martes, 28 de julio de 2015

FLAMENCO Y JAZZ SE ABRAZAN ANTE UNA DAMA.

El gaditano Antonio Lizana y su Septeto ofrecen un magnífico concierto en San Javier. La Dama del Jazz, Dianne Reeves recibe el Premio del Festival por toda su trayectoria.


Antonio Lizana, compositor, saxofonista y cantante.
El duende, en el flamenco, es el mayor valor añadido que tiene esta música, porque es el que desata y expande toda la grandeza que encierra. Una especie de locura que se generaliza cuando aparece. Y en la noche del miércoles, 22 de julio, el duende apareció sobre el escenario del auditorio del Parque Almansa de San Javier de la voz, el baile y la música que nos dejaba el gaditano Antonio Lizana y su Septeto. Un tornado musical que fue atrapándonos desde el primer momento absorbiéndonos por completo, con nuestra absoluta aprobación y consentimiento. Y luego vino la calma, que nos proporcionó una de las Damas del Jazz: Dianne Reeves. Su voz resultó un bálsamo apaciguador, que volvió a seducirnos de nuevo como ya hizo en sus anteriores visitas a Jazz San Javier. Tan es así, que el festival le entregó su Premio a Toda una Vida en la música. Una noche muy especial, que les cuento de inmediato.

Antonio Lizana suele actuar descalzo, como se puede apreciar.
En los últimos meses, les he de confesar que me habían llegado diversos comentarios sobre un cantaor, compositor y saxofonista de la Isla de Cádiz (como El Camarón) o San Fernando, llamado Antonio Lizana. Unas fechas antes de que comenzara esta edición del Jazz San Javier, incluso había estado muy cerca de la capital murciana pero no pude ir a verle. Lo cierto es que la curiosidad me recomía por dentro y eso, amigos míos, no es buena cosa hasta que se ha saciado. Pues bien, en la noche de ese miércoles 22 de julio, no sólo el que suscribe sino todo un auditorio, se puso a los pies de Antonio Lizana y su Septeto. El músico dejó patente por qué es uno de los más apreciados nuevos valores del flamenco y el jazz español. Antonio Lizana domina ambas corrientes musicales creando piezas en las que va de una a otra, con una facilidad y naturalidad pasmosas y de manera sublime.

El bajista de Las Palmas Tana Santana.
Les había indicado que el duende es como una especie de quintaesencia. En su libro “El flamenco, vida y muerte”, Fernando Quiñones (recordado estudioso del flamenco ya desaparecido), nos habla del tarab; “una especie de embriaguez que está unida al flamenco (data de los tiempos mozárabes españoles) y que en nuestros días se llama duende. Hace perder la cabeza a quienes llegan a experimentarlo, privándolos pasajeramente de su yo exterior, como si los devolviera a su infancia, a las fuentes de la vida y el mundo”.  Y algo así pudimos vivir en esa noche del 22 de julio, con el concierto que Antonio Lizana nos ofreció en Jazz San Javier. El comienzo de esta perturbación o enajenación consentida, se iniciaba con “Razón”, tras la que el gaditano presentó a su septeto conformado por el pianista santanderino Marcos Salcines; en el bajo, el canario, de Las Palmas, Tana Santana; Michel Olivera, cubano, en la batería; Epi Pacheco, también de San Fernando o la Isla de Cádiz, en las percusiones; Adriano Lozano, en la guitarra flamenca; y los coristas Milagros Expósito y José Mawi Castaño quien, además, se ocupó del baile. 

El santanderino Marcos Salcines al piano.
Antonio Lizana ya dejó una primera muestra de lo que encierra, de su “duende”. Sale al escenario descalzo, como mostrando su caminar por la música que transcurre sin ataduras pero limpiamente. Pasa del flamenco al jazz con una facilidad absoluta, dominando ambos géneros. Lo demostró con los tangos gaditanos “Tú déjalo estar” que ligó con “Destino”, en una fiesta alegre que desataba los malos espíritus y dejaba total libertad a la música. De nuevo, Antonio Lizana se dirigió a los asistentes para indicarles que se había traído uno cuantos ejemplares de su primer disco, que era muy bonito en el diseño y que sería una lástima, subrayó, que se los tuviera que llevar de vuelta a Cádiz. La gracia natural de los gaditanos tampoco le falta. Luego indicó que ya han grabado su segundo disco, pero que está próximo a salir al mercado. No obstante, nos regalarían varias canciones del mismo. La primera, explicó Lizana, se titulaba “Déjate sentir” y no era una arenga a ninguno de los presentes, si no cosas que se escribe Antonio Lizana de auto terapia, a ritmo de bulerías. 

Milagros Expósito y José Mawi coros y baile.
Después llegarían “La Puerta de la Luna” y de vuelta con los tangos flamencos a través de “Con la ilusión de volver” (otro mensaje subliminal a la dirección de Jazz San Javier), que provocó un estallido de aplausos y muestras de homenaje a este músico español, de La Isla de Cádiz, que ha bebido del flamenco desde muy niño y que conoció el jazz, a raíz de su formación musical en el Centro Superior de Música del País Vasco, el Musikene.

Epi Pacheco se encarga de la percusión.
Acabados algunos de los temas del nuevo disco (segundo de su, todavía, corta trayectoria musical en cuanto a estos menesteres de los discos), Lizana y su gente volvieron al tajo para, por alegrías, devolvernos hacia los ambientes de su Cádiz y su San Fernando con “Airegrías” (la introducción del guitarrista Adriano Lozano, nos recordaba el espíritu de Paco de Lucía), mientras José Mawi colocaba el baile con su dibujo arabesco y su arte. Reza una coplilla de “Airegrías”: “Cuando uno entra a Cádiz por su bahía, entra en el paraíso de la alegría”. Puro arte del flamenco mayor, sabiamente fusionado en otros momentos de la pieza con el saxo de Lizana que nos lleva hacia terrenos inequívocamente jazzísticos y enriquecidos, a la vez, por otras corrientes que fluyen sin cesar en su mente. Es la improvisación que permite la música de jazz, su mezcla con otras tendencias con resultados preciosos y ricos como los que nos estaban regalando estos siete músicos de diferentes puntos de España y Cuba.

Adriano Lozano utiliza su guitarra flamenca más allá de los cánones.
Y llegó el final, aunque no nos gustara. Primero con “Raudales de alegría”, para que la fiesta no decayera “Viento de la Mar”. En ésta –con esa gracia natural que tienen los gaditanos-, Antonio Lizana pidió la colaboración del auditorio al objeto de que emularan las olas de la mar. La mitad tenía que decir “Shhhh” y la otra mitad “Ahhh” a modo de exhalación. No hizo falta más que un ensayo general. Mientras el público hacía su parte, la guitarra de Adriano Lozano dejó escapar las primeras notas y Lizana, que canta porque le gusta aunque no es su meta, nos decía “Sopla viento de la mar. Sopla en la madrugá, aquel aire que trae una sonrisa…” Y el saxo soprano del gaditano entraba en acción, una vez más, para deslizarse desde el flamenco hasta el jazz pasando por un poquito de bossa, volver a “La Tarara”, regresar al jazz y dejar su espacio al bajo de Tana Santana que nos situó a todos en una sinfonía multicolor de notas y coros. En definitiva, un concierto que gustó al auditorio de Jazz San Javier y que ha demostrado que Antonio Lizana y su grupo tocan flamenco y jazz, con una maestría fuera de lo común deslizándose por ambas corrientes como un trasatlántico lo hace por un océano, como el que baña la bahía de Cádiz. Personalmente, el de Antonio Lizana me parece uno de los valores más sólidos en estos momentos, en los que el jazz español se debate entre continuar o no con la fusión del flamenco con las múltiples corrientes que se dan en el jazz. Con Lizana está claro que sí se puede y se debe hacer de esa manera.

El arte de José Mawi en el baile.

El septeto del saxofonista Antonio Lizana.
 La segunda parte de esta décima jornada del XVIII Jazz San Javier, nos estaba reservada para volver a escuchar a una de las Damas del Jazz del momento. Dianne Reeves regresaba al festival para ofrecernos buena parte de sus canciones integradas en su disco “Beatiful Life”, que ha logrado el Grammy 2015 al Mejor Disco de Jazz Vocal. En esta su tercera visita, Reeves iba a recibir el Premio del Festival a Toda Una Carrera Musical; premio que fue instaurado en 2002 y cuyo primer ganador fue el acordeonista Richard Galliano.

Dianne Reeves y su grupo.
El concierto comenzó con una versión instrumental de “Summertime” (de la ópera de Gershwin “Porgy & Bess”) a cargo del grupo que acompaña a la cantante y conformado por su pianista y arreglista Peter Martin (quien también ha visitado en varias ocasiones el festival); el gran Romero Lubambo, en las guitarras; Reginal Veal, en el bajo eléctrico y contrabajo, y el baterista Tereon Gully. Una pieza que les sirvió, al tiempo, para ajustar el sonido ya que no pudieron llegar a las pruebas de la tarde. Tras esos doce minutos de ajuste, Dianne Reeves apareció en el escenario del Parque Almansa con las primeras notas de “Dreams”; una de las canciones pertenecientes a ese disco Grammy 2015.

Dianne Reeves volvió a dejar un concierto cautivador.
Tras dar las buenas noches y saludar al público, Dianne atacó varias piezas más como “Who Will Buy” (traía un cierto recuerdo a “Fever”, aunque no lo era), “That’s All” (una introducción en “scat”) e “I’m In Love Again” (una balada casi bossa, en la que Romero Lubambu reiteró su magisterio interpretativo y creativo con las seis cuerdas brasileñas) que pronto resituaron al auditorio en la parcela de Dianne.

El disfrute del contrabajista Reginald Veal.
Con un público ya bien situado, la cantante de Detroit comenzó a desplegar su paraguas interpretativo que, sin duda, ha ido ganando muchos enteros a lo largo de toda su trayectoria. Así es que como el ambiente estaba propicio para ello, se dejó sonar “Our Love Is Here To Stay” (otro bossa con un Lubambu que se salía y que el respetable supo premiar debidamente) y regreso a su disco premiado este año como mejor del jazz vocal a través de una de sus canciones: “Cold”. 

El guitarrista brasileño Romero Lubambo.
Dianne Reeves ha seguido los pasos de las grandes divas del género y así no puede, por menos, que adentrarse en el “scat”; una especialidad vocal difícil donde las haya pero que la cantante norteamericana ha sabido dominar, como demostró en “Tango”, otro de los temas que conforman su premiado álbum “Beautiful Life”. Tras ello, una versión más extendida que la del disco de “Waiting In Vain”, que para el cd grabó junto a Lalah Hathaway. 

El pianista Peter Martin en un momento del concierto.

El baterista Tereon Gully.
Cuando parecía que ya había finalizado el tema, el director del festival intervino para anunciar que se iba a hacer entrega del Premio otorgado en esta XVIII edición, a la intérprete. Para ello solicitó la presencia del alcalde de San Javier, José Miguel Luengo, así como su concejal de Cultura, David Martínez, y la nueva consejera del ramo del gobierno regional murciano, Noelia Arroyo. Dianne Reeves agradeció el premio y acabó la pieza que, por un despiste más que nada, se vio interrumpida en la creencia de que había finalizado. Los músicos ni le dieron importancia y tan es así que después del protocolo, volvieron al tema como si tal cosa. Luego llegó el bis, tras la insistencia de un auditorio totalmente entregado a esta Dama del Jazz que se llama Dianne Reeve, que nació en Detroit hace casi 59 años (los cumplirá en octubre de este año) y que se ha convertido en un referente mundial del jazz vocal. “Beatiful Life” fue su premio a un público fiel y entregado, como el de Jazz San Javier. 

Dianne Reeves recibe el Premio del Festival 2015.
En resumen, una noche de ensueño, de muy buenas vibraciones en todos los sentidos y en la que el flamenco y el jazz se abrazaron, en presencia de toda una Dama. La undécima jornada de esta XVIII edición tendrá, igualmente, dos contrastes. El primero lo pondrá Enrique Heredia “Negri”, que regresa a San Javier por tercera ocasión para ofrecer piezas de su disco “Mano a Mano” dedicado a las canciones del mejicano Armando Manzanero. Le acompaña uno de los impulsores del latin jazz, Jerry González, que aunque nacido en Nueva York vive desde hace años en Madrid. Y también invitada para la ocasión, la gran cantaora Montse Cortés, gitana malagueña, que se sitúa entre las más firmes promesas del futuro cante femenino. 

Todas las fotografías son obra de GOIO VILLANUEVA


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