después de esta exquisitez musical, la diversión y el espectáculo en estado puro con Lucky y Tamara Peterson que cubrieron todo el auditorio del Parque Almansa con una lona musical que resguardaba al público del más mínimo indicio de aburrimiento y decepción. Menos mal que tenemos siete días por delante, para que lleguemos a la jornada de clausura y los cuerpos y mentes pueden recuperarse de tantas buenas y brutales sensaciones.Les prometo contárselo, como de costumbre, porque si esta noche ha sido “bestial” (y me permitirán este calificativo), la de la clausura no anda muy lejos. Sus protagonistas serán el septeto parisino, Pink Turtle, y el cantante inglés Chris Farlowe, con The Norman Beaker Band. Procuren descansar y recuperarse, para ese momento. Yo lo estoy haciendo.

Todas las fotografías son obra de MARTA PINILLA ALDARAVÍ


Lucky y Tamara Peterson supieron alegrar al público con su música

LA ELEGANCIA DE SCOFIELD Y LA ENERGÍA DE ERIC BURDON & THE ANIMALS

El cuarteto de John Scofield
La décima noche del XIV Festival de Jazz de San Javier fue otra de las dedicadas a la guitarra y más concretamente, al homenaje que este año el festival rinde al desaparecido Gary Moore. Ya hemos tenido a Lee Ritenour, Albert Lee o Elvin Bishop. El guitarrista de esta décima jornada en Jazz San Javier era John Scofield. La segunda parte de esta noche mágica, en la que el auditorio del Parque Almansa registró otro lleno, estuvo dedicada al cantante inglés, Eric Burdon & The Animals, que recibió el Premio del Festival por toda una vida dedicada a la música. Fue una noche en la que los aficionados salieron más que satisfechos, con un recuerdo para toda su vida.

El guitarrista John Scofield llegaba a San Javier precedido de una expectación por parte de los aficionados, ya que era su primera visita a este festival. Y lo ha hecho con la maestría que suele poner en todas sus actuaciones, pero también con un cuarteto “de lujo”. Mulgrew Miller, al piano; Scott Colley, en el contrabajo; y el baterista, Bill Stewart. Cualquiera de los cuatro tiene el suficiente empaque como para liderar un grupo, aunque los cuatro tienen una característica común: les gusta la improvisación y mezclar en ella todo tipo de música. Y vaya si dieron muestras del por qué están considerados entre los mejores, con la primera pieza de Scofield titulada “Ten taken” que sirvió, entre otras cosas, para terminar de acomodar al público en sus localidades.

Mulgrew Miller

Una vez que todo estuvo ajustado, Scofield y sus amigos atacaron “sin piedad” un clásico del gran Charlie Parker, “Steeplechase”, que colocó a cada cual en su sitio y arrancó los aplausos durante y después del tema. Tras ello, Scofield presentó al grupo y expresó el agrado de los cuatro músicos por poder tocar jazz en San Javier. También invitó a que los aficionados que lo desearan podían hacerse con su último cd –se podía adquirir en el vestíbulo de la entrada-, tras lo que presentó otra pieza de su cosecha; una balada titulada “Simply put”, que repartió un poco de tranquilidad tras el rítmico tema de Parker.

 
Scott Colley

John Scofield posee un largo historial como guitarrista, ya que desde los doce años está dedicado a ella. Como muchos jóvenes de su tiempo sus preferencias se localizaban en el blues y rock. Pero cuando conoció el jazz le gustó tanto, que se trasladó a la Beklee de Boston para estudiar guitarra de jazz con dos de los mejores de los 60: Jim Hall y Mick Goodrick. Y pronto se dieron cuenta otros músicos de su manera de tocar; de cómo asimilaba todo lo que se le enseñaba con rapidez. Su primera oportunidad fue con el vibrafonista, Gary Burton, y después con Gerry Mulligan y Chet Baker. Pero el baterista Bill Cobham fue quien le invitó a sumarse a su grupo de jazz-rock en 1975. Después tocaría con el gran Charles Mingus y con el grupo del teclista George Duke, hasta recalar en el grupo de Miles Davis, con el que Scofield descubrió que se podía hacer música funky e improvisarla a la vez. Ello abrió unas fronteras infinitas para Scofield, como demostró en su siguiente pieza: “Slinky”.

Como todo músico, John Scofield ha ido madurando con el paso de los años como se puede comprobar a través de sus discos, entre los que el público recuerda con mayor agrado “Time on my hands” o “Quiet”. El concierto que Scofield ofreció en San Javier tuvo una base más jazzística de lo que acostumbra a interpretar en otros escenarios –el formato mismo de cuarteto, así lo atestiguaba- dejando más de lado la fusión (aunque tuvo sus momentos rockers) y dedicándose más a la guitarra de jazz (si se quiere denominar así, para que el lector se pueda hacer una idea), como el camino que este guitarrista escogió para su primera visita a Jazz San Javier. Otra muestra de lo que indico fue el tema “Woody ‘n You”, esa preciosa balada de Dizzy Gillespie que grabó junto a Coleman Hawkin y dedicada al clarinetista, Woody Herman quien, por cierto, nunca la grabó.

Y de nuevo, otra pieza de Charlie Parker: “Relaxin’ at Camarillo”. Otro motivo para que el público reconociera la maestría del cuarteto que lidera John Scofield, así como una pieza en la más pura tradición del jazz norteamericano, que compuso en 1932 Víctor Young para Bing Crosby (quien le puso la letra y la grabó) titulada “I dont stand a ghost of a chance with you”

                                   
John Scofield

Bill Stewart

Con “Groove elation” finalizaba su concierto John Scofield recibiendo los aplauso de las más de dos mil almas que llenaban el auditorio del Parque Almansa, que pedían más. Y hubo más, con una pieza titulada “The Guiness Spot”, que el auditorio también supo premiar como mereció el estupendo concierto que ofreció John Scofield y su cuarteto de grandes estrellas del género, como son Mulgrew Miller, al piano; Scott Colley, en el contrabajo y el baterista, Bill Stewart. Ellos hicieron posible que se pudiera ver y escuchar, repito, al John Scofield más jazzístico. Gracias por habernos dejado ese recuerdo imborrable.

                               
Eric Burdon & The Animals
La segunda parte de esta décima jornada tuvo otro tinte; otro decorado pintado con fondo de blues y rhythm & blues británico. Su protagonista, Eric Burdon & The Animals. Historia viva de la música pop y rock contemporáneos que a pesar del protagonismo que The Beatles dieron a la década de los 60 del pasado siglo XX, otros nombres como Eric Burdon también tuvieron sus parcelas de éxitos y de gloria. Y por ello, Jazz San Javier le ha otorgado en esta su XIV edición, el Premio del Festival a toda una vida.


Detalle del Premio del Fetival y Símbolo del Mar Menor
The Animals iniciaron el concierto con los primeros acordes de “When I was Young”, que dispuso al auditorio a disfrutar durante las dos próximas horas de viejos y queridos temas con la fuerza que siempre ha dado Burdon a sus interpretaciones. Sin mediar respiro alguno, Burdon y su grupo atacaron “Don’t break me down”. El público ya se mostraba entregado y tras un breve momento para secarse los primeros sudores, otro de sus éxitos indiscutibles a ritmo de “reggae”: “Don't Let Me Be Misunderstood”. Bueno, el auditorio comenzaba a echar chispas y los aficionados ya conformaban el coro de estos Animals.

Y llegaron más piezas que iban subiendo la temperatura del auditorio, tales como “San Francisco nights”, “Before you accuze me” o “Boom, boom/Let it rock”. El foso –que durante la primera parte había quedado inmaculado-, se llenó de aficionados que deseaban acercarse a Burdon y sus chicos. Como buen “bluesman”, no podía faltar uno de los más emblemáticos blues del añorado Ray Charles: “I believe to my soul”. Con una entrada del pianista, Red Young en el más puro ambiente sureño, esta pieza de Ray Charles sonó tremenda.

Eric Burdo y Billy Watts
El repertorio parecía escogido para la ocasión. Por eso llegaron otras piezas como “It’s my life” o “Try to get to you”, que acabaron por incrementar esa temperatura humana hasta un nivel difícil de soportar. Pero en las anteriores visitas de Eric Burdon & The Animals a Jazz San Javier siempre ha ocurrido algo parecido, porque sus seguidores conforman varias legiones en esta parte del Levante español muy fieles al cantante británico. Y como Eric Burdon vino dispuesto a arrasar atacó otro tema “bestial” para la ocasión, tal y como andaba esa temperatura humana: “High mountain, deep river”. Bueno, aquello ya se había disparado y la fiesta comenzaba a ser grandiosa. Y entonces apareció ella anunciada por una guitarra acústica: “La casa del Sol naciente” (The House of the Rising Sun). Y le siguió “You’ve me floating”. Un colofón muy apropiado, para una noche que fue muy especial para Eric Burdon & The Animals.

Terry Wilson
En ese punto, el director del festival, Alberto Nieto, y el alcalde de San Javier, Juan Martínez, hicieron entrega del anunciado Premio del Festival. Eric Burdon se mostró contentísimo y agradecido en el escenario del Parque Almansa, como se puede comprobar en la fotografía. Y, naturalmente, el bis después de esto no iba a ser una sola pieza. Burdon, en esta su segunda visita a San Javier, se ha mostrado como un torbellino gozando de una voz en perfecto estado de revista. Y también sus actuales Animals compuestos por Red Young, en los teclados y Hammond B3; Billy Watts, en las guitarras; Terry Wilson, bajo; y un baterista con mucha escuela: Brannen Temple. Unos Animals mucho más compactos y contundentes que en la anterior visita (y no es que los que les precedieron fueran peores).

Red Young
Brannen Temple
Pues, lo dicho. Que una vez recogido el Premio del Festival, Burdon y sus Animals regresaron al escenario para derrochar otros 15 minutos de ritmo y frenesí musicales, con tres piezas que colocaron la guinda a un pastel que supo a gloria divina. “Down and out”, “Sky pilot” y “Tell me why “acabaron con el más pintao de los que allí se habían dado cita. Eric Burdon se mostró amable y simpático con una parroquia que no mostraba ningún equívoco sobre su ídolo, al que despidieron con una salva de aplausos y los más afortunados, los del foso, estrechando su mano. Bueno, algunos de los que estaban en las primeras posiciones junto al escenario.

Alberto Nieto, Eric Burdon y Juan Martínez, Alcalde de San Javier
En suma, una décima noche en Jazz San Javier para guardarla como “oro en paño”, con un primer concierto para auténticos aficionados al género a cargo del elegante John Scofield Quartet. Después, la fuerza y el espectáculo de toda una leyenda viva de la música británica: Eric Burdon & The Animals, que nos proporcionaron dos horas de placer musical, baile y recuerdos imborrables para los más de dos mil aficionados que, literalmente, llenamos el auditorio y foso del Parque Almansa. ¿Se puede pedir más? Probablemente, pero lo vivido en esta décima jornada no nos lo quita nadie. Y en menos de 24 horas, un terremoto japonés llamado Hiromi, nos hará temblar con su nuevo proyecto que acerca a Jazz San Javier. Tras esas sacudidas nos llegará un vendaval de blues, a cargo del guitarrista y cantante Lucky Peterson. ¡Menuda noche nos espera! Hay quien duda de su “aguante” hasta el día 30; fecha de la clausura de esta XIV edición. Les prometo cuidarme y contárselo.

Todas las fotografías son obra de MARTA PINILLA ALDARAVÍ
Eric Burdon dominador de la escena

martes, 19 de julio de 2011

DOKY CREÓ AFICIÓN. LILA DOWNS PUSO LA TRADICIÓN.

El pianista danés, Niels Lan Doky.
Jazz San Javier presentó una noche de sábado deliciosa, a través de los conciertos que ofrecieron en su XIV edición, el trío del pianista danés Niels Lan Doky, y de la cantante mejicana, Lila Downs. Dos conceptos de música absolutamente diferentes, pero ambos con su encanto y enganche que procuraron al auditorio del Parque Almansa poco más de tres horas de sumo placer musical.
La primera parte de esta novena jornada de Jazz San Javier estuvo dedicada al piano; instrumento que en este festival se mima bastante, como también al jazz europeo. Una nueva muestra de ello ha sido el contar con el trío del pianista danés, Niels Lan Doky, al que acompañaban dos jóvenes talentos de 21 y 18 años respectivamente: Jonathan Bremer, en el contrabajo, y el baterista Niclas Bardeleben. Lan Doky es un consumado músico que durante sus 29 años en Nueva York y Paris ha sabido moverse por diversos círculos del jazz. Tan es así, que los nombres más destacados del género en Estados Unidos han contado con su concurso en infinidad de ocasiones. Niels Lan Doky presentó un concierto basado, sobre todo, en su más reciente disco titulado Human Behaviour (La condición humana), abriendo su actuación en San Javier con “Home sweet home”, para continuar con “Poem for a Dolphin”.
Todos los temas que fueron conformando este concierto son obra del pianista danés. De este disco -que fue presentado el pasado primero de julio de este año, en el Festival de Jazz de Copenhague-, Niels Lan Doky extrajo casi todas sus creaciones para su nueva visita a San Javier. Como “Contemplation from a mountain top” o el que da título al disco, que contiene aires exóticos y una melodía que te atrapa sin remedio.


Jonathan Bremer.
Niels es una persona muy didáctica y así se comportó durante su actuación, explicando brevemente cada tema que interpretaba. Tras esa pieza más rítmica, un tiempo para la balada con “The miracle of you”, en la que Bremer y Bardeleben (ambos músicos muy jóvenes, como indicábamos anteriormente) reiteraban su exquisitez para interpretar con un comportamiento como al recordado Tete Montoliu le gustaba: acompañar, no molestar.

Y tras ello, una original versión del inmortal tema de Gershwin “Summertime”, de su ópera Porgy & Bess, cuyo peso melódico central corrió a cargo del contrabajista, Jonathan Bremer, que volvió a arrancar grandes aplausos del público. Como quiera que el ambiente fuera propicio, el trío atacó otra pieza conocida del grupo Coldplay titulada “Yellow” con lo que Niels Lar Doky proporcionaba un poco de ritmo y otro poco de sosiego musical.

Niclas Bardeleben.
La música clásica está presente en todo pianista y la de Juan Sebastián Bach, mucho más. Por ello, no nos extrañaba que Lan Doky se recreara sobre una popularísima pieza del compositor de las célebres Cantatas, en un resultado que ha titulado “Jesus joy of man’s desiring” que resultó espectacular y a los más veteranos aficionados nos trajo el recuerdo del pianista francés, Jacques Loussier, que ya en la década de los 60 llevó a cabo un trabajo muy serio de la música de Bach adaptada al jazz.
Con “Rough edges”, el trío de Niels Lan Doky llegaba al final, en un concierto que fue sencillamente de matrícula y de los que crean afición. Pero estábamos en San Javier y su público siempre pide más después del programa oficial. Y el trío, como siempre ocurre, concedió un bis que, como él mismo explicó, se trataba de un medley o popurrí de varias de sus piezas en la que se incluía, para finalizar, una adaptación de los “Recuerdos de la Alhambra”, de Tárrega, que su padre interpretaba a la guitarra y que Lan Doky ha transcrito para piano. Además de ésta, también escucharíamos “Where the ocean metes the shore”, un “Interludio” para piano y “The woman from London”, que forma parte de su disco “Regreso a Dinamarca”. Con esta mezcla de temas, el trío del pianista danés, Niels Lan Doky culminaba un concierto sensacional que, sin ninguna duda, también va a pasar a formar parte de los más recordados por los aficionados que cada noche se dan cita en Jazz San Javier.

Niels Lan Doky Trío.
La segunda parte de esta novena jornada tuvo otro decorado claramente bien diferente. Poco que ver con el jazz, aunque podía entrar en esos terrenos, en algún momento. Se trataba de la gran Dama de la Canción Latinoamericana, la mejicana, Lila Downs, que presentaba todo un espectáculo de la más tradicional música mejicana, que inició con “El relámpago”. Después, Lila se dirigió al público para agradecer el poder compartir con otros músicos este espacio que es Jazz San Javier abrir la mente y llegar hasta un estado espiritual. Tanto, dijo Lila Downs, como el que proporciona, subrayaba, la mujer que cura con “Aguas de rosas”.

Lila Downs comienza su concierto en Jazz San Javier.
Lila también es una cantante muy dada a comunicarse con el público y por ello, sus explicaciones previas a cada pieza de las que interpretaba nos situaban en el marco que fueron creadas. Es el caso de “Yo envidio el viento” que según Lila, se da entre la frontera entre Méjico y Estados Unidos; el lugar, destacaba, donde se acuna la envidia. Una pieza que mezclaba las dos influencias musicales de Lila Downs.

Las raíces de esta mejicana nacida en Heróica Ciudad de Tlaxiaco, Oaxaca (Méjico) hace casi 43 años son las de sus padres; un profesor norteamericano, Allen Downs, que viajó hasta Méjico para rodar un documental. Allí conoció a la cantante, Anita Sánchez (su madre), de la que se enamoró. El fruto de ese amor fue Lila Downs, que con el tiempo se iba a convertir en una de las voces latinoamericanas más importantes. Su trayectoria es dilatada y ha transcurrido entre Méjico, California y Minnesota, éstos dos últimos en Estados Unidos. Tras licenciarse en Canto y Antropología, Lila regresó a su Méjico querido y se dedicó a cultivar y preservar las tradiciones cuyo fruto, se refleja en sus once discos y las actuaciones que lleva a cabo por toda América Latina y Europa.


Derramando el mezcal, durante la canción dedicada a esta bebida tradicional mejicana.
“Comalito” fue otro de los temas que interpretó en San Javier y que formará parte de su nuevo disco (próximo a salir al mercado) “Pecados y Milagros”. Pero Lila Downs celebra en esta gira que realiza por España y el resto de Europa, el milagro de la vida al haber sido madre por primera vez y tras haber perdido toda esperanza sobre ello. Un aspecto que según ha declarado estos días la propia cantante, “le ha hecho ver la vida de otra manera y creer en la vida misma”.

Una muestra de sus influencias norteamericanas la dejó a través de “Minimun Wage”, tras una grandiosa interpretación vocal con “La martiniana”. Luego seguirían “Mezcalito” –canción dedicada a la prima hermana del tequila: el mezcal- y las tradicionales “Cucurrucucu Paloma” o “La cucaracha”, ésta última con una muy original versión.

El ambiente creado durante el concierto acompañaba a cada canción.
El grupo que arropa a Lila Downs está formado por Paul Cohen (su esposo), al saxo y clarinete; Rafael Gómez, en la guitarra (con claras influencias de Carlos Santana); Carmen Staaf, en el acordeón, piano y voces; Carlos Henderson, bajo; Yayo Serka, batería y percusión; Antonio Ximénez, trompeta, y el trombonista, Norman Hogues. “Cumbia del mole” o la espiritual “La llorona” nos situaron totalmente entre los pueblos y ciudades de Méjico. Y el concierto acababa con una pieza muy rítmica –que sirvió para presentar al grupo- titulada “Perro negro”.

El auditorio insistió acentuadamente, para que Lila Downs y su grupo regresara al escenario y ofrecer alguna canción más, lo que hicieron casi sin que tuvieran que rogar mucho más. Y de qué manera, con un bolerazo titulado “Un poco más”, que derramó por todo el auditorio un halo romántico provocando que las parejas allí presentes se abrazaran e incluso algunos, se arrancaran a bailar. El público pedía canciones concretas y Lila se mostraba halagada por ello. Por eso se arrancó con “Tacha La Teibolera”, para complacer esas peticiones.


Lila Downs expresa con sus letras, su música, su voz y sus expresiones.
En resumen, esta novena jornada en Jazz San Javier tuvo dos partes bien distintas. La primera, para hacer afición al jazz con el pianista danés, Niels Lan Doky. En la segunda parte, los ritmos más tradicionales de Méjico se hicieron los dueños del auditorio del Parque Almansa, con la magnífica voz de Lila Down, que cautivó a este público que casi llenaba la sede de este festival.

Dentro de siete días, Jazz San Javier regresa con dos conciertos antológicos sobre el papel. El guitarrista John Scofield y su cuarteto, para dar paso después a Eric Burdon y sus Animals, que recibirá el Premio del Festival de esta edición, a toda una carrera musical.

Todas la fotos son obra de MARTA PINILLA ALDARAVÍ.


La magnífica banda que acompañó a Lila Downs.

domingo, 17 de julio de 2011

DELICIAS DE JAZZ Y AROMAS DE CAMPOS DE ALGODÓN

René Marie interpretanto uno de sus primeros temas
Noche, una vez más, de contrastes en los conciertos programados por Jazz San Javier. Una primera parte a cargo de la cantante norteamericana René Marie y su trío, para deleitarnos con una actuación que nos haría captar todas las sensaciones que su música ofrece. Después, una segunda parte que nos llevó de vuelta al blues, con uno de los guitarristas del género más destacados del momento: Joe Louis Walker. Noche, pues, típicamente de San Javier con una no menos importante entrada de aficionados. Por cierto que esta jornada comenzó con media hora de retraso, debido a la tardanza en llegar de René Marie. El motivo fueron los enlaces aéreos, que estuvieron muy cerca de que la cantante y su grupo no pudieran llegar al festival. Menos mal que en esta ocasión, la fortuna estuvo de parte de la organización y aunque con un pequeño retraso para la apertura de puertas, finalmente pudimos disfrutar la música de esta gran voz femenina del jazz.

El concierto se inició con una pieza de su álbum Experiment In Truth titulada “Turn the page”, que sirvió como primera muestra de su capacidad vocal, al tiempo que conectaba rápidamente con el público quien le daba sus primeras muestras de cariño y, sobre todo en esta noche, su comprensión. Ello sirvió, al tiempo, para que los músicos calmaran su estado anímico ante las circunstancias adversas con los aviones y los consiguientes nervios de no saber si llegaban a tiempo.


Kevin Bales
Pero este público de San Javier “sabe estar” en cada momento y así lo demostró. “White Rabbit” fue ya una demostración del cuarteto al completo, con la que esa conexión que solemos citar en estas crónicas –músico y público- se completaba perfectamente. René Marie se dio cuenta de ello e inmediatamente atacó, en español, “Angelitos Negros”; viejo tema que en España popularizó el recordado Antonio Machín y que René Marie incluye en su álbum “Voice Of My Beatiful Country”. La reacción no pudo ser más esperada: el auditorio terminó rendido y aplaudiendo incluso antes de que finalizara el tema.


Kevin Hamilton
René Marie nos demostró que, en todo momento, sabe dominar un concierto y aprovechó esos instantes de “euforia” del personal, para presentarnos a su grupo compuesto por el pianista, Kevin Bales; el contrabajista, Kevin Hamilton; y Quentin Baxter, en la batería. Tres pedazos de músicos donde los haya, que tras presentar René otro de los temas de su disco Serene Renegade titulado “Rufast daliarg”, nos dejaron otra muestra más de sus capacidades y creatividad. A estas alturas del concierto, los cuatro músicos ya se encontraban muy a gusto y como en casa.

Quentin Baxter
La cantante norteamericana contó la historia del río Colorado, para argumentar la siguiente pieza “Colorado river song” (La canción del río Colorado), durante la que René Marie también hizo una demostración de su dominio del “scat”, en la que imitaba a una trompeta con sordina. Pero también a destacar la sutileza del baterista, Quentin Baster, con las escobillas, creando ese “climax” perfecto de club de jazz. Ya saben. Fue absolutamente genial.
Otro contratiempo que tampoco paralizó a René Marie fue que una fase del fluido eléctrico quedó momentáneamente interrumpida y la cantante y su grupo continuaron como si tal cosa. Como la recuperación lleva su tiempo, René indicó a los del sonido que dieran la vuelta a los monitores de los que disponía en escenario (que sí funcionaban), para que el público pudiera escucharla. Y el auditorio la arropó al unísono agradeciendo el gesto y su profesionalidad. Hacia mitad del tema, se recuperó el sonido de sala y el concierto regresó a lo que tenía que ser. El tema que nos interpretaba –y que finalizó- era “O Senandoah” y en el que René Marie lleva todo el peso de la canción. A su término, también los músicos supieron premiar al público por su paciencia y comprensión, así como a los técnicos de sonido. Pero esto, a los habituales de Jazz San Javier, no nos extraña tanto porque sabemos que somos como una gran familia.


René Marie dejó extasiados a los aficionados
En la recta final de su actuación en Jazz San Javier, René Marie nos ofreció “Voice of my beatiful country Suite”, perteneciente a su más reciente disco del mismo título, con tres de los números de esa suite: “América the beautiful”, “My country tis of thee” y “Lift ev’ry voice and sing/Star-spangled banner”. Fue el zénit de un concierto delicioso, exquisito y repleto de sensibilidad. Tan es así, que el auditorio entero puesto en pie pidió un poco más y René y su trío accedieron. El público reiteró su cariño, afecto y entrega con otra larga ovación repleta de aplausos. Por parte de la organización, obsequio para René Marie de un precioso ramo de flores como premio por su esfuerzo y entrega ante una jornada que en los contratiempos e imprevistos quiso ser el contrapunto, sin apenas lograrlo. René es una Dama del Jazz y una señora en lo personal.

René Marie agradeció las atenciones que la organización le dispensó y el cariño del público.

Joe L. Walker, Vicent Leggiere y Amar  Sundy
La segunda parte, como hemos adelantado en el comienzo de esta crónica, el concierto nos devolvió a los terrenos del blues. Su protagonista fue el legendario guitarrista de San Francisco, Joe Louis Walker, que llegó arropado por otros dos guitarristas de gran solvencia: Murali Coryel y Amar Sundy. Junto a ellos, la sección rítmica con el bajista, Vicent Leggiere, y el baterista, Dorian Randolph. Con esta formación, Walker apareció en escena atacando el batería “I’m not ressing around”, que sirvió para presentar a la banda. Joe Louis Walker, nacido en 1949, es una de las leyendas vivas del blues. Sus comienzos fueron hacia los 16 años, bebiendo de las fuentes de grandes bluesman como Pete Johnson, T-Bone Walker o Amos Milburn. Más tarde se encontró tocando junto a nombres tan dispares en la música norteamericana como John Lee Hooker, Thelonius Monk, Steve Miller o Jimi Hendrix. Pero si de alguien fue un amigo casi hasta su muerte, ese fue Mike Bloomfield, con quien compartió casi una cuarta parte de su existencia.

Murali Coryel, hijo del gran Larry Coryel.
Walker y su banda suenan de “escándalo” (es un halago), como demostraron desde el comienzo con una primera serie de piezas tituladas “If you don’t love me”, “Sahraoui” o “You’re gonna make recry”; ésta última nos sonó más a “soul” de los 60 ya que la voz de Walker y los coros de Murali Coryel (hijo del no menos conocido Larry Coryel) crearon ese ambiente. Tras ello, el propio Coryel en un entendible español (como su padre lo hace en sus conciertos), se dirigió al auditorio para dar las buenas noches y presentar otra pieza más rítmica: “Please please baby”.

Joe Louis Walker durante su concierto apoteósico.
Tras confirmar Walker con el público que “todo estaba bien”, Coryel presentó su tema escrito y dedicado a Jimi Hendrix (cuando su padre se lo presentó siendo mucho más joven) titulado “In the room with Jimi”. Obviamente, el tema tuvo tintes más rockeros (al estilo Hendrix) que de blues y Joe Louis Walker, en el “riff” se encargó de refrendarlo con su Gibson. A todo ello, la sección rítmica aportaba el gran cuerpo que la pieza precisaba para recordar al gran Jimi Hendrix, con un Vicent Leggerie contundente en su guitarra de bajos, a pesar de no inmutarse mientras saca las notas de sus cuatro cuerdas. Pero tal vez fue Murali Coryel con el “wah wah” (una de las características más acusadas del sonido Hendrix) el que definió ese estilo que perdura entre nosotros en el recuerdo.

Dorian Randolph
De vuelta al blues más pegajoso, con “Tell me why”, Walker y sus compañeros de viaje retomaron el motivo central de sus conciertos haciendo bailar a muchos de los presentes y terminando de llenar el foso del escenario. Pero el asunto aún no estaba todo lo caliente que deseaba Walker y, mucho menos, el público. Así es que atacaron, con un “vicioso” solo de guitarra de Joe Louis, el tema “Sugar Mama”, que dedicó, de manera especial, a las señoritas presentes. En un momento de la pieza, Walker dejó su Gibson y atacó con un solo de armónica recreando con ello el ambiente que se puede respirar en un club sureño el sábado en la noche. Y como en aquél, allí eran todos uno; público y músicos respondían en su parcela, cuando les tocaba. Pero Walker quiso ir más allá y bajó al foso, deslizándose por las gradas, saludando a varios de los allí presentes, entre ellos a René Marie y sus músicos. Faltó un micrófono inalámbrico, para que todos pudieran escuchar bien los matices armónicos que Walker arrancaba en cada momento. De regreso al escenario, retomó su guitarra para acabar la pieza. El delirio era absoluto en todo el auditorio, que aclamaba a esta banda que lidera el veterano guitarrista de San Francisco.

La diversión fue del público y de los músicos, como se puede apreciar en Sandy y Leggiere.
“Slow Down GTO” y “One Time Around” fueron la “puntilla” para rematar un concierto que supo a “gloria divina”, a blues de campos de algodón y viejos clubes del Sur estadounidense. Y es que Joe Louis Walker posee esa vieja escuela que amasa –y muy bien, por cierto- el góspel, blues o soul que le hacen inequívocamente maestro de la más pura y tradicional música del pueblo negro norteamericano.

Walker saludó a René Marie que se había mezclado entre el público.
El público pidió más de manera insistente y el músico y su banda accedieron. Otra pieza más en esa línea de pureza terminó por colocar al auditorio a sus pies. ¡Qué barbaridad de concierto y de músicos!

En definitiva, una noche para disfrutar de buen jazz vocal con René Marie, que supo salvar las dificultades de los vuelos de avión y la falta de energía eléctrica momentánea, con su exquisitez y estupenda voz. Y al revés de lo que reza el refrán, “después de la calma llegó la “tempestad” de Joe Louis Walker y su banda, para adentrarnos en el blues más clásico y apasionante. Habrá que tomarse un respiro, asimilar lo de esta noche, para recobrar fuerzas y poder abordar otros dos conciertos tan espectaculares y de alto contenido, como los que ofrecerán el trío del pianista danés, Niels Lan Doky, y la cantante mejicana-norteamericana, Lila Downs, que debuta en Jazz San Javier.

Las fotografias son obra de MARTA PINILLA ALDARAVÍ.

Joe L. Walker en plenitud de forma.

jueves, 14 de julio de 2011

CHICAGO CONQUISTÓ A SAN JAVIER

Rober Lamm, líder y fundador de Chicago

Pasado ya el ecuador de esta XIV edición de Jazz San Javier, los aficionados más veteranos han tenido la ocasión de rejuvenecer 30 ó 40 años (depende de la edad actual). Los responsables de ello han sido los componentes del grupo norteamericano, Chicago, que han escogido San Javier para ofrecer su primer concierto en España, después de 44 años sin visitar nuestro país. Tan sólo tres de sus siete fundadores continúan en la formación que ha llegado a España y que, a pesar del tiempo transcurrido, sigue conservando aquel sonido que desde 1969 les catapultó a las primeras posiciones de las listas de éxito.
Los actuales Chicago están conformados por Robert Lamm, en la voz y teclados; Lee Longhnane, trompeta; James Pankow, trombón; Ray Hermann, saxo y flauta; Jason Scheff, bajo y voz; Keith Howland, guitarra; Lou Pardini, teclados y voz; Drew Hasker, percusión; y el baterista, Tris Imboden. Con “Make me smile” (Hazme sonreír) -en un medley de varias de sus canciones de éxito de aquellos primeros años de la década de los 70- dieron comienzo a un repaso de sus mayores éxitos a lo largo de 32 álbumes que recogen el compendio musical de este mítico grupo del denominado jazz-rock.

De izquierda a derecha, James Pankow, fundador. Ray Hermann y otro fundador de Chicago, Lee Loughnane

Así, los que fuimos seguidores de aquellos éxitos –y aún hoy conservamos ese regusto- pudimos recordar piezas como “Baby what a big surprise”, “Old days”, “Along comes a woman”, “Wake up sunshine” oBeginnings” –que fue presentada por Robert Lamm, como una canción que todos conocíamos- hicieron que las dos mil almas que abarrotaban el auditorio del Parque Almansa aplaudieran al unísono, corearan como una sola voz y se movieran al compás de aquellas canciones que muchos años atrás fueron iconos para ellos.
Keith Howland

En efecto. Cuando el público ya se había entregado de manera inequívoca, Lee Loughnane anunció “Call on me”, que subió más, si cabe, la temperatura que se registraba en el auditorio. Y a ésta siguió (I've Been) Searchin' So Long”, tras presentar Robert Lamm al grupo, varias piezas más de su amplísimo repertorio hasta que llegó su primer éxito en 1969: “I’m a man”. Los recuerdos de otros tiempos se agolpaban en las mentes del público. La gente bailaba en sus localidades. Algunos no pudieron reprimirse y saltaron al foso, para seguir el ritmo de esta especie de “jam” que Chicago hizo sobre el tema y en el que el batería, Tris Imboden, y el percusionista, Drew Hasker,  tuvieron sus cinco minutos de gloria, en un dúo perfectamente coordinado que culminó el público en un estallido de aplausos y silbidos premiando a ambos. La guitarra de Keith Howland recogió al resto del grupo para retomar la melodía central.
Tris Imboden
Drew Hasker

Aquello era el séptimo cielo, la locura colectiva de un público que había vuelto a sus 20 ó 25 años. Pero no solamente estaban los más veteranos de sus fans, sino que dos o tres generaciones (como en otras ocasiones ha ocurrido en San Javier) se habían dado cita con Chicago, para disfrutar a tope de una música que le gana al tiempo y por la que, efectivamente, parece que ese tiempo no pasa por ella. James Pankow dijo “sois un público maravilloso, de verdad”. Y sin pausa para el respiro, la música continuó sonando y dejando sensaciones que permanecen desde hace mucho tiempo.
Lou Pardini

Ray Hermann protagonizó un solo con el saxo soprano que, al igual que al resto de sus compañeros, el público premió. Lee Loughnane y James Pankow eran los que más animaban un concierto que estuvo perfecto en todo. Y otro icono de Chicago se esparció por todo el Parque Almansa coreado por los aficionados: “If you leave me now”. Además de conservar aquel sonido que les hizo merecedores de estar entre los mejores grupos que ha dado Norteamérica, Chicago se muestran como profesionales auténticos; alejados de las leyendas que envuelven a otros “divos”,  cada uno de ellos son naturales y cercanos. Tal vez este aspecto, también sea el que les mantiene en los escenarios con tanto éxito como antaño.
Tras casi dos horas de concierto ininterrumpido, Chicago regresó al escenario ante el clamor del auditorio para sobrepasar los 120 minutos. Y ofrecieron dos bises antológicos: “Free” y “25 or 6 to 4”. Aquello fue el zénit y los cuerpos no se sabe muy bien si podían resistir tanto frenesí. La noche, además, acompañó con una suave brisa que por estas tierras tan calurosas y húmedas se agradece.

En el capítulo de las anécdotas les comento que escuché a algunos aficionados quejarse del sonido sin matices, que estaban dando los técnicos del grupo norteamericano (el sonido que ofrece el festival de San Javier, no intervino porque Chicago lleva todo lo necesario).  La verdad es que este festival también se caracteriza por el magnífico sonido que da; tanto en limpieza, como en matices. Y eso, el aficionado habitual de Jazz San Javier lo nota.
En definitiva, una noche para guardar por los siglos de los siglos en la que un grupo de excelentes músicos que forman Chicago, nos confortaron algo más de dos horas de nuestra existencia con su música y cariño humano. ¡Que Dios los bendiga!

Las fotografias son obra de MARTA PINILLA ALDARAVÍ.

El grupo Chicago, durante su exitoso concierto en Jazz San Javier