lunes, 23 de julio de 2018

THE MAVERICKS CONQUISTA AL PÚBLICO DE JAZZ SAN JAVIER

Los norteamericanos supieron dosificar sus 20 canciones, para mantener al auditorio en un ritmo pegadizo e irresistible que resultaba imposible mantener quietos los pies.
Un lleno del auditorio Parque Almansa, nos dio un concierto que ha pasado a la historia de este festival.


Los norteamericanos The Mavericks en pleno concierto.

El Festival de Jazz de San Javier siempre guarda una noche para propiciar un concierto que deja huella. El de esta XXI edición ha sido, sin duda y hasta el momento, el que este jueves en la noche llevaron a cabo los norteamericanos de The Mavericks. Una formación que como indicaba el director de esta cita, Alberto Nieto, son los grandes revolucionarios de la música country, a la que han sumado en una fusión increíble no sólo la música vaquera que todos conocemos, sino ritmos latinos, rock puro y rockabilly que dan esa nueva dimensión de esta música que posee miles de seguidores en todo el mundo pero, especialmente, en los estados norteamericanos que tienen su seña de identidad en ese modo de entender la vida en los ranchos, donde cerca existe un club al que todos los viernes en la noche acuden los vaqueros del lugar para disfrutar con este género. Un disfrute que The Mavericks trasladó, con un concierto de algo más de dos horas (no había manera de que finalizaran, porque la comunión entre músicos y público se produjo desde el primer tema, “Easy As It Seems”, para formar un todo único en el que los espectadores no podían estar quietos en sus butacas (se anunció que hasta que no faltaran 30 minutos para el final del concierto, no se dejaría bajar al foso para bailar) y los piés se iban solos al ritmo de las diferentes canciones que esta formación regaló a un auditorio repleto y entregado.

Raúl Malo lidera esta formación que ha conquistado al público de Jazz San Javier.

Cinco años ha tardado la dirección de Jazz San Javier en poder hacerse con la contratación de The Mavericks. A juzgar por el lleno y las reacciones de los aficionados mereció la pena esperar tanto tiempo. The Mavericks parecían los hijos pródigos a los que el padre está esperando. Su presentación podría ser la propia de un antiguo salón vaquero, cuando sonaba la música de Offenbach con el Can Can, y aquellas señoritas bailando con esa melodía. Ahí se creaba ya la apoteosis, que se fundía inmediatamente con “Easy As It Seems”y el auditorio era un clamor vitoreando y acogiendo con el calor humano que se hace en el Parque Almansa a cada uno de los artistas que cada noche dejan su impronta musical.

Raúl Malo, Ed Friedland, Michael Guerra, Max Abrahams y Julio Díaz. 

Los cuatro primeros temas se enlazaron uno con otro, hasta que Raúl Malo saludó en inglés y español para dar las gracias, le bienvenida y continuar con un concierto en el que se iban a dejar la piel.  Éxitos de su ya dilatada trayectoria en la música como “Damned (If You Do)”, “Back In Your Arms Again” o “What You Do To Me”hicieron las primeras mellas en el público, que les vitoreaban y aplaudían a cada nueva pieza. The Mavericks se iban creciendo con el paso de los minutos y en sus caras se podía leer la inmensa alegría que muestran los músicos, cuando logran conectar tan pronto con un público que se entrega sin condiciones.

Eddie Pérez es el guitarra solista.

Y en ese ambiente, cambio de guitarras de Malo (deja la Stratocaster y se va con la Telecaster, que saca otros sonidos; luego la acústica para las baladas y de regreso a la Stratocaster), solos del acordeonista Michael Guerra, otro del trompetista Julio Díaz y suena después un ritmo de bolero pero fusionado con balada vaquera continuando con esa línea durante tres piezas, a modo de sosiego y descanso para ellos y el público que no había parado ni un momento en sus butacas (les puedo asegurar que era difícil para la Seguridad de la sala, el que el público se mantuviera quieto en su lugar. Bueno o no tanto, porque este público es increíble).

El público abarrotando el foso del auditorio.

Y suena un rock que deriva a rockabilly, con un solo del saxofonista Max Abrams y marcando bien la base rítmica Ed Friedland en el contrabajo y el baterista Paul Deakin, mientras el teclista y organista, Jerry Dale McFadden, era el animador por excelencia de la formación desde que saltaron al escenario. Delante, Eddie Pérez y el cantante y guitarrista Raúl Malo marcaban las pautas a seguir de una actuación que se dejó llevar un poco más de las dos horas de música, bailes, alegría y buen rollo, en definitiva, en esta casa que es Jazz San Javier y en la que siempre son bienvenidos los músicos que por ella aparecen cada noche.

El teclista y animador de The Mavericks, Jerry Dale McFadden.

Y entonces aparecieron los temas más latinos como “La Mucara”; sí, esa canción cuyo estribillo reza “Y es que, mamá, no puedo con ella”. La locura porque en ese preciso instante saltaron unas siete mujeres a bailar al foso y tras ellas, el alubión de personas que no podían (ni querían) aguantar más en sus butacas. El foso se llenó de inmediato y todavía estábamos muy lejos de la última media hora de concierto. Y para “arreglarlo”, se deja sonar una cancioncita cubana: “Guantanamera”. El delirio general se adueñó del recinto. Sí, porque esta popular copla cubana su fusionó, de manera natural, con “Twist and Shout” que tanto popularizaron The Beatles. La primera parte (luego de lo que ocurriría después, nos daría esta pista) de la actuación había finalizado. Pero todos querían mucho más y, me temo, que los músicos también.

Raúl Malo recibiendo los aplausos del público, antes de iniciar los bises del concierto.

Paul Deakin es la contundencia y el ritmo de The Mavericks.

Así que regresó Raúl Malo sólo al escenario, agarró su guitarra dejó sonar unas primeras estrofas de su canción y, paulatinamente, apareció el resto del grupo. Aquello no resultó un bis, sino una segunda parte de unos 50 minutos con mezcla de temas conocidos como “Let the Sunshine In”, de la ópera rock “Air”, o “C’est La Vie”, que tan popular se hizo en las voces de Chuck Berry o Emmylou Harris. Tras ella, Malo volvió a presentar al grupo dando las gracias por el regalo de compartir con ellos la música y alegría. En suma, una noche de huella la que vivimos en Jazz San Javier con los norteamericanos de The Mavericks.

Las fotografías son obra de Goio Villanueva. Pinchando en su nombre puedes visitar su web y blogs.




martes, 10 de julio de 2018

UN PASEO POR EL PARIS BOHEMIO ANTES DE TRASLADARNOS A NUEVA ORLEANS.


El acordeonista Ludovic Beier y su invitado, el violinista Pierre Blanchard, regalaron un concierto pletórico y difícil de olvidar.

En la segunda parte de esta cuarta jornada, la Travellin Brothers Little Band e invitados dieron la vuelta al auditorio para pasearnos por Nueva Orleans.


El acordeonista francés Ludovic Beier, en su regreso a Jazz San Javier.

El Festival de Jazz de San Javier mantiene en el tiempo diferentes constantes. Una de ellas es su predilección por la música francesa y, dentro de ella, por los acordeonistas. En esta XXI edición se ha vuelto a cumplir esa constante, con la participación de Ludovic Beier Montmartre Quartet y su invitado: El violinista Pierre Blanchard. Los cinco dejaron un concierto sobre el escenario y en los aficionados, que será difícil olvidar por su limpieza, repertorio, simpatía y magnetismo musical del que no podemos (ni queremos) sacudirnos. En la segunda parte, un cambio absoluto de escenario para que la Travellin Brothers Little Band nos invitara a un viaje blusero por las calles y campos de Nueva Orleans, al que se sumaron Alex Schultz, Ian Siegal y la bella y contundente cantante finlandesa Ina Forsman.

Pierre Alain Goualch complementa desde el piano los temas de Beier.

Francia posee bastantes atractivos para el turismo. Uno de ellos es, sin duda, su música; escuchar los acordeones o las guitarras interpretando “manouche” es un sello inequívoco francés. Y en esos ambientes y terrenos conocimos al entonces jovencísimo Ludovic Beier con este mismo cuarteto y en una posterior visita a Jazz San Javier, con el trío de swing manouche en el que también estaba el violinista Costel Nitescu. Ludovic ha crecido en edad y como compositor e intérprete alcanzando unos niveles difíciles de lograr, cuando hablamos del acordeón de botonera y de la acordina. Pero en su faceta creadora, Beier viene demostrando un talento no muy común como constató en el comienzo de su concierto con “Timgad”, la película a la que puso banda sonora en una demostración de dominio de la fusión de diversos estilos.

El contrabajista Gautier Laurent.

Los primeros aplausos se escucharon para que Ludovic Beier saludara en español, primero, y en francés e inglés después presentando al cuarteto integrado por Pierre Alain Goualch al piano; el contrabajista Gautier Laurent, y el baterista Fred Delestre; estos dos últimos sustituían a los anunciados en programa. De inmediato abordaron toda una selección de piezas que darían una amplia visión musical de este joven acordeonista galo (40 años), con “Powell”, “Pont de Grenelle” (primera con la acordina), una incursión por la música brasileña con “Fleur do Brasil” o “Black Friday”, todas ellas compuestas por él.

El veterano violinista galo Pierre Blanchard, que mantuvo algunos duelos musicales con Ludovic
Beier.

En ese momento presentó a su invitado, el violinista Pierre Blanchard; uno de los músicos destacados del jazz francés y ferviente seguidor del recordado Stéphane Grappelli. Su obra es extensa aunque mucho más su participación con primeros nombres del género a lo largo de sus más de 50 años de trayectoria. Dos creaciones del propio Blanchard, “Ciden” y “Troublant Romeo” nos dieron la gran dimensión del violinista, que continuó hasta el final participando en “Pananathan”, “Around Toots” (dedicada al gran armonicista Toots Thielemans) y finalizar con una pieza de mucho ritmo titulada “Paris Nord”. El público aplaudía sin cesar solicitando una más, que el cuarteto e invitado ofrecieron sin abandonar el escenario. Una original versión de “Liberty City” (Jaco Pastorius), con la que el público disfrutó y agradeció esa entrega.

Beier con la acordina, que utilizó en algunas piezas, como la dedicada a Toots Thielemans.


Ludovic Beier Montmartre Quartet y Pierre Blanchard.

La segunda parte nos iba a trasladar a otros terrenos, tal vez mucho menos bohemios que las calles y ambientes de Paris, pero sin perder el hilo conductor de las corrientes del jazz: el Nueva Orleans del blues. Sus protagonistas eran Travellin Brothers Little Band, vascos de Leioa, donde parten los troncos con las manos, muy cerca de Bilbao, según indicó el cantante y maestro de ceremonias, Jon Careaga, quien subrayó: “Venimos de la tierra de Mordor”. Ahí se ganó al público por simpatía y, a la vez, empatía con la música que desarrolla esta banda, que ya cosechó muchos adeptos en su primera visita de 2012 (XV edición). Para la ocasión invitaron al guitarrista neoyorkino Alex Schultz, el inglés Ian Siegal, el niño malo del blues, y un descubrimiento de primer orden como es la cantante finlandesa Ina Forsman. La cosa prometía y mucho.

El Maestro de Ceremonias y cantante de la Travellin, Jon Careaga.

“Better day” y “Oh My river” fueron las dos primeras canciones que sonaron con esta Little Band que puso el reloj en hora de inmediato. Entonces comenzó el desfile de invitados. El escenario del auditorio acogió al guitarrista norteamericano Alex Schultz, que fue recibido con un gran aplauso del respetable, y atacaron “No use knocking”, “As good as it gets”, “Think” y “Sweet Corrine” en la que aparece la guitarra del neoyorkino para el último disco de esta banda bilbaína.

El primer invitado de la noche fue el guitarrista neoyorkino Alex Schultz.

El respetable se divertía bastante y muchos bailaban en sus butacas. Por eso, Jon Careaga les invitó a bajar hasta el foso para hacerlo más libremente. Ya se sabe eso de “no me toques las palmas…” Y apareció el “enfant terrible” del blues, el británico Ian Siegal con su pañuelo recogiendo su cabello, su chaleco sin camisa debajo… En suma, con ese aspecto de ser el chulillo de la pandilla y se dejaron sonar “I’m the train”, “The Shit Hit”, “Gallo del Cielo” (corte vaquero para esta pieza que referencia los espaldas mojadas) o “Sweet Souvenir”, un blues lento para terminar su participación.

El "Niño Malo" del blues, Ian Siegal segundo invitado de la Travellin.

La última invitada iba a levantar a los espectadores de los asientos y su admiración por tan guapa mujer que canta, en ocasiones, con rasgos de Janis Joplin. Nos referimos a la finlandesa Ina Forsman. Subida en unos tacones de aguja rojos, Ina comenzó a soltar su espléndida voz con “Hanging Loose”, de su álbum del pasado 2016, haciéndose con todo el auditorio al instante. Seguiría con otra pieza de ese mismo disco, “Pretty Messed Up”, un poco más sosegada de ritmo y continuar en esa línea con “Now You Want Me Back” (también con cierto tono vaquero) y finalizar su invitación con “No Room For Love”, en la que el ritmo regresó para que el personal no se relajara demasiado ya que quedaba la traca final.

La belleza finlandesa y magnífica y contundente cantante, Ina Forsman, que recordó por momentos a Janis Joplin.

De izquierda a derecha. Aitor Cañibano, guitarra. Isi Redondo, batería. Inés Eleuteria, coros. Alain Sancho, saxo. Rubén Salvador, trompeta, y Juanan Díez, trombón.

El programa oficial había concluido, pero el público no estaba por la labor de marcharse a casa sin más. Había que seguir con un poco más de esa medicina azul que tan bien nos sienta. Jon indicó que ese era un festival de jazz y atacó, junto a Mikel Azpiroz, el pianista, y la propia Ina Forsman “Wonderful World”. Cuando ya habían cantado un par de estrofas, apareció en la grada entre el público, el saxofonista Alain Sancho, que se marcó un solo a tono con la pieza y el ambiente reinante. El delirio, para qué les digo más. Llamada general a todos los músicos e invitados de esta Little Band, para interpretar “Midnight Train” con el que, ahora sí, finalizarían su segundo paso por Jazz San Javier.

Alain Sancho, entre el público, ejecutando un solo de "Wonderful World".

El pianista y organista del Hammond B3, Mikel Azpiroz.

En definitiva, una noche muy completa con una primera parte de musette y elegancia que nos cautivó, con el acordeonista Ludovic Beier Montmartre Quartet y Jean Pierre Blanchard al violín. Después, los vascos de la Travellin Brothers Little Band y sus invitados, nos trasladaron a las calles y campos de Nueva Orleans en un disfrute auténtico de blues, ritmos vaqueros y rhythm & blues que conforman parte de lo que se escucha por la cuna del jazz y los estados del Sur. El personal se marchó a casa sumamente contento.

Todas las fotografías son obra de Goio Villanueva. Si pinchas en su nombre puedes visitar su web y blogs.

La Travellin Brothers Little Band e invitados, en el final de su concierto.


DECONSTRUYENDO A METHENY EN JAZZ SAN JAVIER

El guitarrista norteamericano gira por el mundo reinventándose y dejando a los aficionados pegados a sus asientos, durante dos horas y media.

Pat Metheny sigue siendo ese músico grandioso que insertó en el jazz un huracán de frescura, complejidad y lirismo.

Pat Metheny en su regreso a Jazz San Javier.

Los músicos que crean una obra muy extensa a lo largo de su trayectoria acopian una gran cantidad de composiciones con las que, posteriormente, pueden escoger varios repertorios y configurar con ellos giras de largo recorrido. Uno de esos músicos del siglo XX y del que vivimos ahora, el XXI, es el guitarrista norteamericano Pat Metheny, de 63 años, que ha hecho un alto en su camino como creador para escoger un repertorio de sus años más repletos de producción, revisar esa selección y ponerla, de nuevo, en valor. ¿Cómo lo ha hecho? Pues con un formato reducido (recuerden aquello de que “menos es más”) en cuanto a la formación con la que pisa escenarios del mundo en este 2018, como el de Jazz San Javier, en el que sólo ha conservado a su baterista mejicano desde 2002: Antonio Sánchez. La contrabajista y bajista es una joven de Malassia llamada Linda May Han Oh, cuenta con 33 años, que obtuvo su formación musical en Australia y posteriormente se trasladó a Harlem, el barrio neoyorkino, en el que reside. Y el pianista británico Gwilym Simcock, de 39 años, que está considerado como un experto en indeterminar el límite de la música clásica con el jazz.

El pianista británico Gwilym Simcock sabe fusionar las escalas clásicas con las de jazz, sin que puedas notar la frontera entre ambas.

Con esta formación clásica en el género, Pat Metheny está recorriendo medio mundo para ofrecer, con otra mirada musical, algunos de sus primeros temas registrados en sus 45 discos grandes, a los que ha dado un tratamiento acústico sin aquellos arreglos de su grupo en los que había muchas percusiones, voces corales, silbidos y, en suma, grandes arreglos con una formación de entre siete a nueve instrumentistas. Ahora es un trío clásico de jazz (contrabajo, piano y batería) mas sus guitarras prácticamente tal cual (sin muchos pedales) y su guitarra sintetizada que es un sonido inequívoco de Metheny.

Metheny interpretando con su guitarra sintetizada.

Su comienzo fue en solitario, con su guitarra Pikasso de 42 cuerdas (podríamos, en términos simples, decir que es una guitarra tuneada) de la que saca preciosos sonidos de bandurrias, arpa, guitarra acústica… “Into the dream” era el comienzo de dos horas y media de concierto ininterrumpido, en las que Metheny y su grupo Unity iban a realizar un recorrido por algunas de las composiciones, insisto, que el guitarrista ha hecho desde finales de los 70 a nuestros días. Una vez todos en el escenario, los cuatro músicos iniciaron un despliegue de sabiduría, entusiasmo y generosidad musical que los aficionados que se dieron cita en el auditorio del Parque Almansa –por cierto, repleto- supieron ir agradeciendo durante el concierto.

Hubo títulos como “San Lorenzo”, una versión magnifica de “James”, ejemplo de deconstrucción de la que dejó constancia el norteamericano, con un auditorio atentísimo sin perder detalle alguno de las evoluciones que el cuarteto desarrollaba en el escenario. Era la comunión entre artistas y público, con una solemnidad de libro. Y es que la música de Pat Metheny precisa de toda la atención de quien la escucha. En ocasiones –y se pudo comprobar en alguno de los asistentes-, no es fácil seguir ese manantial de notas y fraseos que fluyen desde la mente del norteamericano a través de sus dedos de la mano izquierda, con el ritmo de la derecha o la ejecución de negras, corcheas o semicorcheas de la derecha. Pero al final, el resultado es bello aunque para algunos, insisto, en ocasiones no sea tan elocuente (tiene que haber de todo).

La contrabajista de Malassia, afincada en Nueva York, Linda May Han Oh. Aquí la vemos con el bajo eléctrico.

El repaso por su amplia producción iba desgranando algunos de los temas más popularizados como “Minuano”. Uno de los momentos más íntimos que se dieron en este regreso de Pat Metheny a Jazz San Javier fueron los que protagonizó el guitarrista, a dúo, con cada uno de sus compañeros de viaje. Linda May Han Oh es una magnífica contrabajista, que domina su instrumento y ejecuta con absoluta limpieza. Gwilym Simcock, lo indiqué antes, no es Lyle Mays, sin embargo sabe desenvolverse por el gran cola con una soltura envidiable mezclando (es una de sus especialidades) las escalas de clásica con las de jazz de manera impecable y sin que casi lo notes. Pero tal vez el más esperado fuera el que ejecutó con el mejicano Andrés Sánchez a la batería, con el que lleva desde 2002 (16 años ininterrumpidos) haciendo una versión muy sensorial de “Question and Answer”, en la que el mejicano desplegó su Magisterio sacando toda clase de sonidos a su amplio set. Por cierto, desde mi posición, un tanto privilegiada, pude observar con total nitidez la concentración de Andrés Sánchez en la ejecución de esta pieza (aunque la tuvo en todas), al ser co protagonista de la misma. Como he escrito antes, magistral. Mi más profunda admiración hacia él.

Andrés Sánchez es el baterista mejicano que lleva 16 años ininterrumpidos acompañando a Pat Metheny y una de las piezas clave de su sonido.

Un par de bises (el primero, de nuevo, Metheny con su guitarra Ibanez) para después finalizar con el cuarteto (Linda May tocó con el bajo eléctrico) y su “Song Of Bilbao” lograba, una vez más de las varias que se dieron en el concierto, levantar a dos mil almas de sus asientos aplaudiendo y rindiendo el mejor de sus homenajes a esta ya leyenda de la guitarra y de la música. Pat Metheny se mostraba agradecido con humildad, como siempre lo ha hecho y dando las gracias en español. El guitarrista norteamericano recibió, durante el pasado mes de abril, el Premio Jazz Master Awards, que concede la Dotación Nacional para las Artes (la NEA) cada año, en homenaje hasta siete músicos de jazz y que suele concederse en la parte final de una carrera musical o de muy extensa trayectoria. Es el más alto honor que los Estados Unidos otorgan para un músico de jazz. Bien, pues en esta edición de 2018, junto con Dianne Reeves, Joanne Brackeen y Todd Barkan, Pat Metheny ha sido galardonado con esta máxima distinción. De sus palabras en dicho acto, me gustaría destacar unas cuantas que definen a este músico. Entre otras cosas, Pat Metheny manifestó que “cuando veo la comunidad de músicos reconocidos históricamente por esta distinción veo un hilo común; un compromiso total con la creatividad, un compromiso para representar quiénes son y de dónde vinieron con honestidad, integridad y alma, un compromiso para traer un sonido al mundo que refleje su propia experiencia personal e individual.
Para mí, esa misión es el objetivo central en esta música, y mi objetivo siempre ha sido hacer todo lo posible para tratar de cumplir esa aspiración. Qué privilegio ha sido vivir una vida dentro de esa música”.

El privilegio de poder presenciar un concierto de Pat Metheny es impagable, por su grandeza y genialidad aportada a la música en general y al jazz en particular. Como recordaba la Presidenta de la NEA, Jane Chu, “Metheny reinventó el sonido tradicional de la guitarra de jazz, aportando un nuevo potencial sónico al instrumento, a la vez que ofrece una profunda reserva de intuición y musicalidad improvisadas. Si bien su música se resiste a cualquier descripción fácil, sus composiciones cubren una amplia gama de configuraciones, desde el jazz moderno hasta el rock, pasando por el country y el classical”. Los que tuvimos la suerte de poder verle y escucharle el pasado 6 de Julio en el XXI Jazz San Javier estaremos eternamente agradecidos por haber sido testigos de una parte de la Historia del Jazz Moderno. Gracias, Pat.

Todas las fotografías son obra de Goio Villanueva. Si pinchas en su nombre puedes visitar su web y blogs.


 
El cuarteto al completo, durante su concierto.

lunes, 9 de julio de 2018

SWUINGEANDO CON LAS DÓMISOL SISTERS & SEDAJAZZ SWING BROTHERS


La primera parte del concierto fue instrumental, para que la Sedajazz nos introdujera en el ambiente de aquellas salas de baile de “lindy hop” o “charleston”.
Más tarde, las voces de las Dómisol Sisters convirtieron las salas de baile en salones de conciertos de aquellos años 30 y 40, sobre todo, en los que los propios norteamericanos comenzaban a descubrir su amplio catálogo musical que refleja muy bien la serie de TV “Epic”.


Sedajazz Swing Brothers y los bailarines, ambientando el comienzo del concierto.

Las modas van y vienen. Tal vez para que recordemos que en otros tiempos, las cosas, los comportamientos o la música eran diferentes. Y eso es lo que ha ocurrido en la Plaza de España de San Javier, durante la tercera jornada de la presente XXI edición de su festival de jazz (la primera de los cuatro conciertos que se celebran fuera del escenario oficial), con las Dómisol Sisters y Sedajazz Swing Brothers. Un concierto que nos trasladó a las décadas de los años 30 y 40 en plena efervescencia del “swing”, cuyos protagonistas principales fueron las orquestas de músicos como Benny Goodman, Artie Shaw, Tommy Dorsey, la del baterista Gene Krupa o Count Basie y Glen Miller por citar unas pocas. Éstas y muchas más hacían las delicias de los norteamericanos en aquellas salas en las que la música y el baile se fusionaban en ambientes verdaderamente frenéticos. Y cuando se incorporaban voces como las de Anita O’Day, Peggy Lee, la entonces jovencísima Ella Fitzgerald o Helen Forrest el disfrute era absoluto y aquellas melodías se convertían en pequeños himnos, en iconos del momento que han perdurado en el tiempo. Voces que no solamente eran solistas, sino tríos cuartetos y hasta quintetos vocales cuyas armonías en sí ya bastaban para crear una banda. Y ahí aparece este cuarteto valenciano, Dómisol Sisters, que emulan a aquellas formaciones vocales como las Andrews Sisters o las Bowell Sisters por citar dos de las más destacadas. Y aquellos ritmos y canciones también llegaron a España durante las décadas de los 20, 30 y 40 con centros neurálgicos como Madrid o San Sebastián. Eran las primeras décadas del siglo XX, que traía muchas esperanzas para los ciudadanos del mundo; en la música, el jazz iba irrumpiendo arrolladoramente desde los Estados Unidos, con diferentes corrientes como esta del “swing”, que fue la que movió a muchísima gente por su ritmo enérgico y pegadizo.


Francisco Blanco "Latino" es el director de Sedajazz.


El saxofonista tenor Ramón Cardo.

Pues bien, en ese campo se mueve esta formación vocal valenciana y el septeto que las acompaña, quienes ofrecieron una primera parte instrumental –pareja de baile incluida a cargo de Isa Gregori y Carles Marquina (posteriormente se añadirían otras parejas que vinieron a verlos), que dejaron varias muestras de aquellas danzas al compás de esta música-, al objeto de ir creando el ambiente preciso para acoger, más tarde, al trío femenino vocal. Piezas como “The Sheik Of ArabY”, “Indiana”, “At The Jazz Band Ball” o “Baby Won’t You Please” nos dejaron un suficiente muestrario al respecto, que puso al personal que abarrotaba la Plaza de España en situación. Y es que, hoy por hoy, cuando se nombra a la Sedajazz de Valencia es hacerlo de una institución musical seria y de gran prestigio a nivel internacional cuyo líder, el saxofonista Francisco Blanco “Latino” (que repartió entre saxo alto, barítono, soprano y clarinete) ha sabido reunir a una importante parte de los músicos que dan brillo y color al jazz español. En esta ocasión llegaron en formación de septeto conformado por el pianista Eduard Marquina; César Cortés, al contrabajo; Simone Zaniol, batería; Toni Belenguer, trombón; Fede Crespo, trompeta; Ramón Cardo, saxo tenor; y el saxofonista y clarinetista, Francisco Blanco “Latino”.


Toni Belenguer domina el trombón de baras.


El trompetista Fede Crespo.

Un septeto que, ya lo adelanté en la crónica anterior, está a nivel internacional e interpreta (ocurrió en la XVII edición, que acompañó a Freddy Cole en dos piezas alabando el norteamericano y su guitarrista a esta big band valenciana) con quien así se lo demande. Bien pues una vez situados en el tiempo “swing”, Eduard Marquina anuncia a las Dómisol Sisters (en esta ocasión en trío, por enfermedad de Elena Almendros) conformado por Mireia Serrano, Melanie Lapalus y Carla Saz. Ataviadas con trajes para la ocasión y el momento, el trío femenino atacó “A Tisket A Tasket” con toda la banda arrancando no sólo los aplausos del público, sino la alegría y el entusiasmo de los más bailones del lugar. Continuaron, sin la sección de viento, con “When I Get Low I Get High”, “Let’s Call The Whole Thing Off” a la que añadieron trompeta y saxo tenor y un despliegue, en suma, de melodías clásicas del género que nos trasladaban a esas décadas del pasado siglo XX.


Tres de las cuatro Dómisol Sisters. De Izquierda a derecha Mireia Serrano, Mélanie Lapalus y Carla Saz. Falto por enfermedad, Elena Almendros.

Canciones de, por ejemplo, Cole Porter: “Noche y Día”. Melodías que hemos escuchado en infinidad de ocasiones como “Rhum & Coca Cola”, “Tico, tico”, “Lullaby Of Birdland” o “Tain’t What You Do” (llevada al éxito por Jimmie Lunceford), con la que finalizaban su concierto. Pero el público, a pesar de ser miércoles, no deseaba marcharse y las Dómisol Sister & Sedajazz Swing Brothers regalaron un vibrante “Pachuco”, con el que terminaron de conquistar al personal que, insisto en ello, abarrotaba la plaza en su más amplio sentido (excelente noche empresarial, para los bares, restaurantes y heladerías de la zona).


César Cortés, en el contrabajo.


El baterista Simone Zaniol.

En resumen, una noche de verano musical en el Levante español y dentro de su XXI Jazz San Javier, para “swingear” libremente con los valencianos de Dómisol Sisters & Sedajazz Swing Brothers, al compás de aquellas canciones y melodías de las décadas 30 y 40 del pasado siglo XX. Rejuvenecimos unos cuantos años y después, no nos quedaba otra que reponer líquidos mientras esperamos el regreso del bien querido y amado Pat Metheny, para este viernes, 6 de Julio. Se lo contaremos.

Las fotos son obra de Goio Villanueva. Si pinchas en su nombre puedes visitar su web y blogs.


Al final, el grupo invitó a todos los bailarines del público a subir al escenario para disfrutar todos del swing de las Dómisol y Sedajazz Swing Brothers.