Pues con todo ese baúl de conocimientos -que tiene completado con su larga experiencia como músico de acompañamiento-, Javier Vaquero ha decidido emprender vuelo en solitario e intentar hacerse con un puesto en los grandes circuitos musicales. Probablemente, ese impulso se lo haya proporcionado el ser ganador del certamen de Guitarra de Yamaha en 2009. Y así, su segundo disco, "Siete Soles, Siete Lunas", ha sido publicado y con él, Vaquero ha comenzado su periplo de conciertos por diversos escenarios para hacerse escuchar e intentar ese asalto al gran público.
Su concierto lo inició con una pieza muy mediterránea (como todo su repertorio de fusiones) titulada "Atardecer en el Garraf", al que siguió “Palmeros de Caldes” y una pieza en la que, según explicó a los asistentes, ha pretendido reflejar la tranquilidad y el enfurecimiento del “Mediterránea”.
Javier Vaquero nos fue regalando una fusión de sus amplios conocimientos musicales que mezcla de manera singular, con resultados que recorren el flamenco, la música latina, blues, jazz o esas tendencias tan marcadamente españolas de la costa Este, como demostró en “Recuerdos de lo andado” -un homenaje a un amigo desaparecido, Yuri-, o en una balada que trata de describirnos las preciosas “Tierras del Ebro” (“Terres de L’Ebre), en su desembocadura.
Javier Vaquero es una persona cercana y así lo demostró durante su actuación, dedicando una adaptación por “soleares” de la inmortal partitura de Mancini, “Días de vino y rosas”, al director del festival, Alberto Nieto, y a todos los que de alguna manera trabajan para que Jazz San Javier sea posible cada año. En esta pieza pudimos descubrir la magnitud y capacidad musical de Vaquero. Otra dedicatoria a su hijo mayor, Adrián, a través de “Dulce de leche” que se recoge en su primera grabación sacada al mercado bajo el título de “Mi Sol, mi Luna”.
Javier Vaquero nos fue regalando una fusión de sus amplios conocimientos musicales que mezcla de manera singular, con resultados que recorren el flamenco, la música latina, blues, jazz o esas tendencias tan marcadamente españolas de la costa Este, como demostró en “Recuerdos de lo andado” -un homenaje a un amigo desaparecido, Yuri-, o en una balada que trata de describirnos las preciosas “Tierras del Ebro” (“Terres de L’Ebre), en su desembocadura.
Javier Vaquero es una persona cercana y así lo demostró durante su actuación, dedicando una adaptación por “soleares” de la inmortal partitura de Mancini, “Días de vino y rosas”, al director del festival, Alberto Nieto, y a todos los que de alguna manera trabajan para que Jazz San Javier sea posible cada año. En esta pieza pudimos descubrir la magnitud y capacidad musical de Vaquero. Otra dedicatoria a su hijo mayor, Adrián, a través de “Dulce de leche” que se recoge en su primera grabación sacada al mercado bajo el título de “Mi Sol, mi Luna”.
Precisamente esa pieza sirvió como “regalo” a la esposa de Javier, en la noche de su décimo primer aniversario de unión que coincidía con su visita a Jazz San Javier. De vuelta a Henri Mancini, con su partitura “Moonriver”, que adaptó a “soleá” por “bulerías”. Y otra dedicatoria a su pequeña, a través de “Mi niña del alma”.
En las creaciones de Javier Vaquero, o en sus adaptaciones, se refleja su espíritu inquieto a la búsqueda de un sonido propio (creo que lo está logrando, a pesar de que una parte del auditorio pueda pensar que suena a conocido y es posible que así sea) que no es más que el resultado de largos años de trabajo. Un claro ejemplo de lo que afirmo, se puede comprobar en “Calle del olivo” (perteneciente a su primer disco) en el que predomina el aire flamenco, pero no solamente ello sino que se entremezclan estilos como los citados más arriba que, sin duda, le añaden una riqueza de matices cuyo resultado atrapa a quien lo escucha. Por ello, no les extrañe nada cuando les cuente que el auditorio del Parque Almansa estaba atentísimo, a gusto y disfrutando de esa riqueza musical que se había desplegado por la sala. Con “Erik”, de su más reciente disco, acababa esta hora y cuarto de un concierto muy original como corresponde a las apuestas –en ocasiones arriesgadas- que lleva a cabo Jazz San Javier. Aún tendría que regresar al escenario para regalarnos un bis: “Sobre ruedas”. La pieza con la que ganó en 2009 el premio Yamaha de Guitarra. Todo un lujo.
Lo cierto es que en su segunda pieza, “Eye of the hurricane”, el “bop” hizo su aparición y el panorama se transformó en una audición más “asequible” para un auditorio que receló un poquito en el comienzo. Christian Scott presentó al quinteto integrado por Milton Fletcher, al piano; Mathew Stevens, guitarra; Kristopher Funn, en el contrabajo, y el baterista, Jamire Williams. Una joven banda, como su líder que cuenta con 27 años, en la que se observa un recorrido de sobresaltos musicales que lo mismo te “enredan” en lo más “free”, que te transportan hacia el “bop” o te hacen descansar en la paz de las baladas. En ésta últimas, Scott se mueve muy bien como demostró en ”American’t”. Ciertamente, los cauces (muy variopintos, por cierto) por los que las figuras surgidas de Nueva Orleans han transcurrido en la historia, no parecen ser los mismos para Christian Scott. No en su concepción para la composición. Lo que sí demostró es que sus enseñanzas de los “maestros” han dejado su poso y, en consecuencia, resulta un magnífico trompetista y más asequible y cercano cuando el repertorio es, digamos, menos agresivo.
Muestra de ello fue el cambio que se produjo a mitad de concierto, con piezas en las que tanto Scott como su pianista, Milton Fletcher (la exquisitez interpretando), demostraron con “Eraser” o “Katrina eyes”; ésta última dedicada a los desastres que ese huracán produjo en su ciudad natal. Con “Litany against fear”, llegaba al término de su poco más de 60 minutos de concierto, que tuvo dos partes bien diferenciadas. Sin decir adiós, los músicos acabaron la última nota y abandonaron el escenario sin más. Pero el auditorio –que había apreciado el giro que Scott dio al repertorio inicial, así como su calidad musical- le insistió para que les regalara un bis. El trompetista de Louisiana aceptó y junto a sus compañeros de escenario interpretó “Isadora”, con la que volvió a presentar a la banda y, ahora sí, se despidió dando las gracias.
En definitiva, que la noche del sábado nos dejó una jornada de apuestas por algunos de los valores musicales, en la que los contrastes de estilos retomaron el protagonismo en Jazz San Javier. Y el calor de toda la semana, que seguía apretando.
Las fotografías que vienen ilustrando estos comentarios siguen siendo de Marta Pinilla Aldaraví.
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