En mi artículo de presentación del XII Festival de Jazz de San Javier aseguraba que en este año de crisis económica que se ha llevado por delante muchos festivales, éste presentaba una programación que, aunque algo mermada en número de conciertos, mantenía su nivel con toda dignidad para acometer el futuro con todas las garantías. Y ahora, cuando ya han transcurrido las tres primeras jornadas de la presente edición, me reitero en lo que aventuré entonces. Y lo hago porque después de haber asistido a esos seis conciertos, el Jazz San Javier ha estado a la altura en la que sus asiduos estábamos acostumbrados y aunque cada uno de esos conciertos ha tenido su singularidad, no tengo más remedio que rendirme a lo evidente: lo de Ron Carter y su Quinteto no ha tenido comparación.
Ha sido el sábado, día 4 de Julio de 2009, en el escenario del Parque Almansa (sede de este festival), el lugar en el que el bajista y cellista, Ron Carter y sus músicos, han dado toda una lección de cómo estar, presentar, cuidar el sonido o desplegar todos sus amplísimos conocimientos, sin dejar de ser elegante y sencillo. Esa lección hace mucha falta en los tiempos que corren para las sociedades, tan faltas de principios y valores también en la música y, especialmente, en la de jazz.
Desde hace unos años, me he tropezado con muchas clases de personas y las que más me han molestado (lo siento mucho, pero es así) son las que siempre saben más que nadie de esta música, cuando hace quince minutos que han terminado de oir (que no escuchar) su primer disco de jazz. Quiero decir con ello, que no por haber escuchado unos cuantos discos de esta música y asistido a unos cuantos festivales, se puede decir que ya eres un entendido en la materia. Lo aseguro, porque a pesar de que llevo escuchando esta música (y otras muchas) desde que era un niño, no he dejado de aprender y lo que me queda. Y exactamente eso es lo que ocurrió con el quinteto de Ron Carter en el Jazz San Javier.
Una primera pieza de 43 minutos ininterrumpidos compuesta por diversos temas conocidos que finalizaron con Jobim, el quinteto de Ron Carter hizo un alto en el concierto para presentar (muy sencillamente) a los cuatro compañeros de escenario. Payton Crossley, a la batería; Stephen Scott, al piano; y dos máquinas brasileñas: Rolando Morales-Matos, percusión, y el guitarrista, Guilherme Monteiro. Toda la ejecución del quinteto destaca, pero quiero subrayar al percursionista, Morales-Matos, por su riqueza de matices que ejecutó magistralmente desde su amplísimo laboratorio. Hasta Ron Carter le pidió que repitiera el efecto del mugir de una vaca, en uno de los temas, no reprimiendo su enorme risa el percursionista brasileño. En suma, toda una fiesta de los sentidos, del conocimiento, de magisterio musical y de apuesta inequívoca por los valores. Y esto no ha hecho más que empezar y un servidor, a continuar aprendiendo de los maestros.
Sabias palabras, Andrés, que comparto contigo plenamente. "Oro molío". Ron Carter no admite parangón. Verdaderamente, parecía un santo. San Ron Carter. Y podemos asegurar sin temor a faltar a la verdad que el pasado sábado ocurrió un milagro en el Auditorio Parque Almansa. Sin duda, muchos salimos de allí siendo mejores personas.
ResponderEliminar¡Larga vida a Ron Carter!
¡Y nosotros, que lo veamos! Pero esto, no es más que el comienzo de un largo mes jazzístico de julio. Desde hace tres meses voy preparando mi alma y cuerpo para esta cita. Así, desde hace once años. Te puedes imaginar, lo que este cuerpo y mente lleva vivido (y no sólo en San Javier). Disfrutemos de cada momento, amigo, porque ya vendrán otros que serán más amargos. Larga vida para todos.
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