domingo, 25 de julio de 2010

MISTICISMO SUFÍ Y "BOOGIE & BLUES" DAN COMO RESULTADO UN EXTASIADO FRENESÍ.

La novena jornada de Jazz San Javier estaba reservada para la apuesta más importante que su director, Alberto Nieto, ha llevado a cabo en esta edición número trece: Dhafer Youssef Quartet. Y la verdad es que le salió muy bien. No así lo "indeseable e inesperado" para todo festival: que se "fundan los plomos". Esto es, que aparezca en el momento más inoportuno, una avería eléctrica absolutamente ajena al festival. Y ocurrió el sábado 24 de julio, mientras sonaba el primero de los ocho temas que Youssef y sus músicos habían preparado para su primera visita a Jazz San Javier. Frente a este tropiezo, la profesionalidad del grupo que continuó hasta el final y, sobre todo, el "saber estar" de ese público que es quien al fin y al cabo hace GRANDE esta cita con el jazz y sus colaterales, en cada edición. Un 10 para ellos, por su reacción y comportamiento que refrendaron, cuando la pieza finalizó sin megafonía, con un fortísimo aplauso de reconocimiento a los músicos.

Una vez resuelto el percance, Nieto reiteró las disculpas y volvió a presentar al grupo que lidera Dhafer Youssef que como un Mu'adhdhin -persona que da el Adhân, que es el anuncio de que el tiempo de un Salât (una de las cinco oraciones diarias que se hacen en el Islam) en particular ha comenzado- pues, como digo, así se iniciaba este concierto para el misticismo sufí aliñado con diversas y variadas tendencias de la música cuyo resultado te deja extasiado y enganchado sin remedio.

“Hayartan dance” y “Suraj” fueron dos primeras muestras -ésta última con algunos pasajes aflamencados, que no debe extrañarnos ya que el flamenco y la música árabe están más cerca de lo que muchos piensan- de la concepción musical de este tunecino que emigró hacia Viena con 19 años, a la busca de su oportunidad en este mundo de las corcheas, negras o blancas sin conocer ese lenguaje de la música, aunque con un pensamiento casi exclusivo en ella. Dhafer Youssef realizó todos los trabajos que podía hasta lograr su oportunidad, que llegó desde el club "Porgy & Bess", en la capital vienesa, aportando un proyecto nuevo cada mes durante un año. Ello le posibilitó la grabación de su primer disco,"Malak", y la continuidad ascendente en la música. Tan es así, que viajó hasta Nueva York para afianzarse en su pretensión, pero los atentados de las Torres Gemelas le hicieron recapacitar y regresó a Paris. Después fue invitado a tocar con músicos noruegos y se adentró en la vanguardia del jazz europeo hecho en el Norte del continente. Tocar con esos músicos, dice Youssef, es una continua inspiración para sus nuevas creaciones.

De regreso a lo que se vio y escuchó en San Javier, recordar al lector que Dhafer Youssef utiliza sus condiciones vocales como un instrumento más al servicio de estas fusiones, además del “oud” (laúd árabe). Es una capacidad aprendida desde niño en las mezquitas, que sabe explotar de manera innovadora, como nos ilustró en “Odd elegy” o “Les ondes orientales”.

Su más reciente disco, "Abu Nawas Rhapsody" dedicado a ese poeta árabe de origen persa, ha significado un paso hacia adelante en la trayectoria de Dhafer Youssef apreciándose la incursión en esas tendencias jazzísticas de vanguardia, a las que me refería anteriormente.

Valga como demostración de mis afirmaciones estas composiciones, “Khamsa” u “Odd poetry”; en ésta última pieza, se puede comprobar una buena muestra de lo que son capaces esos músicos, como el pianista armenio, Trigran Hamasyan; el contrabajista, Chris Jennings; o el baterista, Mark Giuliana, todo un cronómetro. Con estos tres músicos ha llevado a cabo la grabación de su disco y con ellos, también desarrolló su concierto en Jazz San Javier, tras una hora y diez minutos de éxtasis musical que el auditorio supo premiar con insistencia para que Youssef y su grupo regresaran, una vez más, al escenario del Parque Almansa y regalase un bis. No se hicieron de rogar y volvieron para corresponder a tan enorme público, con un tema más: "Shatha". Grandioso.

Con un público que en esos momentos se encontraba absolutamente satisfecho, se cambió el decorado, las partituras y dio comienzo lo que resultó una fiesta divertida, entretenida, prodigiosa y desarrollada con talento. Era la segunda parte de un sábado en la noche para la música, con protagonismo del "boogie woogie" y el "blues". Sus artífices fueron el quinteto del pianista catalán, Lluis Coloma, quien invitó a su amigo de Chicago, Barrelhouse Chuck, para "armar una de no te menees" y dejarnos el cuerpo hecho puré con tanto y buen ritmo.

El concierto se inició en formato trío. Esto es, con Lluis al piano, Manolo Germán, contrabajo, y el baterista, Marc Ruiz, que arrancaron al personal con “Coloma’s boogie”. A su término, Coloma presentó al resto del grupo conformado por Baltasar Bordoy, guitarra; Dani Pérez, saxo tenor; y a su grandioso invitado, Barrelhouse Chuck. Una vez todos en posición, nos regalaron dos primeros temas de auténtico ritmo: “Betsy’s silent movie” y “Chicken shack”. A renglón seguido, otro “boogie”, “Pinetop’s boogie woogie”, y para ir abriendo “apetito” –si es que ello era necesario-, un primer “blues”: “Mother earth”. Bueno, la fiesta prometía.

Barrelhouse tocaba el piano, mientras que Lluis Coloma daba las réplicas desde el Hammond B3, como quedó patente en “Barrelhouse woman”, que cantó el propio pianista de Chicago con ese tono inequívocamente americano. Y de nuevo en formato de trío, Lluis Coloma explicó el tema "El vuelo del moscardón”, de Korsakof, que Coloma retomó de unas primeras adaptaciones al jazz y que ha titulado “Bumble boogie” dejando una magnífica sensación entre los asistentes. Le siguió una partitura que se ha colocado entre los iconos del jazz y de la música policiaca: “Harlem nocturno”, en la que destacó el solo del saxofonista, Dani Pérez, que la interpretó de manera "arrastrada", como si fuera un músico americano.

La actuación de este quinteto y su invitado continuó con “Longhair’s tribute” y un “Cromatic boogie”, con el que cada músico del quinteto tuvo su momento de gloria que arrancó el entusiasmo del auditorio al grito unánime de “bien” y bailando “boogie” en la sala. La cosa resultaba tan simpática y divertida, que hasta Dani Pérez se acercó hasta Coloma para secarle el sudor que “le producía” tanto derroche de maestría. El público ya no sabía qué hacer con este grupo que capitanea Lluis Coloma y que tocando, se lo pasa y lo hace pasar al auditorio “en grande”.

El pianista americano anunció un “blues” a la manera de Chicago que cantó acompañándose con el piano: “Leroy carr’s song”. Tras ello –y un mínimo descanso de la banda de Coloma-, todo el grupo regresó al escenario para, ahora sí, acompañar a Barrelhouse Chuck en “Call my Job”. A esas alturas del concierto las chaquetas hacía rato que habían desaparecido del vestuario inicial de los músicos, porque el calor ambiental apretaba y había que “remangarse” para estar más cómodo en esta fiesta del “boogie woogie” y el “blues”. Los temas continuaban impregnando la atmósfera festiva del Parque Almansa con “She’s got a thing goin’ on”, “Caldonia” y la que cerró el concierto, “I got my mojo workin’”. El auditorio (no olvidemos que corría la madrugada del domingo) pedía más y Coloma y Barrelhouse Chuck les dieron un poquito más, con “I keep on drinking”, que cantó el de Chicago acompañado por Coloma al piano. No podía existir mejor final de fiesta. ¡Vaya traca que liaron los chicos de Lluis Coloma y Barrelhouse Chuck! De las de “no te menees”, porque así quedamos todos, para el arrastre. Pero contentos. Otra noche de “frenesí” musical.

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