miércoles, 20 de julio de 2016

Y STEVE VAI SUBIÓ AL FIRMAMENTO DESDE SAN JAVIER

El norteamericano Steve Vai puso el cartel de completo en Jazz San Javier. Su gira mundial sobre una revisión de su disco más mítico, “Passion and Warfare” aterrizó en el Parque Almansa por un día para inundar de sonido toda la población.

Steve Vai aparece en escena.

El Festival de Jazz de San Javier ha pasado ya el ecuador de esta XIX edición, con tres primeros conciertos que dejaron en los aficionados a éste género un excelente sabor de boca, valga la expresión, con una magistral lección el viernes y dos conciertos contrastados pero de excelentísima factura y calidad el pasado sábado 16. Llegados al domingo 17 de Julio, los habituales (exactamente desconozco cuántos de ellos estarían en el auditorio presentes) de Jazz San Javier tuvimos un “empacho” de vatios sonoros y rock grueso a raudales. Y, naturalmente, la pregunta siempre me asalta cuando este tipo de estrellas de su parcela vienen a un festival como éste, observan el aforo en las pruebas de sonido y aún así se empeñan en dejar sordo al personal. Ellos sabrán. Y, en efecto, tienen sus legiones de seguidores como se demostró por el completo aforo del auditorio del Parque Almansa que el que suscribe no negará nunca. Pero afirmado lo cual, sí me reitero en la poca o escasa necesidad que se da, ante un auditorio tan exquisitamente diseñado para escuchar sin mucha necesidad de grandes despliegues de medios al efecto, de colocar tal cantidad de sonido que, seguramente, desde Santiago de la Ribera se enteraron de que en el Parque Almansa había un concierto de rock. Repito: El artista sabrá lo que tiene y debe hacer. Pero como aficionado, me ha dejado sobrado. A lo que vamos.

Comenzaba el espectáculo de más de dos horas.
Steve Vai, el gran guitarrista de rock que comenzó como transcriptor de música de Frank Zappa durante tres años. Un día le dijo que quería ser como él (Zappa le contestó que imposible, porque era muy joven para ser calvo) llegó a San Javier para participar con su gira mundial “Passion and Warfare”en esta XIX edición de su Festival de Jazz. Una revisión de este su disco más mítico y millonario, en el que invirtió cuatro años en su confección. El álbum es reconocido como uno de los más grandes discos de guitarra de rock instrumental de todos los tiempos. Steve Vai está considerado como uno de los mejores guitarras de toda la Historia del Rock y, al fin y al cabo, a estas alturas lo único que nos puede demostrar es su grandeza como persona y músico ya que su virtuosismo es bien conocido de todos, seguidores o no, merced a sus discos, conciertos del ramo y vídeos hechos públicos.

Controlando en todo momento.
Pero a la parroquia que se dio cita en el auditorio de San Javier les gustó ese desparrame sonoro y, cómo no, ver a su ídolo evolucionar sobre el mástil de su legión de guitarras (muchas de ellas diseñadas por él mismo desde la casa Ibanez –por cierto, de ascendencia española- e incluso personalizadas). A mí también me gusta Steve Vai como guitarrista. Lo que me echa para atrás (tal vez sea que ya estoy mayor para esta m…) es que me atiborren de sonido cuando es innecesario y una cosa, casi te lleva a la otra. El foso del auditorio, al estar todo el papel vendido, quedó anulado por una barrera de vallas infranqueables destinadas a que nadie saltase al mismo desde el primer momento y no dejaran ver a los que habían pagado su entrada en las primeras filas. Bueno, todo estos son los prolegómenos antes de entrar ya en materia del concierto o, mejor, del espectáculo que nos dejó el “Dios Espacial” de la guitarra.


No se puede negar que los norteamericanos (lo he mantenido desde siempre y me reitero en ello) son los amos en esto del espectáculo o también denominado “show business” y Steve Vai no se ha quedado atrás con el montaje de su gira mundial. Su anagrama, en lo alto y centro del escenario hacia el fondo, proyectado en una pantalla de vídeo en la que a lo largo de las dos horas y pico irían apareciendo imágenes. A su derecha, el guitarrista Dave Weiner que le toca “bailar” con su jefe de filas en los “riffs”. En el centro y en lo alto de una gran tarima, el batería Jeremy Colson. Bajo él pero siempre dominando toda la escena, el boss Steve Vai. Y, finalmente, a su izquierda, el bajista Philip Bynoe.

Steve Vai dirigiendo los coros del público.
El espectáculo se inicia con una música que anuncia la aparición de Steve Vai con un chaleco blanco con capucha, de la que salen dos haces de láser, mientras ya suenan las primeras notas de su guitarra. El auditorio se pone en pié y vitorea a su ídolo, en una comunión instantánea que ya no abandonará hasta el final del espectáculo. El tema es “Bad’ Horsie” y durante su ejecución, Steve Vai se desprende de la capucha (nueva exclamación-ovación del personal) hasta que éste acaba. Sin solución de continuidad, se enlaza con “Crying Machine” mientras Vai se quita el chaleco y cambia de guitarra. Y coros solicitados, o no, al auditorio que sigue, ya digo, en comunión con el norteamericano que lanza algunas púas a los de las primeras filas.

Para el final de esa pieza, al que suscribe ya le zumbaban los oídos y comenzaba a sentirme molesto. Pero voy a escribir lo siguiente, que queda muy bien: “Uno es un profesional y se debe a su trabajo”. Así que a aguantar como se pueda hasta el final. En esta gira mundial, Steve Vai ha tocado por primera vez todo el disco en el orden que apareció en su primera edición. Por lo tanto, después de escuchar previamente temas como “Gravity Storm”, “Tender Surrender” y presentar a su banda, Vai comenzó su ceremonia de “Passion and Warfare” (“Pasión y Guerra”), en perfecto orden de aparición en aquel 1990, que se iniciaba con “Liberty”, para continuar con el resto de creaciones en las que el guitarrista invirtió cuatro años de su vida (desde 1985 a 1989).

Recordemos aquellos títulos: “Erotic Nightmares”, “The animal”, “Answers”, “The Riddle” o “Ballerina 12/24”, que fueron poniendo a sus seguidores en total efervescencia de la que no podían librar sus burbujas por estar el foso clausurado. Como Steve Vai también conoce el comportamiento de sus seguidores, y además ya tocaba, apareció la balada que ha dado más fama a este álbum y al propio guitarrista: “For The Love Of God”. Bueno, ahí ya fue un estallido total del auditorio pidiendo a gritos que les dejaran acercarse a su ídolo.

Dave Weiner dando la réplica a Steve Vai.
Y ello no iba a ser posible todavía. Nos quedaban aún piezas del disco como “The Audience Is Listening” (aparición en la pantalla de video de John Petrucci), “I Would Love To” (una de las escasas creaciones que me gustan de este disco), “Blue Powder”, “Greasy Kid’s Stuff”, “Alien Water Kiss”(esta no es exactamente música, sino una grabación de efectos sonoros de aquellas sesiones), “Sisters” (otra de las que me gustan, porque es acústica y tranquila) y la que cerraba esta mítica grabación “Love Secrets”. Para entonces ya teníamos la hora y pico de concierto y el auditorio pedía más y más.

Entonces llegó uno de los momentos más emotivos para Steve Vai, al aparecer en la pantalla de vídeo su ídolo y mentor Frank Zappa, con el que tocaba “Stervie’s Spanking”; una pantalla de la que apenas apartaba la vista Vai, mientras tocaba esta pieza. No llegaba a ver su cara, pero casi puedo asegurar que alguna lágrima se escaparía de sus ojos. Fue mucho lo que vivió a su lado y el cariño y admiración que Steve Vai tuvo por Frank Zappa.

La banda de Steve Vai al completo.
Y luego llegaría la aparición en escena de Austin Slack conocido como “Niño Magnético”. Es un chaval nacido en el Reino Unido pero que desde muy pequeño sus padres se trasladaron a la Región de Murcia y fijaron su residencia en Caravaca de la Cruz. Desde allí y a muy temprana edad, Austin comenzó a practicar con la guitarra de la que, poco a poco y clase tras clase, ha ido extrayendo notas y sonidos que le han hecho ser una de las más firmes promesas del instrumento, como lo fue en su momento el propio Steve Vai. La verdad es que esta joven promesa ya se ha medido con parte de lo más granado de la guitarra y en esta ocasión, se puede decir que ha subido un peldaño más. Por cierto, que Steve Vai no le quitaba ojo mientras respondía a sus envites. ¿Recuerdos de tiempos lejanos? Éxito de Austin Slack que agradeció a Vai la oportunidad de dejarle tocar a su lado.

Austin Slack no quita ojo a Steve Vai.
Y una “gracieta” del norteamericano. Solicitó la presencia en el escenario de dos personas del público, una de ellas era una chica rubia. Les indicó que improvisaran algo para el bajista y para el propio Vai. Después de ello, la banda compondría la pieza desde esa base de los elegidos. Bueno, un numerito que quedó resultón aunque los elegidos no estuvieran “muy inspirados”, tal vez por el nerviosismo de contemplar a Vai en su terreno y a centímetros de su persona.

En resumen, el espectáculo que se presentó en torno a esta revisión de “Passion and Warfare” estuvo bien y bien está, lo que bien acabó. Steve Vai hizo un pequeño recorrido por su amplio repertorio de piezas compuestas en años de batallar por el mundo que, ya digo, al público “le puso” y animó desde el minuto uno. Después, en el exterior del auditorio Parque Almansa, esperaba su autobús y allí mismo, Steve Vai y su banda se mantuvieron por otros 30 o más minutos firmando autógrafos o regalando parches de tambores, por ejemplo. La próxima cita es en Santiago de La Ribera, con el rockabilly de un español y su grupo: Pike Cavalero. Se lo cuento después, que tengo que recobrar mi audición total.

Las fotos son obra de Goio Villanueva.

Lleno hasta las banderas en el auditorio Parque Almansa.

4 comentarios:

  1. Decir que Vai toca muy alto sólo puede hacerlo alguien que ha escuchado muy poco rock. Pero el problema real es la "exquisitez" de los aficionados al jazz: todo es malo salvo el tercer tema del segundo disco de... quien sea. Lo que cabe preguntarse es qué hace Steve Vai en un festival de Jazz. Quizás la respuesta la tenemos en la propia crónica: sorprender al cronista con un lleno absoluto que seguramente no haya habido en la mayoría de eventos del festival, y por tanto, contribuir de forma importante a la financiación de éste.
    Por cierto, rock y volumen alto son inseparables, señor cronista. Sólo faltaba escuchar a Vai tocando bajito para no molestar a los "exquisitos" oídos de su señoría.

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  2. Por mi edad, amigo de Ensayo sobre la cerveza, he escuchado mucho más rock del que usted pueda imaginar. Y, en efecto, yo también me he preguntado qué hace Vai en un festival como éste además, como usted parece conocer bien, de contribuir de manera importante a la financiación de éste. Lo que indiqué (por favor vuelva a leer el párrafo) es que "..observan el aforo en las pruebas de sonido y aún así se empeñan en dejar sordo al personal. Ellos sabrán. Y, en efecto, tienen sus legiones de seguidores como se demostró por el completo aforo del auditorio del Parque Almansa que el que suscribe no negará nunca. Pero afirmado lo cual, sí me reitero en la poca o escasa necesidad que se da, ante un auditorio tan exquisitamente diseñado para escuchar sin mucha necesidad de grandes despliegues de medios al efecto, de colocar tal cantidad de sonido..." Esto es exactamente lo escrito y no me desdigo de ello, porque aún habiendo escuchado muchísimo rock desde 1960 hasta nuestros días, esa "experiencia" me reserva un mínimo espacio para afirmar que en auditorios como el referido no hace falta colocar 20.000 vatios de sonido ya que con la mitad se va sobrado ahí. En un campo de fútbol esos 20.000 o más son muy necesarios, pero no en ese auditorio. Es una cuestión de "oído" nada más. Por lo demás, me reafirmo en mi crónica: Me gusta Steve Vai como guitarrista y compositor, pero no es el que más a pesar de su justo y excelentemente bien ganado prestigio que, insisto, nunca voy a negar. Al marge de San Javier, le puedo recordar que en el Festival de Jazz de Montreux, en Suiza, uno de los más longevos de Europa, se programan rockeros, bluseros, jazzistas y hasta flamencos. Y el público no se rasga ninguna vestidura por ello; antes al contrario, se lo pasan estupendamente con cada concierto al uso. Pero, como usted indica, Vai llenó pero también lo han hecho otros que no son rockeros. Mírese el historial del festival y lo comprobará. Finalmente, el agradecer que haya publicado su opinión que es tan respetable como la de cualquiera otra persona esté o no en la misma línea. Muchas gracias por su participación y la animo a que continúe haciéndolo en el futuro porque de esa manera, suscitaremos el intercambio de pareceres y fomentaremos la participación de muchos, que es lo que enriquece. Un saludo.

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  3. Debo decir que a mi como medio grafico me pareció también bastante alto dado que estoy pegado a las torres de sonido de la izquierda , es verdad que paseando por el recinto escucho mucho mas claramente y sin molestias desde las escaleras hacia arriba donde el sonido era mas que adecuado. El rock es fuerza , el jazz fantasía , Steve Vai trajo ambas cosas y viendo el santuario lleno como estaba creo que fue un gran éxito.

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  4. Discúlpeme, señor Andrés G., no quería decir que fuese un ignorante del rock, ni mucho menos, aunque lo que se desprende al leer mi comentario sea eso. Estoy seguro de que su conocimiento tanto del jazz como del rock es grande. Y para ser justo, también he decir que si no fuese por el Festival de San Javier, ¿quién traería a Steve Vai a Murcia? Así que todos nos hacemos un favor. Y aunque para muchos pueda resultar un poco estruendoso, y para otros un poco desubicado, lo cierto es que en el fondo, y por ser un enorme músico, todos, unos y otros, disfrutamos de lo mismo. Y otra vez se cumple que la música es un elemento de fusión de culturas. Por favor, acepte mis disculpas por mi desafortunado comentario. Ensayo sobre la cerveza.

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