El norteamericano Brad
Mehldau emboba en Jazz San Javier con su música y técnica.
Brad Mehldau (Foto Oficial del artista) |
El Festival
de Jazz de San Javier procura, en cada edición, contar con alguna de las más
altas estrellas del género. En ocasiones lo logra, como ha ocurrido en esta
edición número XVIII; probablemente, porque al cumplir su mayoría de edad, la
ocasión lo requería y se han empleado en ello de manera especial. Así pues, el
pasado martes, 14 de julio, visitaba, por segunda vez, el auditorio del Parque
Almansa el pianista norteamericano Brad Mehldau y su trío. Una segunda visita
que, fuera de lo que es lo estrictamente musical, estuvo “accidentada” en otros
aspectos en los que nada tuvo que ver la organización del festival. Si acaso,
en procurar al músico y sus acompañantes un estado de solucionar su enfado,
porque la compañía aérea dejó a todo el pasaje sin sus maletas y eso,
naturalmente y a ustedes les hubiera ocurrido igual, cabrea a cualquiera; mucho
más, si en esa maleta va todo tu vestuario para salir a un escenario.
Así las
cosas, Brad Mehldau tiene “fama” de ser un músico maniático que va creando
polémica allá por donde pasa. Pero en el terreno de la música de jazz se le
quiere y respeta, porque con su trabajo en el pentagrama y las teclas de su
piano se lo ha ganado a pulso. Tan es así, que una mayoría opina que su calidad
ha llegado donde muy pocos lo han hecho, como son los casos de Keith Jarret o
Bill Evans. En San Javier, al margen de lo anecdótico, Mehldau realizó un
concierto con dos caras bien distintas y al final, el público conquistó al
músico sacándole de su enfado y haciéndolo un poco más humano de lo que horas
antes, se había mostrado. Les cuento.
Cuando uno
se “calienta” puede llegar a decir cosas de las que después se puede lamentar.
Brad Mehldau llegó “echando chispas” y “hablando en arameo”. Se encontraba
sobre un escenario, sin maleta, con lo puesto y con un calor que ni siquiera
los del lugar podemos difícilmente soportar. Sus primeras afirmaciones (más o
menos) fueron “no quiero ninguna foto. Sólo dos fotos; una en el primer tema y
la otra en el segundo y solamente por el fotógrafo oficial del festival”.
Perfecto; y los chicos de la prensa que venían de camino y sin saber nada.
Luego vendría una demostración de absoluto cabreo por parte de los gráficos,
también absolutamente entendible. Segundo obús de Mehldau: “El pedal de en
medio no está bien (se refiere al piano) y la banqueta tiene que estar,
exactamente, a 37 centímetros de altura”. Pues ahí tienes al técnico de los
pianos desarmando todo el Stenway gran cola, para solucionar lo del pedal.
Bien. Se prueba de nuevo, Mehldau le indica al técnico del piano que está todo
bien, pero ahora la toma con su road mánager y técnico de sonido. Yo creo que
todo el asunto fue producto de la fusión de la pérdida de su maleta y el
sofocante calor murciano de la tarde. Es que si no es así, poca o ninguna
explicación tiene el panorama. Bueno, una vez relatado lo extra musical vayamos
con lo importante: El concierto del trío de Brad Mehldau.
Como indiqué
unas líneas más arriba, el concierto tuvo dos partes distintas que no por ello
exentas de calidad. Pero a tenor de lo que presenciábamos y los comentarios posteriores
de parte de los aficionados, durante los tres primeros temas parte de ese
auditorio se aburría con las piezas que Mehldau había elegido para comenzar.
Otra parte, sin embargo, se mostraba con absoluto respeto, muy atentos a la
evolución del pianista y, sobre todo, al resultado del conjunto, de ese trío al
que Brad Mehldau ha sabido elevar al máximo en lo que es la formación básica en
jazz.
“After de
After”, aunque lento, dejó las primeras demostraciones de una mano izquierda
que nunca deja conocer a la derecha por dónde va a caminar por el teclado.
Después, pieza dedicada a la memoria del desaparecido contrabajista Charlie
Haden (uno de los homenajeados este año por Jazz San Javier): “Solid Jackson”.
Y otra pieza que pertenece a su cosecha: “Strange Gift”. Hasta ahí, Brad Mehldau fue dejándonos
su impronta musical que, para una mayoría de jóvenes músicos, se ha convertido
en especies de “Master Class” a estudiar. Limpio y creativo en su técnica que
desarrolla en cada una de las interpretaciones pero dando, de manera suave,
espacio a sus acompañantes para que también desplieguen sus conocimientos e
improvisaciones: el contrabajista Larry Grenadier y el baterista Jeff Ballard;
éste último, encaprichado de una caja de madera puesta a su disposición, que su
homólogo murciano, Miguel Ángel Orengo, encargo a un lutier diseñada por el
propio baterista y que a Ballard le tenía enamorado.
Tras este largo inicio, Brad Mehldau se dirigió al público (brevemente
en español) para dar las buenas noches, presentar a sus músicos e indicar qué
había tocado. Pero para entonces, el público, con su actitud y presencia, había
logrado “conquistar” a un enfadado Mehldau y, qué casualidad, el concierto
cambió de ambiente. Aquello empezaba ya a gustar a todos y los primeros
aburrimientos se habían olvidado. Así es que el trío que lidera este pianista
de Florida dio un giro al asunto y dejaron sonar piezas más “atractivas” para
ese auditorio como “Valsa Brasileira”, “Sete Walz” o una versión originalísima
de un clásico del clarinetista Sidney Bechet: “Si tu vois ma mère”.
El concierto oficial había finalizado. El público, puesto en pié,
rendía su tributo unánime a Brad Mehldau y sus compañeros de viaje. Actuaron
con el mismo vestuario que viajaron en avión; esto es, con ropa informal. Pero
sus conocimientos musicales, lejos de verse perjudicados, se explayaron por
todo el Parque Almansa. El auditorio insistía para que sonara algún bis y lo
consiguieron. De regreso, el trío atacó otro clásico de West Montgomery: “West
Coast Blues”. La guinda de un excelente pastel musical.
En definitiva, jornada que comenzó con muchos nubarrones en el ambiente
por un “quítame allá esas pajas” que el público de Jazz San Javier, con su
saber estar, fue esclareciendo para conquistar, una vez más, al músico Brad
Mehldau y su trío en lo que fue “El Sueño de Una Noche de Verano”. Las otras “anécdotas”
han quedado y por ello, en solidaridad con mis compañeros gráficos de la Prensa
–aún existiendo esas dos fotos del concierto-, no publico las fotos del
mismo, si no las que aparecen en el programa oficial. Espero que para éste
humilde periodista, los lectores también tengan la misma comprensión. Si no es
así tendré que hacer lo que Mehldau: Adoptar una postura de Yoga, para sosegarme.
La siguiente jornada se presume muy redonda. La pueden hacer posible otro
pianista de muy alta calidad, Bill Charlap y su trío, y una voz tejana y negra
que puede llegarnos al alma: Ruthie Foster.
Jeff Ballard, Brad Mehldau y Larry Grenadier. |
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