Antes del espectáculo de
Benson, el saxofonista español José Luis Gutiérrez dejó su impronta
originalísima de Iberjazz.
José Luis Gutiérrez volvió a sorprender con sus sonidos Iberjazz. |
En numerosas ocasiones me he referido al
Festival de Jazz de San Javier como un festival de contrastes, en los que
mezcla conciertos absolutamente dispares pero con un punto de conexión aunque
sea remoto. Pues exactamente eso es lo que ocurrió en la noche del jueves 20 de
Julio, en la que la música del vallisoletano José Luis Gutiérrez y su trío
dejaba sobre el auditorio del XX Jazz San Javier una muestra de sus investigaciones sonoras
con base en las raíces españolas, a través de las cuáles Gutiérrez y sus
compañeros de viaje reiteraron lo que ya mostró en su anterior visita acaecida
en la XV edición. Y el contraste enorme llegó con el show al que siempre nos
tiene acostumbrados el guitarrista, compositor y cantante norteamericano George
Benson, quien en un abrir y cerrar de ojos cambió, absolutamente, el decorado
de una noche de verano con el jazz de fondo y mucho espectáculo.
El diseño que la organización de Jazz San
Javier había realizado de esta octava jornada de las que se celebran en la sede
oficial del auditorio Parque Almansa, se ceñía al único concierto de George
Benson. Pero el inesperado anuncio de Ransey Lewis que suspendía su gira
europea en la quinta jornada hizo que se tuviera que localizar a otro gran
pianista del género (fue el caso de Thierry Lang) y que en esta octava, se
añadiera al saxofonista español José Luis Gutiérrez Trío antes de que
apareciera el “tornado” George Benson. Bien, una vez explicado el por qué de
estos cambios iré a los conciertos.
El inseparable baterista de Gutiérrez, Lar Legido. |
El saxofonista vallisoletano José Luis
Gutiérrez regresaba a Jazz San Javier, tras haber dejado una estela limpia y
recordada de su anterior visita en la XV edición celebrada en 2012. Entonces lo
hizo en fórmula de quinteto e invitó, además, a la pianista y cantante cubana
afincada en Barcelona, Lucrecia. En ambas partes, el público de San Javier
quedó entusiasmado con el resultado de las investigaciones sonoras que
Gutiérrez y sus compañeros habían plasmado sobre el escenario, utilizando
diversos cachibaches de uso normal en nuestras vidas pero que, con la
experimentación continua, también son muy efectistas en la música en cuanto a
sonidos concretos. A esta fórmula que mezcla estas investigaciones con la ortodoxia
musical José Luis Gutiérrez la denomina IBERJAZZ. Ni que contarles la
originalidad del resultado, que ha sorprendido a músicos de gran calado
internacional como es el caso de Chucho Valdés tras su escucha. Tal vez por
ello –y conociendo el director del festival, Alberto Nieto, el motivo principal
del absoluto lleno del aforo- pidió previamente a los espectadores que
hicieran el favor de mantener el silencio y respeto que todo artistas merece, aunque sabía que muchos de los presentes habían venido para escuchar a George
Benson. Bien. José Luis Gutiérrez y su trío, conformado por el bajista Marco
Niemietz, y el inseparable baterista del saxofonista, Lar Legido, aparecieron
en el escenario para desarrollar su concierto.
En él, se podían observar algunos de esos
“cachivaches sonoros” que, en su momento, irían entrando en escena. Los que no
se veían eran los del baterista, quien también escondía al público una gran
dotación de éstos para alcanzar el resultado sonoro deseado en cada pieza de
las seis que interpretaron. El saxofonista y sus compañeros atacaron las primeras
notas de “Algún Día” en el que parecia que se iniciaba un viaje por mar,
escuchando la salida de puerto de un gran buque, las gaviotas y, en suma, todo
ese ambiente que nos podemos encontrar en un muelle marítimo. A los pocos
compases de la pieza, Gutiérrez paró la música y pidió, por favor, que aunque
observaba mucha gente aún de pié se mantuvieran en silencio porque para la
ejecución musical el murmullo es una molestia que perturba al músico. Dicho
esto continuó con la pieza que fue aplaudida por un numeroso sector del
auditorio.
El bajista Marco Niemietz condujo parte del ritmo del concierto. |
A renglón seguido, “Iberian Moment” nos
adentraba en mundos sonoros desconocidos y abrumadores para muchos de los
presentes en los que, de nuevo, José Luis Gutiérrez tuvo que insistir en que
“no era de recibo el que se estuvieran batiendo el cobre, mientras el personal
no mostraba ningún respeto por los músicos”. Y continuó pidiendo nuevamente
silencio o que si hablaban, al menos lo hicieran muy bajo para no molestar; y
lo hizo con un notable enfado en su rostro que, sinceramente, me provocó
vergüenza ajena. Pero mucho me temo que esos insistentes murmullos no provenían
del espectador español; al menos, no la mayoría de ellos sino de los muchísimos
extranjeros que, como indicó Nieto, se habían acercado hasta Jazz San Javier en
esa noche para escuchar a su ídolo George Benson. Lo cierto es que no puedo asegurar quién o quiénes eran los molestosos señores de la perturbación; me refiero a su nacionalidad. Pero los hubo y se hicieron notar.
Bueno. Después de ese segundo toque de
atención nítido, las aguas se calmaron y el concierto siguió sin nuevas
interrupciones por parte del músico español, que se dispuso a ofrecernos “La
Escuela”; otra de sus composiciones en las que se puede apreciar la base
musical española que José Luis Gutiérrez mezcla con trazos de jazz utilizando,
además, parte de sus investigaciones sonoras. El público, ya digo más sosegado
y atento a estas evoluciones sonoras, se arrancó con un aplauso unánime y
amplio queriendo como casi pedir perdón al trío y reconociendo el mérito
musical.
Como ya era evidente que se le prestaba
atención, el saxofonista vallisoletano explicó uno de sus artilugios sonoros
más llamativo: El panderidoo. Una barra con cuencos invertidos de diferentes
tamaños que se completan con unos 15 ó 20 anillos en la parte baja de la barra
y que parece emular a un cohete espacial. Haciendo sonar este “instrumento” y
dejando a su lado una estela líquida que Gutiérrez conseguía a través de un
difusor, no sólo creaba sonidos sino también una imagen plástica que
complementaba la música extraída de aquel extraño instrumento. Era el comienzo
de “Carrusel”, en el que también el baterista Lar Legido llegó a sorprendernos
con diferentes materiales que mezclaba con los toques normales de su batería,
tales como un tubo de plástico, un rollo de cinta de pintor que iba desplegando
lentamente para lograr el efecto deseado, o también algún que otro cuenco que
utilizaba junto con la caja de su batería. En fin, todo un laboratorio sonoro
que lograba los efectos buscados y deseados para este carrusel musical.
Los aplausos del público regresaron al
término de esta composición de José Luis Gutiérrez Trío, en la que no faltaron
los gritos de “¡Bravo!” y silbidos de admiración. Tal vez en ese momento, los
músicos se vinieron arriba y prolongaron un poco más el tiempo que, al parecer,
tenían estipulado antes de que el ciclón Benson hiciera su aparición. En ese
instante llegó “Tierra A La Vista”, que completaba muy bien el inicio del
concierto. Una pieza que el saxofonista y sus acompañantes supieron llevar a la
conexión con el auditorio que escuchaba toda su atención al trío. Observando la
buena prestancia del público José Luis Gutiérrez manifestó que él no era George
Benson, lo que provocó las sonrisas notables del respetable, para anunciar su
última composición titulada “Mi columpio”, con la que acabó por adueñarse de un
auditorio que al principio sostuvo una especie de pulso con el músico español.
Pero como ya he indicado en alguna ocasión: Bien está, lo que bien acaba. Y
este concierto del vallisoletano saxofonista José Luis Gutiérrez y su trío, en
el regreso a Jazz San Javier, acabó bastante bien.
El trío de José Luis Gutiérrez al completo. |
Tal y como he descrito unos párrafos más
arriba, la noche estaba pensaba y diseñada para los incondicionales del
guitarrista, compositor y cantante norteamericano George Benson. Posee millones
de seguidores por todo el mundo de los que un par de miles, se dieron cita en
el XX Jazz San Javier para disfrutar con su espectáculo y sus canciones. Hoy
por hoy, no se puede pedir a este artista que nos presente novedades porque
apenas si las lleva a cabo. Asistir a un concierto de George Benson es saber a
qué concierto vas. Comparandolo con un fenómeno de masas español (y valga el
ejemplo para aclarar a qué me refiero) es como si decidiera asistir a un
concierto de Raphael. Todo el mundo sabe a qué va y casi cómo va a ser el
concierto. En ambos casos, sí coinciden en un aspecto: Raphael y George Benson
dan todo lo que tienen –y es mucha profesionalidad- en el escenario. Pues
teniendo ya las ideas claras, las casi dos mil almas que llenaron (incluidos
los laterales) el auditorio del Parque Almansa, se dispusieron a recibir a su
ídolo, que apareció en el escenario con los primeros compases de "Affirmation", camisa azul marino oscura y pantalón de brillos plateado. Benson
hizo un gesto como indicando: “Madre mía, cómo está el patio de repleto”.
Saludó respetuosamente y agarró su guitarra Ibanez para dejar constancia de que
a pesar de sus 74 años, todavía es un buen guitarrista. Ya se sabe que donde hubo,
siempre queda y en George Benson aún queda bastante como instrumentista.
El primer gran estallido de la noche del
auditorio en pleno llegó hasta Santiago de la Ribera. Seguro. Aquí no había
trampa ni cartón, porque éste era un público inequívocamente “bensiano”; para
qué engañarles con otros calificativos. Ya dije antes que los que acudieron a
este concierto sabían a lo que venían y lo que esperaban de su ídolo. Por ello,
George Benson y su banda (magnífica, por cierto) comenzaron el desfile de poco
más de dos horas en las que se nos iba a mostrar un breve resumen de lo mucho
que el guitarrista de Pittsburgh ha publicado desde los años 60 del pasado
siglo XX, hasta nuestros días. Sobre todo, sus mayores éxitos de esas
grabaciones que a raíz de aparecer en su vida personas como Creed Taylor, Claus
Ogerman y el trompetista, arreglista y productor Quincy Jones dieron un giro
definitivo a su trayectoria musical aunque siempre, de manera clara, sin
olvidarse de sus bases jazzísticas. Un pase de éxitos de Benson que se
iniciaba, tras este instrumental, con “Lady Love Me”, “Love X Love”, “Nothings
Gonna Change My Love For Me” (de su álbum “20/20” publicado en 1984) o “Kisses
In The Moonlight” con las que Benson inició su desfile de éxitos que le han
colocado en el pedestal de los elegidos y le han proporcionado varios premios
Grammy en todos estos años.
George Benson con su inconfundible guitarra Ibanez. |
Para ese momento, muchos de estos
aficionados ya habían abandonado sus butacas y se habían hecho un hueco en el
famoso foso del auditorio. Querían sentirlo más cerca aún y George Benson se
dejaba llevar por este ambiente íntimo, familiar y pegajoso de sus fans. Unos
fans que hace mucho dejaron de ser jóvenes, pero que siguen fieles a su música
como el primer día. Tras un breve descanso de segundos, nueva pasarela de
éxitos del guitarrista a ese público entregado con “In Your Eyes”, “At The
Mambo In” (había que ir dejando espacios de gloria para sus músicos, que ahora
indicaré quiénes son), “I Want To Hold Your Hand”, éxito de The Beatles de los que Benson
ha realizado algunas versiones, o uno de sus mayores éxitos aunque la
composición no es suya: “Nature Boy”.
Bueno, bueno. Aquello se venía abajo con tanto entusiasmo como mostraba el
auditorio. Y no digamos los que ocupaban todo el foso; aquello ardía por todos
lados, máxime cuando Benson se acercaba un poco más al borde del escenario y lo
sentían casi a su lado. ¡Qué buen espectáculo estabamos viendo! Pero aún
faltaba mucho concierto y todavía teníamos que terminar derretidos por el
suelo. La banda que acompañaba a George Benson son músicos de primera y la
mayoría de ellos llevan con él desde hace mucho tiempo. Es el caso del siempre
simpático y polifacético bajista Stanley Banks; Thom Hall, en los teclados;
Michael O’Neill, guitarra y voces. Tandy Waldman, teclados y dirección musical;
Lilliana de los Reyes, percusión y voces, y el baterista Khari Parker. Les
puedo asegurar que estos músicos suenan a la perfección y dan la impresión de
que son más de diez. Benson siempre se ha rodeado de excelentes compañeros
para sus grabaciones y directos.
Como se puede apreciar, muchos de los fans del guitarrista norteamericano dejaron sus butacas y bajaron hasta el foso, en el que poco espacio había para hacerse con un hueco. |
Por ello había que seguir con esta fiesta de los sentidos que nos estaba
proporcionando a través de su música y en piezas que iban completando ese breve
pero intenso resumen de su vida. Temas como “Turn Your Love Around”, “The
Ghetto” (una de las canciones más señeras de Donny Hathaway, que ha tenido
parte de influencias en su trayectoria como cantante), “Never Give Up On A Good
Thing” y un bolero de los más tradicionales y versionados para dar un ratito de
descanso al alma: “La Puerta”. Tras el momento romántico, el regreso al ritmo
con otro de sus éxitos titulado “Love Ballad”, antes de llegar a un final
apoteósico con “Give Me The Night”. El personal hervía y en el foso había
empujones por llegar al borde del escenario, para tocar a George Benson que
recorría de derecha a izquierda y viceversa el ancho del entarimado del
auditorio. Mientras aún sonaban los acordes del tema, Benson abandonaba la
escena y la banda concluyó la pieza.
George Benson supo lo que sus fans deseaban y no les desfraudó. |
Pero querían más. No importaba que fuera jueves o
ya, casi la madrugada del viernes y muchos de los allí presentes tuvieran que
trabajar horas después. Necesitaban un poco más de música y diversión; dejar a un lado los malos momentos, porque ahora todos ellos habían quedado en el
olvido más profundo. Era el concierto de George Benson y ellos estaban allí,
con él. Disfrutando de unas horas que iban a quedar en sus recuerdos. Y aquella
insistencia tuvo su recompensa, con otros 19 minutos en los que el público
disfrutó como un enano pero también los músicos de Benson. El ritmo machacón
del comienzo inició la pieza: “Chan, chan. Para chan, chan, chan. Chan, chan…”
Exclamación unánime de esas dos mil almas, que clamaban más y más. Y George
Benson que aparece en el escenario y entona: “They say the neon lights are bright / On Broadway / They say there's always
magic in the air / But when you're walkin' down that street / And you ain't
have enough to eat / The glitter rubs right off and you're nowhere”. Por
Dios, menudo coro se montó en el recinto. Y todos bailando y disfrutando. Fue
entonces cuando Benson dio absoluta libertad a sus músicos y comenzó una
exhibición de categoría especial. ¡Qué manera de tocar tan excepcional! Esta
gente puede con todo y, además, se divierten a tope. El éxtasis general y la
satisfacción de haber asistido a un concierto único.
En resumen, noche para sonidos singulares con bases
españolas que nos dejó el saxofonista vallisoletano José Luis Gutiérrez.
Después, un George Benson pletórico nos hizo disfrutar al máximo trasladándonos
a los teatros de Broadway en cuyas atmósferas, cada noche el público que asiste
a sus espectáculos vibra y se divierte como un ningún otro lugar del mundo.
Demasiado para todos.
George Benson y sus inseparables músicos. Todo un espectáculo al más puro estilo norteamericano. |
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